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Este lunes pasado 22 de abril se celebró el Día Mundial de la Tierra. Su origen se atribuye a movimientos ciudadanos ambientalistas y pacifistas de Estados Unidos en los años 70s, como también al ambientalista Morton Hilbert quien presentó ante el Servicio de Salud Pública de Estados Unidos una iniciativa para tratar el cuidado del planeta. Años más tarde, en el 2009, esa fecha sería decretada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como Día Mundial de la Tierra. Tristemente el Día de la Tierra se ha convertido en una fecha burocrática más en el calendario, no solo de la ONU, sino de los gobiernos del mundo.

Por regla general, los gobiernos impulsan actividades para celebrar el Día de la Tierra con reforestaciones u otro tipo de pomposos eventos, de los cuales, en la realidad son solo para cumplir con esta fecha y tomarse la foto en la que pretender hacer creer a la opinión pública que están haciendo algo a favor del planeta. Pero nada más alejado de la verdad. En múltiples ocasiones hemos sido testigos de reforestaciones gubernamentales con la plantación de miles de arbolitos, técnicamente mal plantados y eventualmente abandonados ocasionando su muerte por falta de atención y mantenimiento a través de un Programa de Manejo. En estas reforestaciones, cabe señalar, se invierten miles de pesos del erario público echados al bote de la basura. Incluso, de la misma manera, hay grupos ciudadanos, escuelas universidades, que, de la misma manera, celebran el Día de la Tierra con alguna actividad ecológica, pero pasada esta fecha también se olvidan de la Madre Tierra.

El Día de la Madre Tierra es todos los días, porque todos los días la Madre Tierra nos provee de agua, oxigeno, frutos, tierra, e infinidad de generosísimos beneficios, por los cuales, podemos sobrevivir tanto nuestra especie humana, como todas las demás especies hermanas de flora y fauna. Esto quiere decir, que en cada actividad cotidiana que tengamos, tan simples como cerrar la llave del agua mientras nos cepillamos los dientes; respetar y proteger a los árboles; hacer lo posible por colocar un biodigestor para evitar verter las aguas residuales a las barrancas; separar los desechos (basura); reducir y reutilizar, y tantas acciones más cotidianas que podemos hacer para que verdaderamente seamos congruentes con el Día de la Madre Tierra y no dejar su Día hasta el próximo año en que nuevamente se repite el circulo vicioso de celebrarla.

Y respecto a los gobiernos. Es necesario que la ciudadanía presionemos para que éstos cumplan cabalmente en lo que establecen las leyes federales, estatales y municipales respecto a la protección y conservación del ambiente en todas sus áreas y no permitir que el Día de la Tierra sea solo un evento oficial “ecológico” para tomarse la foto.

Que el Día de la Madre Tierra, sea un día, de cada día, en la que hagamos consciencia sobre la urgente necesidad de conservarla y cuidarla. Cada acción a favor de su cuidado, por pequeña que esta sea, dentro del razonamiento “Piensa globalmente y actúa localmente” podremos ir cambiando el rumbo erróneo de seguir destruyéndola, a cuidarla, protegerla y amarla.

Gracias por darnos la vida de una forma tan infinitamente generosa, bendita Madre Tierra.

Foto: Panamá América / Cortesia de la autora