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Enrique Guadarrama López*

 

Para cerrar el año y dar la bienvenida al nuevo,Carmen, mi esposa, pidió repetir la experiencia vivida hace más de doce años, de subir al Tepozteco. En aquella ocasión dijimos que no lo volveríamos a hacer,pues fue extenuante y muy difícil conseguirlo. Sin embargo, a partir de la pandemia establecimos una disciplina de ejercicio físico, que aún mantenemos. Era una oportunidad de poner a prueba nuestra fortaleza. El reto lo asumimos.

El ascenso lo iniciamos muy temprano, antes de que se agolpara el cúmulo de gente. Al igual que la vez anterior fue complicada la subida, pero avanzamos a buen ritmo. Debo señalar que a lo largo de la brecha de ascenso se percibe un respeto de los visitantes al lugar, pues se encuentra limpio; sólo hay que concentrarse en los pasos que se van dando y escuchar los sonidos de la naturaleza. Igualmente, en los momentos de breve descanso, apreciar en su esplendor las vistas espectaculares que se van presentando durante el recorrido. Lo que ahora vimos es un espacio mayor, en las faldas de la montaña e iniciado el camino, en el que se encuentran numerosospuestos de comercio y comida. No vimos un lugar de socorro y asistencia médica ante eventuales accidentes. Resulta conveniente pensar en alguno.

Al llegar a la cima confluyen diversos sentimientos y reflexiones. Primero, la alegría de alcanzar el objetivo y hacerlo en compañía de tus hijas. La mofa de ellas de la ocasión pasada por la tardanza en llegar se tornó en un espontaneo “muy bien hecho” por hacerlo en cerca de 50 minutos.

Al estar sentados a un costado del templo de Tepoztecatl contemplando la magnífica vista hacia el horizonte, permite iniciar un camino imaginario al pasado y proyectar, también de manera imaginaria,una visión hacia el futuro. Te invade un espíritu de tranquilidad, espiritualidad y relajación emocional que te hace sentir afortunado de estar en el lugar. 

Resulta inevitable imaginar y admirar a quienes diseñaron y construyeron el templo en la cúspide de la montaña. Los arquitectos mexicas fueron prodigiosos en los cálculos matemáticos que permitieron lograr la construcción a 2 kilómetros de altura, sorteando los caprichos de la formación rocosa; sin olvidar lo que implicó el trabajo físico y material. Los historiadoresseñalan que Tepoztecatl fue una deidad relacionada con el maguey y el pulque. La cosmogonía indígena siempre es una fuente inagotable de fantasía para quienes visitan estos lugares, respecto a la vida cotidiana y religiosa prehispánica. 

Al pensar en el futuro, es inevitable recordar el ejemplo de nuestros ancestros, en cuanto a organización y conjunción de esfuerzos en la búsqueda de propósitos comunes. Para quienes nos gusta la historia patria no deja de sorprendernos las múltiples enseñanzas a lo largo del tiempo, de una sociedad mexicana que sabe ser solidaria y esforzada ante las dificultades y retos que se encuentra en el camino. En estos tiempos en los que predomina la división de la gente ante la situación que se vive en el país y el encono y el egoísmo de la clase política, siempre es esperanzador volver los ojos a nuestro pasado, para recuperar optimismo y mejores sensaciones sociales.

El inicio de un nuevo año siempre está lleno de ánimo personal y familiar. Queda en nosotros, en lo particular, alcanzar los propósitos propuestos. Sin embargo, quienes analizamos el acontecer de nuestro país y queremos aportar ideas para un mayor beneficio colectivo creemos que quienes tienen la responsabilidad de encabezar las instituciones y órganos del Estado, así como las instancias de la administración pública federal, estatal y municipal, el nuevo año a nivel institucional no se debe circunscribir al mero cumplimiento administrativo de metas (planes y programas de trabajo), sino realizar un ejercicio de replanteamiento de actuación en el que se asuma mayor compromiso por las causas mayoritarias dejando a un lado cuestiones o premisas políticas. A las personas se les debe ver como tales y no como capital político. Ahí radica la fórmula para reencauzar la ruta de la sociedad mexicana, en la que se recupere la unidad, el respeto y un anhelo común. Ese es mi deseo para nuestro México en este año que inició velozmente.

 

PD. Saludo la designación de la ministra Norma Piña como presidenta de nuestro máximo tribunal. Sin duda, es resultado de su carrera judicial, de su conocimiento técnico-jurídico y de su compromiso por la defensa de la Constitución, del Estado de Derecho y los derechos humanos. Su designación es una muestra de que el poder no es para siempre ni puede avasallar siempre.

 

* Investigador del Programa Universitario de Derechos Humanos de la UNAM. 

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