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Fernando González Domínguez*

Lo mataron un lunes por la noche. Era el 8 de diciembre del año 1980. Fue a las puertas de su casa en el edificio más feo según los envidiosos, el Dakota, que toma ese nombre porque estaba tan lejos del downtown como Dakota del Sur. Estaba maldito desde que ahí se filmó “El bebé de Rosemary” con la incomprensible Mia Farrow, hermana de Prudencia la amiga de John y Paul que les acompañó a la India, y que inspirara la canción “Dear Prudence”, “la que nunca salía a jugar” decía la letra del dúo McCartney-Lennon como firmaban en los inicios de los Early Beatles.

Dirigió esa cinta Román Polanski viudo desde el asalto de los Manson en California dos meses después del estreno de su película. La pandilla asesinó entre otras cinco personas a su mujer Sharon Tate embarazada. Al retirarse firmaron con sangre las palabras de Lennon y McCartney “Helter Skelter” (En México se le tradujo “Desorden” nombre de una pieza del mítico Álbum Blanco). Por eso se pensaba maldito el edificio del Upper West Side en Manhattan de la calle 72, construido por el mismo arquitecto que levantara veinte calles rumbo al centro el famoso Plaza, joya del patrimonio monumental neoyorquino.

En el año 80 del siglo pasado no existían ni las redes sociales ni la Internet, sin embargo, en cuestión de segundos la noticia del asesinato de John inundó las redacciones de diarios y noticieros en todo el mundo. La noticia provenía principalmente de la transmisión de la NFL de su juego del lunes por la noche. En el hospital Roosevelt estaba en emergencias en espera de atención un productor de TV que alcanzó a reconocer a John a minutos de que fue baleado y le ingresaban apuradamente con una Yoko desquiciada. La llamada de ese productor detonó el tsunami informativo. Acababa de ocurrir el magnicidio más grave de la historia moderna solo superado por el de otro John, Fitzgelard Kennedy (el de Robert, Martín Luther, el de Indira u Olof Palme o Sadat, no provocarían tanto ruido mediático. Tampoco el de Lincoln o Ferdinand de Austria). El mundo se cimbró y empezaron a sonar en todas las estaciones de radio la voz de Johny. Se oyó a coro en todas las frecuencias de AM y FM como si doblaran cual campanas el llamando a duelo al ritmo de “Give Peace a Chance”, “Que llegue la Paz”.

En los noventas pasé una noche en Nueva York y visité el Dakota, justo el 8 de diciembre. Mi hotel estaba a unos pasos de Strawberry Fields que es el pedazo de parque que Yoko mantiene por miles de dólares mensuales donados al mismo gobierno que le combatió y quiso expulsarlo por su oposición a la guerra en Vietnam y que el Beatle dobló en un juicio migratorio alrededor de cincuenta años antes. John y Yoko contrataron carísimos espacios publicitarios para anunciar “Feliz Navidad. La Guerra terminó, si tú quieres” decía la pareja con ironía. Esa noche cantamos bajo un invernal frío calentados por velitas y veladoras que recordaban a John. No éramos más que unos cientos de cantantes improvisados pero nuestra interpretación se oía en todo el emblemático Parque Central. Fue sin duda una experiencia emocional muy fuerte y sembró en mi un compromiso: ponerle una estatua o monumento al malogrado John. Ese compromiso sigue. Pronto.

John Lennon era una celebridad que regresaba de un breve reposo familiar. Volvió a los estudios a grabar su “Double Fantasy” y a asegurarse de que su estabilidad familiar estaba fuera de duda. Los últimos años los había dedicado principalmente a su “beautiful boy” Sean, y a consolidar su relación amorosa con Yoko después de serios problemas de un segundo largo fin de semana como calificaba su separación de la japonesa. Ono, culpable años antes de la canción más bella del pacifismo de Lennon, “Imagina” y que el propio John la había ya reconocido al menos como coautora de esa pieza, recibió de su marido un gran homenaje con la edición de su LP póstumo: “Woman” -“Mujer”- es un homenaje adelantadísimo a los días del feminismo moderno expresado de la manera más tierna de alguien que en los sesentas se decía a sí mismo un macho y violento Teddy Boy. En calidad ya de productora Yoko Ono firmó el Doble Fantasía con una irónica pieza que llegó sin problemas a los tops de las listas mundiales con el “Starting Over”, “es como volver a empezar”. Nunca pasó. Lennon fue ultimado antes de empezar de nuevo.

