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Cuando tenía cerca de unos 12 años, me empezaba a aficionar por la música, con algunos ahorros que tenía compraba discos pirata en un mercado cercano, y de vez en vez, conseguía bajar una o dos canciones de artistas desconocidos en internet en esos servicios que funcionaban p2p (puerto a puerto) y que tenían como intermediarios a otros usuarios que tiraban como servidor, ya sabes plataformas como; Ares, Kazaa, limewhire etc.


A los 13 años y con una primera guitarra patrocinada por mi padre, sabía que quería ser músico, no sabía por donde empezar, pero el sueño era tan grande que sabía que no podría hacer otra cosa en mi vida que no fuera música, no tenía una estampa clara o meta definida cómo: quiero tocar en wembley, o hacer 10 discos, lo que pasara después me venía sobrando, yo sólo quería crear música, en todas sus formas: en una banda, a guitarra sola, por ayuda de una computadora, en forma de jazz, como fuera, yo quería ser parte del sonido, quería convertirme en esa masa ligera llena de energía que era capaz de cambiar nuestro sentir, como lo hacen las nubes cuando se desahogan. Eso quería: ser una nube de paso capaz de cambiar algo en la vida de alguien.


En la secundaria conocí a alguien que tuvo esa influencia en mí: Lalo. Estaré eternamente en deuda con él por ser la primera persona que me enseñó a escuchar música, a realmente apreciarla; déjame te explico, yo era capaz de escuchar canciones, pero hasta entonces no sabía deshebrar esa masa de sonido en partes, reconocer la línea de bajo, los sintetizadores, las armonías las partes de una batería, etc. Tenía un gusto muy en bruto digamos.


Lalo tenía un departamento en la calzada Leandro Valle, que era una calle que bajaba desde un espiral llamado el caracol, un día me dijo; oye, ¿por qué no te vienes al departamento y escuchamos música? Me pareció un concepto un poco raro, a esa edad me invitaban a jugar videojuegos o algún deporte, pero nunca a sentarme a escuchar música, fui un poco tímido, toqué el timbre y a unos minutos salió Lalo me recibió con una sonrisa, subimos hasta su departamento, prendió un viejo reproductor que tenía, me ofreció algo de comer y me dijo ¿Escuchamos música? Le dije que sí, como sin saber muy bien de que iba la cosa, nos tiramos a la sala que estaba rodeada de cuadros de arte que pintaba su tío, y escuchamos en silencio.

De vez en vez Lalo intercambiaba algún comentario haciendo referencias a los instrumentos, a la forma de la canción, a las estructuras, a las voces, etc. Yo no lo sabía pero esas pequeñas reuniones en su casa estaban por cambiar mi vida. En ese pequeño departamento que fue como una escuela para mí, Lalo me enseñó músicos y bandas como: Tool, Anathema, Dave Matthews band, King Crimson, Porcupine Tree, La Lupita, Bela Fleck and The Flecktones, Pat Metheny, Pedro Aznar, The Mars Volta, etc. Esa temporada en el departamento de Leandro Valle me hicieron amar la música aún más. A ese tiempo ya no había vuelta atrás, estaba por convertirme en músico.


Hace un año estuve en Japón y fui a un café que voló la cabeza, era un listening bar, (Jazz Kissa) pero estaba anunciado como un Jazz café, yo pensado que escucharía jazz en vivo, encontré en el sótano de un edificio un bar un con luces bajas, y un reproductor de música de alta definición, entré al local con dos amigos charlando y la dueña rapidamente nos hizo un ademán con el índice entre los labios que reclamaba que cerráramos la boca, la gente estaba tirada en los sillones fumando un cigarrillo o tomando una copa, y en completo silencio. El concepto era sentarse a tomar algo y apreciar la música sin ningún tipo de interrupción, era un ritual, una conexión consciente que percibía con atención los sonidos de manera acústica y psicológica, un puente al conocimiento.


Por un momento sentí que volvía al viejo apartamento de Lalo, a su sala, con los cuadros de su tío, casi lo podía ver ahí con los ojos cerrados concentrado. Por fin y a tantos años de eso encontraba de nuevo un lugar donde sentarme a escuchar música, a disfrutarla como hace mucho no lo hacía.


No lo sé quizá en un futuro pondré uno de esos lugares, quizá sólo así podré devolverle el favor a Lalo, en forma de otras personas, enseñarles como el algún día lo hizo conmigo, a escuchar, a guardar silencio, y a pertenecer algo más grande que ellos. Quizá así logremos ser nubes de paso en la vida de los demás.