loader image

 

Felicitando Muertos

 

Desde que el mundo es mundo, recordar los cumpleaños ha sido como un deporte olímpico para la memoria de los seres humanos. Algunos nacen con un chip integrado que les recuerda las fechas importantes del año, como si tuvieran una memoria fotográfica infinita. Pero para el resto de nosotros, los que como yo tenemos memoria de “Dory”, la de la película “Buscando a Nemo”, la cosa suele ser más bien un caos.

Y es aquí donde entra nuestro querido Facebook en escena. Para mí, Facebook es más que un “chismógrafo”; se ha convertido en una especie de asistente digital que me susurra al oído: “Hey, despistada, ¡hoy es el cumpleaños de tu tía!”, o “es el cumpleaños de tu amiga María, la del colegio”, esa a quien a veces me cuesta reconocer por todos los filtros que se pone. Sinceramente, los recordatorios de cumpleaños son mi mayor motivación para entrar en Facebook todos los días, porque más de una vez ha sido mi salvación en el mundo de las felicitaciones.

Sin embargo, mi confianza en Facebook como mi Relaciones Públicas se vio defraudada hace unos días. Mientras esperaba para entrar en mi clase de yoga, le di clic al icono de Facebook en mi teléfono y rápidamente envié felicitaciones de cumpleaños a los cumpleañeros de ese día. Segundos más tarde apagué mi teléfono y me dispuse a disfrutar de mi clase. Sin embargo, mientras intentaba hacer posturas imposibles, las notificaciones en mi reloj, que está vinculado a mi teléfono, hicieron que el pobre vibrara como si estuviera poseído. Primero pensé que se me había elevado el ritmo cardíaco con la tanta postura del “perro invertido” y que el reloj me avisaba que bajara el ritmo si no quería que me diera un infarto, pero para mi sorpresa, las notificaciones masivas venían de WhatsApp.

Con tanta vibración entre asana y asana, mi paz mental se fue al carajo. Mi mente catastrofista me decía que abandonara la clase e investigara el motivo de tanto mensaje, pero justo cuando iba a hacerle caso, vi que uno de los mensajes decía: “es una broma macabra”, así que creí que no se trataba de nada serio. Por lo que decidí quitarme el reloj y continuar.

Al terminar la clase pude confirmar que todos provenían de un chat de mis amigos del bachillerato que me decía que el amigo a quien acababa de felicitar llevaba más de dos años muerto. Me dio un shock tremendo, primero, ¿cómo alguien tan joven podía morir de un ataque al corazón? Y segundo, ¿cómo podía haberlo olvidado? Mis amigos juraban que lo habíamos conversado en el chat.

Ciertamente, vivir lejos no ayuda mucho a estar al tanto de los que “cuelgan los tenis”, a mi cerebro le cuesta recordar que alguien “ya entregó el equipo”, sobre todo si no he ido a su funeral.

Inmediatamente fui al perfil del amigo muerto para borrar mi mensaje. Pero para mi sorpresa, no era la única. Había mucha gente felicitándole, y todos parecían estar al tanto de que el festejo sería en el más allá, porque todos hacían alguna referencia celestial, se leían cosas como “abrazos hasta el cielo”, “el cielo está de fiesta”, “hoy me voy a tomar unos tequilas a tu salud”. Y así, hasta que aparecía mi mensaje que decía: “Feliz cumpleaños, espero verte pronto y darte un abrazo”. Cuando releí el mensaje, un escalofrío me recorrió el cuerpo, porque no tengo la menor intención de verle pronto ni muchísimo menos darle ningún abrazo en el futuro cercano.

Incluyo con el “mal yuyu” que tenía en el cuerpo, no podía dejar de leer los mensajes. ¿En qué momento Facebook se ha convertido en el “Hallmark” del más allá?

Para mi consuelo, no era la única que había metido la pata. En el muro de mi amigo había una chica que, hacía unos meses, en el Día de los Muertos, le había enviado un mensaje diciéndole que estaba vendiendo pan de muerto para ver si le apetecía hacer algún pedido. Me reí malignamente, porque imaginé la situación.

Al día siguiente me enteré de que cuando alguien muere, la familia puede notificar a Facebook para que modifique la página a una página conmemorativa onda: “en memoria de”. Así cuando alguien accede al perfil de esa persona automáticamente se dé cuenta de que ya no está entre nosotros.

Esa misma noche le dije a mi marido que cuando yo muera, por favor, borre todas mis redes, no quiero arriesgarme a que alguna de mis amigas les dé por recordar y escribir alguna anécdota incómoda de forma pública, ni mucho menos que alguien entre ofrecerme pastillas para adelgazar.

Sin duda, esto es lo peor de irse haciendo mayor, empiezas a despedir a gente que ha formado parte de tu historia. Y al final solo quedan tus memorias, y las fotos del “Feis”.

Al paso que vamos se prevé que Facebook será en 50 años el mayor cementerio digital, y es que, con el avance de la tecnología y la preferencia de las nuevas generaciones por aplicaciones más frescas como Snapchat, Instagram o TikTok, Facebook se ha convertido en una aplicación para “mayores” que las generaciones más jóvenes no utilizan. Así que Facebook será un lugar donde las memorias de los Millennials y la Generación X reposarán eternamente, y en donde los que sigan vivos podrán enviar flores virtuales, mensajes hasta “el cielo” y ofertas de pan de muerto.

Imagen: FLICKR | CREATIVE COMMONS