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En la literatura educativa y social se analiza la capacidad de agencia, aquella que entes sociales van desarrollando, mediante sus propios recursos y lazos comunales, en aras de conseguir sus fines. En especial se pone atención al desarrollo de esa capacidad entre los que “nada tienen”, o están subordinados a otros, personas u organizaciones, y pese a ello, consiguen, luchando, armarse de recursos para atender sus propias necesidades. En este artículo quiero presentarles en acción, esa capacidad de agencia, que Diana, Norma, y Soco, amigas entre sí, y tras el espacio denominado “El paraíso del Café”, desarrollaron en las semanas pasadas para conseguir recursos económicos destinados a la familia de Mafer Rejón, joven asesinada en diciembre pasado, delito aún no aclarado.

Ellas tenían la convicción y urgencia de hacer “algo”, para apoyar a la familia mencionada y, años atrás, habían atestiguado dos o tres subastas exitosas, organizadas por Maricela Figueroa Zamilpa y artistas locales, para apoyar a artistas en condiciones de salud muy preocupantes. Pero no tenían la experiencia directa y se lanzaron, pidiendo asesoría, movilizando sus conexiones con artistas, sus lazos amistosos y familiares, partiendo de su gran capital: la honradez, la disposición incondicional para obrar en favor de la familia de Mafer.

Cuando se realizan tales subastas por no profesionales, y sobre todo, cuando la urgencia del apoyo no da tiempo suficiente para atender todos los detalles preparatorios para el mejor resultado de una subasta solidaria, se pueden cometer errores, o bien ocurrir malentendidos, descuidos, en relación con donadores y compradores, con colaboradores, a falta de procedimientos específicos para dar transparencia al proceso de entrega-recepción-venta-regreso de obras-entrega del monto a familiares. Ellas tomaron esos riesgos, valientemente y salieron avante, invirtiendo además de los mencionados capitales, tiempo, recursos organizativos, recepción de llamadas y asignación de espacios, negociación de espacio en La Casona Spencer para la subasta, elaborar y distribuir la convocatoria, llamar a probables compradores, en fin, un sinnúmero de tareas que demandan tiempo, esfuerzo, disposiciones para atender a cientos de personas en quizás miles de mensajes de whatsapp oportunamente, para poder realizar la subasta.

En el camino, encontraron a colegas artistas, también solidarias/os, en calidad de donantes, coorganizadoras/es de talleres, de eventos artísticos, de auxiliares antes y durante el día de la subasta, como Raisa Nan Cupul, Berenice, Juan Machín, Karla Aguilar, Dany Hurpin, entre otras y otros, gracias a los cuales me atrevo a decir que la subasta fue exitosa, en el sentido de conseguir recursos económicos frescos para la familia, como para donantes parciales o totales, al movilizar sus obras. Pero más que todo eso, se notó durante la subasta (con transmisión y puja virtual), que un sector importante del espacio artístico cultural de Morelos, está atento a estas acciones solidarias y cuando se le convoca, da lo que tiene, contribuyendo a nobles causas, para las cuales el Estado no tiene respuestas, ni mediatas y menos inmediatas.

El ejercicio de los derechos culturales en Morelos, apenas publicados oficialmente ayer, requiere también de esa interacción de artistas, promotores y gestores/as culturales, y la ciudadanía, desplegando su agencia, también generosamente. Va entonces con este escrito, nuestro reconocimiento especial para Norma, Diana y Soco, por este gran logro colectivo.

Foto: FB @Maferik