La agresión, y su forma más extrema, la violencia, son recurrentes en la vida diaria de muchos mexicanos. La narración de experiencias de agresión cotidiana y sucesos violentos difundidos por los medios de comunicación, han llegado a normalizarse creando un clima de aparente indiferencia. Aunque la agresión y la violencia son fenómenos a menudo observados en animales, grupos tribales y sociedades humanas de todas las épocas, estamos lejos de entender sus causas y mucho menos, como hemos sido testigos, de encontrar soluciones.
El zoólogo austriaco Konrad Lorenz –uno de los fundadores de la Etología, o ciencia del comportamiento animal– fue el primero en señalar que la agresión podría tener una raíz biológica. Investigó la posibilidad de que la agresión fuera un comportamiento innato y observó que diversos grupos de animales vertebrados, como los peces tropicales, los gansos y los chimpancés, tienen patrones conductuales comunes, entre ellos el instinto de agresión. Lorenz argumentó que la agresión es una forma de adaptación evolutiva para la defensa del territorio, la competencia por recursos alimenticios y el establecimiento de jerarquías sociales.
La agresión individual y colectiva conlleva el desgaste de los vínculos sociales y cualquier forma de cooperación y altruismo. Evolutivamente, la agresión de los individuos dentro del grupo es contrarrestada por mecanismos de dominancia, subordinación, recompensas y finalmente neutralizada por actos y señales que exhiben la fuerza y la amenaza, antes de formalizar una pelea real y violenta. Entre los macacos hay una serie de gestos que reducen el conflicto. Evitar mirar a los ojos y agacharse, o, mostrar abiertamente la dentadura apretando la mandíbula como señal de fuerza pueden hacer la diferencia en el curso de un conflicto.
La tentación de extrapolar el comportamiento animal al humano ha recibido severas críticas. La reducción del comportamiento agresivo a instintos biológicos puede ser excesivo. Factores psicológicos, culturales y económicos del entorno humano influyen definitivamente en el curso de la agresión individual y de grupos. Sin embargo, evidencias de violencia entre los chimpancés –que por otra parte, son genéticamente muy parecidos a los humanos– han sido documentadas ampliamente. Jane Goodall, registró evidencias de asesinatos premeditados entre grupos de chimpancés en la reserva de Gombe, Tanzania. Lo inusual de este conflicto fue la sucesión de eventos violentos: asesinatos, emboscadas, y raptos que acabaron con los machos de un grupo de chimpancés en el lapso de unos años, mostrando la gravedad de las disputas territoriales. Aunque se criticó que la susodicha guerra de chimpancés se debió a la competencia por el alimento que el equipo de Jane Goodall suministraba para complementar la dieta de los chimpancés, estudios independientes en otras áreas de África han mostrado que los chimpancés cometen actos violentos e incluso se preparan tácticamente para la guerra ocupando las colinas más altas de su entorno. En conjunto, estos hallazgos sugieren que la agresión no es exclusiva de los humanos, sino que está presente también en otros primates.
En grupos humanos con un aislamiento relativo como los Yanomamis, una sociedad nativa de la región del Amazonas entre Brasil y Venezuela, varios etnógrafos han reportado diversas formas de agresión y violencia para resolver conflictos. Además, el experimento de Santiago Genovés con grupo de seis mujeres y cuatro hombres confinados en la balsa Acali navegando el Atlántico, documentó luchas de poder, alianzas y conductas agresivas, demostrando cómo estos comportamientos pueden surgir en condiciones extremas.
Aunque la presencia de la agresión y la violencia en diversas especies sugiere que estas conductas tienen raíces evolutivas y contextuales, no todo está en los genes como lo argumentó el biólogo evolutivo Richard Lewontin. La mera posibilidad de existencia de genes o de un programa genético de la conducta, es otro aspecto del reduccionismo biológico que no alcanzaría a explicar la agresión y diversificación de los actos violentos en una sociedad como la nuestra. Mas aun cuando las expresiones de agresión y violencia se han diversificado más allá de la comprensión humana.
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