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Paco Guerrero Garro

Digo hasta luego, que no adiós, a uno de mis más queridos amigos, uno de mis más queridos camaradas, a uno de los hombres que más he admirado, a mi director Carlos Payán Velver.

Nos conocimos hace mucho tiempo, yo un impetuoso joven en la Juventud Comunista de México, él un abogado, dirigente respetado en el Partido Comunista Mexicano. No eran tiempos fáciles, eran tiempos de represión y muerte, especialmente para los que, como Payán, sacaban la cabeza para protestar contra la represión priista.

Amigo de mi madre, también activista en el Partido Comunista, Carlos Payán, solía visitar con otros jóvenes el estudio de mi padre, donde se hablaba de política entre el humo de cigarros y tragos de tequila. Desde aquél entonces su pausada dialéctica, su calma ente los momentos difíciles, su actitud que los demás aceptaban como dirigente, se hizo un pilar en las luchas de izquierda en Mexico. Siempre su opinión era la más escuchada y muchas veces la que prevalecía. Pero todo esto lo hacía sin ninguna vanidad, siempre tratando de no brillar más que los demás, oyendo a todos, de tal tamaño era su generosidad.

Participamos en muchas luchas juntos, yo, como siempre me gustó, en la calle, de activista callejero, él más arriba como dirigente, los maestros, los telegrafistas, los ferrocarrileros, los médicos, los maestros, en huelgas, denunciando a los desaparecidos, pidiendo libertad para los presos políticos, tantas más…

Un día Carlos, siendo subdirector del Uno más Uno me habló por teléfono y me dijo que quería que yo fuera corresponsal de ese diario en Morelos, ahí cambié la antropología por el periodismo. Acepté. Después, por la presión del gobierno que puso a Becerra Acosta y las corruptelas de éste, salimos del Uno más Uno y fundamos La Jornada, éramos un pequeño grupo de soñadores, donde las cabezas eran Miguel Ángel Granados Chapa y Carlos Payán y se convocó a la sociedad. El gran organizador, la bujía, fue Payán, tomó el liderazgo y lo hizo fructificar y meses después apareció La Jornada. Ahí, desde el principio se respiró libertad, Payán no solo la permitía, sino que la exigía y no solo eso, sino que alentaba a los jóvenes reporteros a volar con más amplitud, a buscar injusticias, a darles, como dijo Granados Chapa, voz a quienes no la tienen. La dirección en la Jornada nunca tuvo candado, entraba quien quería, Payán los oía a todos, logró que no hubiera miedo al jefe, el jefe era uno más de entre todos, pero, tenía el don, el carisma de convencer y de ordenar de tal manera que se le obedecía de buena gana. Había total libertad, de los cientos de notas que escribí cuando él fue director, nunca, jamás, una sola me fue censurada o cambiada u ocultada. Hizo de La Jornada un bastión de la libertad, a todos les dio voz, desafió al gobierno priista y logró que aquellos que no tenían voz, la tuvieran.

Yo creo que México sin La Jornada de Carlos Payán, no tendría la libertad que hoy tiene. Hoy que escribo esto, también me acuerdo de los buenos momentos de amistad, los cafés en el Café de Flore en Paris, las comidas en Tlayacapan, las comidas interminables en restaurantes, y de Cristina, mi gran amiga.

Hasta pronto camarada.

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