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Andrés Uribe Carvajal 

Estás más que dicho que uno de los hechizos del arte es poder gestionar estados de ánimo de los individuos. Algo que nos haga sentir de cierta manera, pero cuando hablamos de sentir, ¿qué sentimos exactamente? Así cómo los colores primarios: rojo, amarillo y azul. Existen también emociones primarias: alegría, enfado, miedo, tristeza. También en medio de ellas existen un montón de otras emociones que, como en los colores pueden ser la mezcla de ellos. 

Algunas formas de sentir, se escapan al español, y aún así las experimentamos. Se puede sentir por ejemplo: Saudade (portugués) que expresa un sentimiento afectivo primario próximo a la melancolía, estimulado por la distancia temporal o espacial a algo amado y que implica el deseo de resolver esa distancia, o Litost (checo) que es un estado de agonía y tormento que vive un individuo al ser consciente de su propia miseria. 

  • (Como paréntesis aquí habría que ver la influencia del colonialismo occidental, que entre muchos de sus manuales, ha insertado también el de ciertas emociones, y más adelante el de ciertas músicas, aniquilando otras formas de sentir, otras formas de pensar y por tanto de ser. En otras palabras, el dominio de unas formas sobre las otras, y esto puede sentir instaurado en maneras sutiles como la predominancia de un lenguaje, de ciertos sonidos, inclusive de ciertas emociones y el rechazo de otras, recordemos que también en ventaja para el capitalismo lo importante es reducir, organizar y distribuir) 

SEGUIMOS: 

La música ha servido como agente coercitivo para la gestión de estas emociones y con esto el control de ciertos estados de ánimo. Algo que la gente llama música de ambiente, o música para amenizar, que de alguna manera dicta cómo sentirnos, en determinada situación. 

Esta manera sistemática de categorizar, y organizar estados de ánimos y relacionarla con emociones ha ido en incremento en cuanto las playlist se han popularizado, y de ellas hay de todo tipo: música para comer, música para relajarse, música para leer, etc. Todas ellas también flotan en el ambiente público, que es una música de la cual no podemos escapar como la música del gimnasio, del transporte público, de las plazas comerciales, de estacionamientos, cafés, gasolineras, o de los llamados no lugares

En todos ellos sin que nos demos cuenta (te repito de manera sutil) nos recetan una dosis de homogeneidad sonora, una forma específica de escuchar, de cómo sentirnos, de cómo actuar, y por tanto de cómo ser. 

El problema con esto en el ambiente público es que se resume las playlist en emociones primarias básicas, y cómo cualquier pintor te diría que la grandeza de los colores primarios, está en la sutileza de su mezclarlos, y crear nuevos universos a partir de ellos…, en la búsqueda incesable de los nuevos tonos, las nuevas formas de expresión, los otros mundos.

  • (Si tienes chance busca polución musical en una sociedad de consumo capitalista, ya sé que es sofisticado, pero vale la pena)

Otra cosa que me vuela la cabeza es que los mismos artistas que ya son sobreexplotados por las plataformas, buscan entrar en ellas saboteando su música, me parece una perversión de la esencia, pretenden mostrar una obra original, que acaba siendo un Frankenstein modificado a gusto del “consumidor”. 

Recuerda que cuando iniciabas a tocar música, lo hacías porque amabas esa sensación, y seguramente encontrabas cierta liberación en ello, no pensabas en dónde cabía o donde no, eso no tiene nada que ver con tu obra. Y aparte resulta un engaño, querer sonar de “cierta manera”, sólo intentando hacer surfing de la ola, justamente lo que te haría único, sería buscar tu singularidad, regresar a tu esencia, claro que hay un riesgo de que llegue a algo o no, pero estás en esta vida para intentarlo, ¿o no? Y en todo caso, no debería medirse la calidad y otros valores con popularidad, pero ese es otro tema… 

Es así como en otros idiomas, nuevas palabras nos dan nuevas formas de imaginar, de pensarnos, de sentir, pasa igual con la música cuando se vuelve un producto manufacturado que le rondan sobre los hombros los intereses económicos, más que los de expresión per se. Sólo me parece que no habría que engañarnos, decirse artista es una cosa, decirse vendedor es otra que no tiene nada de malo. 

Sólo creo que vivir de esta manera categorizada, y consumir música como si fuese un anaquel de supermercado, alienta una forma de sólo ver tres colores, tres emociones, 3 o 4 géneros musicales que encasillen nuestra forma de sentir, perdiéndonos de música que nos haga pensar diferente, perdiéndonos de ver más colores, de sentir más cosas, y por ende de ser otras personas.

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