Parecería que la existencia de los Fab Four duró mucho. Solo fueron siete años, entre 1962 y 1969, pero como declarara John: “todo fue un hermoso sueño del que teníamos que despertar”, cuando se separó el cuarteto.

Prevalece en el imaginario colectivo que la segunda esposa de Lennon fue la culpable de su separación. No fue así. Existían diferencias entre John Winston y James Paul sobre quien debía ser el manager, director o gerente principal de The Beatles. Paul se inclinaba por su cuñado John Eastman y su suegro Lee padre de su querida esposa Linda, y John por Allen Klein que habría dirigido a los Rolling Stones y a The Animals entre otros (ver su psicodélico video de “Simpatía por el Diablo” en un ambiente de circo en donde participan Yoko y John en pleno éxtasis. Búsquenlo en YouTube). Ringo, Ricardo Starkey, por su parte tenía cada vez más propuestas fílmicas que atender.

George estaba harto de esos temas gerenciales y buscaba el camino de la reflexión y la libertad como autor que le llevó nada menos que a firmar dos de las piezas fundamentales de la historia beatle: “Something”, la segunda canción más “versionada” de la historia -“Yesterday” es la uno-, y “Here Comes the Sun”, la canción del cuarteto más solicitada en el dispositivo Alexa. Ambas canciones en su álbum final Abbey Road, que contiene por cierto la fotografía más conocida e imitada de toda la historia de la música, el paso de cebra que siembra el rumor de un Paul rumbo a su entierro. Once años después era Lennon al que iban a sepultar verdaderamente. Unos años más tarde el hermano menor, Harrison, le acompañaría no sin antes producir e inspirar con su “Concierto por Bangladesh” a todos los conciertos futuros con causa.

Vale la pena echarle un ojo al largo documental de Peter Jackson, el director y productor de la saga “El Señor de los Anillos”, está en Disney Chanel. Es todo un documento que permite ser testigo de la buena relación Linda & Yoko. De la mala relación a veces de los cuatro; además de conocer al verdadero quinto beatle Billy Preston y su buen humor. Contagiaba a un Lennon y a un McCartney y que constantemente mostraban sin quererlo, el cariño que especialmente se tenían ambos.

Alguna vez me dijo mi amigo Sergio Mancera, músico de conservatorio y el mejor guitarrista del rock mexicano según sus pares, requinto de excelencia en el TRI, que la ejecución de John en la pieza “Get Back” no tiene paralelo, está a la altura de los dioses del requinto.

Vayan a verlo a las redes, y escuchen la broma de JWL al concluir la pieza y agradecer que les permitieran audicionar en una azotea del centro de Londres.

Paul McCartney le escribió a John Lennon, superado el shock del asesinato, “Here Today“. Le confiesa que está conteniendo el llanto y le dice que desearía que hoy estuviera aquí. Esta canción la interpreta en cada presentación -lo hizo hace unos días en el Foro Sol de la CDMX en sus dos conciertos- cuarenta y tres años después de que un fanático loco asesinara a Johnny. Paul confiesa que le ama. Por lo pronto Lennon sigue libre en el aire, en las redes y en toda expresión de paz y amor que se considere digna. Elton John, su gran amigo y que a modo de homenaje toma su nombre John como apellido, le invita a salir a jugar al jardín vacío en que se convirtió el Central Park frente al Dakota. Hey, hey Johny ¿No vas a salir a jugar? Como la querida Prudencia. Por su parte George Harrison le dedica la bella “All those years ago” en la que le reconoce ser el único que señalaba el camino de la verdad cuando John decía: “Todo lo que necesitas es amor”.

*Director General de Factor D Consultores