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Crónicas morelenses

Héctor Rosales

Se acabó la fiesta. Adiós a Qatar.

Cada cuatro años la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) organiza el campeonato mundial, evento deportivo que es el más visto a nivel global. Para la sociología del deporte es un reto fascinante comprender todos los elementos que se conjugan en el fútbol soccer, inventado en el siglo XIX y que ha construido su historia a lo largo del siglo XX. Esa historia es uno de los temas principales que se han estudiado desde diferentes perspectivas. La práctica del futbol ha originado una serie de elementos culturales objetivos que le dan estructura y continuidad, como los reglamentos, las organizaciones de aficionados y luego la transición hacia el profesionalismo. En el ámbito latinoamericano resulta muy interesante estudiar de qué manera el fútbol llega a constituirse como una cultura instituida en cada país. Para el caso mexicano, además de la etapa inicial como una práctica deportiva obrera, o como un deporte que contribuyó a formar identidades regionales, resulta fundamental recordar la transformación del fútbol en un negocio, como parte de las industrias de entretenimiento de los años treinta y cuarenta, con el surgimiento y difusión de la radio y, posteriormente, de los años cincuenta en adelante, la apropiación de la televisión de los derechos de transmisión de los juegos de la Federación Mexicana de Fútbol, y la consolidación de un conjunto amplio de equipos, cuya competencia en campeonatos estables le dio a este deporte una continuidad en el tiempo, acompañado por una serie de prácticas de comunicación cada vez más especializadas.

La corriente historiográfica conocida como historia del tiempo presente nos propone como corte temporal los años setenta para plantear preguntas de investigación. Precisamente, el mundial de México 70, fue un acontecimiento muy significativo porque se realizó dos años después del movimiento estudiantil y popular de México 68. En aquello años, el gobierno priísta de Luis Echeverría se benefició del efecto emocional que provoca el fútbol, aunque en lo deportivo la selección mexicana no ofreciera buenos resultados. En el último medio siglo, varias generaciones de mexicanos, en los diferentes episodios del ciclo mundialista han participado de manera ferviente como seguidores incondicionales del representativo nacional, obteniendo a cambio sólo algunos chispazos en algunos partidos que se vuelven memorables. Con la facilidad de Youtube se pueden repasar esos episodios.

Para comprender el significado complejo del fútbol en sus dimensiones económicas, políticas, ideológicas y deportivas, proponemos un acercamiento múltiple que permita recuperar las interconexiones que existen en diferentes escalas: globales, continentales, nacionales y regionales. Estudiar el fútbol profesional como un componente indisociable de la orientación capitalista de las relaciones sociales. Es decir, acudir a la economía política como el eje de la investigación.

Otro enfoque necesario es el que nos proporciona la psicología social y la sociología deportiva para incluir en el campo de investigación la construcción de memorias, identidades, narrativas e imaginarios. El funcionamiento ideológico del fútbol se logra a través de dispositivos especializados como el periodismo, los estilos de os comentaristas de radio y televisión y más recientemente los múltiples canales de las redes sociales. 

La sociología de la cultura, además de poner atención en las dimensiones objetivas, como son las instituciones, las organizaciones y las industrias, en su dimensión simbólica nos permite entender los procesos de identificación e interiorización de los símbolos en cuerpos y subjetividades. El fútbol es un deporte con reglas sencillas que le ofrece a públicos segmentados un sentimiento de logro y una sensación de victoria, en sociedades donde los referentes de sentido son cada vez más débiles. Finalmente, la sociología de la cultura, en su dimensión expresiva o performativa, nos ayuda a entender las prácticas de las y los aficionados al fútbol que con inventiva buscan exhibir, en un mundial, una supuesta identidad nacional. Para la experiencia mexicana en Qatar, quedan en la memoria las muestras de la “mexicana” alegría, del ingenio y de la capacidad para estar de fiesta, de los aficionados que hicieron el viaje, para vivir una frustración más que se acumula como un sentimiento de negatividad e incluso de enojo. Las identidades débiles que produce el fútbol se modificarán fácilmente en el siguiente ciclo. ¿Hay opciones para vivir de otra manera la afición al fútbol? Por eso vale la pena pensar cómo estudiarlo.

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