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¿ZAPATA VIVE?

 

“La tierra es de quien la trabaja”, es la frase/consigna del campesino morelense Emiliano Zapata (1879-1919), líder revolucionario e inspirador de la propuesta de reforma agraria en México plasmada en el Plan de Ayala, en el año 1911, y arteramente asesinado el 10 de abril de 1919, en la hacienda de Chinameca, Morelos. El reciente aniversario de su muerte nos obliga a hacer algunas consideraciones, específicamente sobre la vigencia de su causa.

La tierra y los seres vivos tenemos el mismo origen. Las ciencias naturales nos lo explican con la teoría de la evolución; mientras que las ciencias sociales, la historia misma, dan cuenta de que las formas de civilización humana siempre han estado vinculadas al tipo de relación que estable el ser humano con su territorio. A su vez, desde las humanidades, la filosofía nos ha permitido conceptualizar nuestra condición de existir en el espacio y en el tiempo, esto es, en lo terrenal.

En efecto, los antecedentes del homo sapiens y su posterior forma de evolución se han estudiado desde diversas perspectivas. La forma tradicional de hacerlo es a través de documentar relatos bélicos, que dan cuenta de cómo los diversos grupos humanos se han asentado y desarrollado en un determinado territorio, y de cómo han ampliado su poder e influencia, apropiándose de otros territorios, o bien, cómo lo han perdido por haber sido ellos mismos víctimas de invasiones.

La forma en que los grupos sociales asentados en un mismo territorio relacionan el uso y la propiedad de la tierra determina en gran medida su grado de cohesión, su capacidad soberana de normarse, y sus modalidades de ejercicio del poder. Este vínculo con la tierra sigue estando presente, a pesar de los cambios conductuales que estamos experimentando por nuestra creciente exposición a la virtualidad mediática.

El hecho real es que en la tierra nacemos y habitamos, de la tierra comemos, en la tierra nos trasladamos, y en la tierra morimos; pero ¿qué relación tiene eso con el tema de la propiedad y usufructo de la tierra?

Emiliano Zapata respondió la pregunta desde la óptica de la producción de alimentos. La razón de su exigencia fue clara: no es aceptable que un gran terrateniente se beneficie del trabajo de muchos campesinos que viven y trabajan en condiciones inhumanas y de esclavitud; por consiguiente, desde la óptica de la justicia, suena lógico que cada quién coseche todo el fruto de su esfuerzo, y no sólo una pequeña parte. Esta idea estuvo precedida por el lema “Tierra y Libertad”, usada con frecuencia por Ricardo Flores Magón (1873-1922), anarquista precursor intelectual de la Revolución Mexicana, y fundador del Partido Liberal Mexicano.

Esta fórmula zapatista abre la reflexión, de la cual nos ocuparemos en una futura entrega, sobre su aplicación en otros ámbitos del quehacer humano, más allá de lo tratado por el intelectual alemán Karl Marx (1818-1883) en torno al tema de la plusvalía.

A 105 años del asesinato de Zapata, es justo preguntarse sobre el impacto de sus acciones, y si su legado sigue vigente, en el Estado de Morelos. Creemos que quien tiene que responder con claridad estas preguntas son quienes actualmente están en campaña electoral y piden nuestro voto para la gubernatura, diputaciones y presidencias municipales. Se requiere que le den respuestas claras a los 1,971,520 habitantes de Morelos, según el censo del INEGI del 2020, de los cuales 1,020,673 son mujeres, y 950,847 son hombres; y de los cuales el 82% vive en 105 localidades urbanas y el 18% restante en 1,473 localidades rurales.

De entrada, hay que preguntarles qué lectura hacen de este perfil demográfico de los morelenses, y cómo lo relacionan con el actual perfil de la producción bruta total del Estado, y específicamente, con la producción agropecuaria y forestal. Hay que pedirles que sustenten con cifras y estadísticas lo que nos quieran decir y proponer, aunque sabemos que eso no es la especialidad del discurso y retórica de los políticos, ya que nos han hecho creer que ese lenguaje es propio de los académicos y de tecnócratas, y, por tanto, no resultan amigables para dirigirse al común de la gente en todo tiempo, y menos en las campañas electorales.

No aceptemos que los candidatos y candidatas utilicen retórica vacua y hagan sólo promesas generales y desarticuladas típicas de los tiempos electorales. Nos tienen que responder de forma sencilla preguntas como las siguientes: ¿qué opinan de la actual composición del producto interno bruto por sector, y en especial al tema de la producción de alimentos?, ¿qué van a hacer en materia de soberanía alimentaria?, ¿quién trabaja la tierra hoy en Morelos y quién tiene la propiedad de esas tierras?, ¿qué se cultiva y cuánto de ello es para consumo local, regional, nacional e internacional?, ¿qué opinan de las condiciones de trabajo y de hospedaje de los cortadores de caña y sus familias contratados para la zafra en los ingenios de Casasano/La Abeja ubicado en Cuautla, y del Corporativo azucarero Emiliano Zapata en Zacatepec?, ¿qué modificaciones proponen al actual perfil de la producción agrícola de cultivos anuales, perennes y protegidos?

Necesitamos que quienes aspiran a la gubernatura y a las legislaturas estatal y nacional, nos hablen del diagnóstico que hacen del actual uso, usufructo y propiedad de la tierra en Morelos, y que nos expliquen cuál sería su escenario deseable, usando la justicia social y la soberanía alimentaria, como criterios de racionalidad. También que nos digan qué les gustaría que Emiliano Zapata les preguntara, de estar vivo, para asegurarse de que el voto de este revolucionario las favoreciera; en pocas palabras, que nos digan si Zapata vive.

*Interesado en temas de construcción de ciudadanía.