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Por Ismael Eslava Pérez*

A partir de hoy inicio una colaboración con este Diario en temas relacionados con los derechos humanos y la crisis por la que atraviesan en distintas regiones del país, a fin de contribuir en la generación y/o fortalecimiento de una verdadera cultura de respeto a los derechos de las personas a partir de enfatizar que el núcleo central de los mismos es el respeto a la dignidad humana como valor supremo reconocido en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Precisamente el pasado 25 de noviembre se conmemoró el Día Internacional contra la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, fecha que nos lleva a expresar enérgicamente la desaprobación hacia los estereotipos, prejuicios y creencias que pretenden falazmente justificar la vulneración de la dignidad, integridad y derechos de las mujeres, y hacer un llamado a denunciar ante las autoridades cualquier acto de discriminación y violencia contra ellas.

Expresamos nuestra total solidaridad con las mujeres que lamentablemente han sufrido o sufren violencia y debemos -todas y todos- refrendar el compromiso de acompañarlas y apoyarlas en la lucha por la justiciabilidad y exigibilidad de sus derechos, así como contribuir a potenciar su voz para lograr cambios profundos en el funcionamiento de las instituciones y las interacciones en la sociedad.

Datos estadísticos, investigaciones y estudios dan cuenta de la alta incidencia de violencia de género en la que están inmersas prácticas, costumbres, estereotipos, discriminación, desconocimiento, falta de oportunidades y de armonización legislativa congruente con el paradigma de protección de la mujer, así como otros elementos que derivan en acciones u omisiones que atentan contra su dignidad.

En la lucha por la erradicación de la violencia contra niñas, adolescentes y mujeres, los grandes enemigos son la indiferencia, el silencio y la impunidad, por lo que debemos seguir trabajando para visibilizarla, denunciarla y sancionarla, para que vivir libres de violencia sea para las mujeres de todas las edades un derecho y no una aspiración. Es indispensable una decidida voluntad política y un compromiso social ineludible para sumar esfuerzos y trabajar con una visión renovada y fortalecida en la que la dignidad de las personas y la realización plena de sus derechos sean la prioridad.

El feminicidio es la máxima expresión de la violencia de género y constituye una violación grave a los derechos humanos de niñas, adolescentes y mujeres, en virtud de sus efectos lacerantes que reflejan su especial magnitud. Precisamente los lamentables acontecimientos de los que cotidianamente dan cuenta los medios de comunicación sobre los diversos tipo de violencia contra la mujer hacen necesaria la implementación de modelos de intervención que aborden la violencia de género como un problema complejo, multidimensional y estructural que requiere soluciones integrales, eficientes y eficaces para su prevención, atención y erradicación, así como la implementación de presupuestos públicos etiquetados, suficientes y con perspectiva de género y de derechos humanos; llevar a cabo una permanente capacitación y sensibilización de las personas servidoras públicas en materia de perspectiva e igualdad de género fortaleciendo las capacidades de las instancias especializadas encargadas de procurar e impartir justicia; la implementación de programas de rehabilitación para los responsables de la violencia de género, y el fortalecimiento de áreas de asesoría para mujeres que desean iniciar acciones judiciales para hacer valer sus derechos humanos, sin soslayar la importancia de transversalizar la perspectiva de género para modificar las pautas sociales y culturales de comportamiento de género, y eliminar prejuicios o prácticas basadas en la idea de inferioridad o superioridad entre los géneros.

La igualdad de género es un derecho humano, un principio internacionalmente reconocido imprescindible para lograr sociedades pacíficas y capaces de desarrollarse de forma sostenible, que implica el acceso al mismo trato y oportunidades para el reconocimiento, goce y ejercicio de los derechos humanos, sin importar el sexo, lo que se traduce en igualdad de oportunidades para mujeres y hombres en el acceso al empleo, educación, salud, participación en la toma de decisiones a todos los niveles, entre otros derechos fundamentales. Sin embargo, desafortunadamente aún falta mucho camino por recorrer para hacer una realidad la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, así como propiciar la erradicación de toda forma de discriminación y violencia de género, y lograr en los hechos la igualdad sustantiva.

Es un imperativo ético, jurídico y moral transitar de la igualdad formal a la igualdad en los hechos, así como transversalizar la perspectiva de género con la finalidad de valorar las implicaciones que tiene para las mujeres y los hombres cualquier acción que se programe, tratándose de leyes, políticas públicas, actividades administrativas, económicas y culturales en las instituciones públicas y privadas.

Las niñas, adolescentes y mujeres tienen el indeclinable derecho a una vida libre de violencia, y a que ninguna acción u omisión les cause daño o sufrimiento psicológico, físico, económico o sexual.

*Profesor universitario y experto en Derechos Humanos.

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