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Juanita, profesión madre. Nacida en un pequeño pueblo del Estado de México, desde pequeña supo del rigor del trabajo, sus padres la llevaron a la ciudad de México, donde se levantaba temprano y atendía, subida en un banquillo, la caja de cobro de una panadería, a pesar de su corta edad, era muy buena para hacer operaciones matemáticas. Una vez que con el tiempo se casó, adquirió maestría suma en la profesión de ser madre. Atendió amorosamente a sus hijos, hasta que se independizaron y abandonaron el hogar, su esposo y ella, experimentaron el síndrome del nido vacío. Su rutina los llevó a, una vez terminada la comida y limpiado la cocina, se apoltronaban frente al televisor y mientras ella bordaba, pintaba, o ambos escuchaban música, los viernes esperaban ansiosos el programa de Cristina.

Cristina Pacheco pasó a formar parte de la familia, sus programas eran esperados con mucho entusiasmo. “¿Ahora a quién entrevistará Cristina?”, se preguntaban Juanita y su esposo, la nombraban por su nombre, la admiraban, tan culta, tan humilde, tan humana. Trata por igual, con mucho respeto a las trabajadoras domésticas, a los albañiles, a los poetas, músicos, investigadores, artistas, escritores. Tiene una plática amena, parece que está en la sala de su casa atendiendo con curiosidad y mucho conocimiento a sus invitados a los que a veces deja sorprendidos con los datos que proporciona en sus preguntas. Su programa es muy interesante, divertido, siempre tiene comentarios graciosos, chuscos, no usa malas palabras, no ofende con sus intervenciones, su curiosidad es sana, hace preguntas inteligentes, busca información y sabe ahondar en todo tipo de temas.

Durante la semana, Cristina seguía en las conversaciones cotidianas, se recordaban las canciones, los libros, las personas entrevistadas, sus actividades. Las visitas a los mercados le fascinaban a Juanita que, a pesar de ser excelente cocinera, llegó a conocer nuevos productos, nuevas recetas que siempre trataba de poner en práctica tratando de enriquecer su acervo culinario. Disfrutaban las entrevistas a cantantes de boleros y música romántica; sus canciones los acompañaban hasta el siguiente programa, tarareaban y si tenían los discos, el programa les motivaba a desempolvarlos, reproducirlos y escucharlos mezclando sus recuerdos, añoranzas y experiencias vividas al son de esa música. No era raro que fijaran sus miradas, se tomaran de las manos y a veces si se tenía el ánimo, se levantaran y en un abrazo se fundieran para al ritmo de la música, bailar y disfrutar de su mutua compañía. El esposo de Juanita tenía una fuerte voz de barítono y la lucía cantándole esos boleros, o canciones que había escuchado en el programa de Cristina. No faltaban comentarios sobre la letra y armonía de las canciones, “esa si era música” no que ahora dicen cada barbaridad, ya no tienen respeto, son canciones groseras estruendosas.

Foto: Rogelio Cuéllar