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Muchos nombres de mártires de nuestra América llenan una larga lista de asesinados por los poderes criminales. Nuestra patria grande ha sufrido permanentes Viernes de Dolores y torturas, semanas santas interminables.

La Semana Santa es una meditación sobre la detención, la tortura y el asesinato de Jesús por los poderes político y religioso de su tiempo. No pueden seguir escuchándolo denunciar sus injusticias, sus pecados, sus hipocresías farisaicas. Sufren opresión y explotación los esclavos obligados a pagar impuestos al César. Es necesario eliminar a este personaje, esa es la exigencia de los Escribas, Fariseos y Maestros de la Ley cómplices del imperio romano.

La Cruz ha sido, para los campesinos y oprimidos, una fiesta cristiana anclada en el Viernes Santo más que en el Domingo de Resurrección. Recuperar su valor originario consiste en considerarla como una consecuencia histórica de la vida de Jesús.

La Semana Santa recupera el sentido auténtico y primigenio de la fe cristiana. Es decir, se trata de redescubrir el dinamismo del Evangelio, recordar que tantos y tantos cristianos a lo largo de la historia han buscado vivir su fe al servicio de los pobres.

Es necesario interpretar de otra manera el Evangelio, libre de los anteojos burgueses, sacar a la luz las figuras históricas que actuaron en su tiempo como liberadores: desde Moisés hasta Bartolomé de las Casas, desde los padres de la Iglesia hasta Camilo Torres… Y Gaspar García Laviana y Ernesto Cardenal y Don Samuel Ruiz, Don Arturo Lona, Don Sergio Méndez y el Obispo que trabajó hasta el final de sus días con los tarahumaras… y…

Entonces la lectura del Evangelio muestra todo su potencial liberador descubriendo a Jesús no como un adormecedor de conciencias sino como un personaje histórico comprometido con las causas del pueblo que Anuncia el Reino de Dios y que Denuncia el pecado -la miseria, la injusticia, el hambre, la explotación- síntomas y consecuencias del pecado, del pecado estructural: “Se trata del pecado como un hecho social, histórico, ausencia de fraternidad, de amor en las relaciones, ruptura de amistad con Dios y con los hombres”.

Preguntémonos con honestidad intelectual ¿qué relación se da entre la fe de los creyentes de nuestros pueblos con el mundo, con el hombre, con los problemas? La importancia de la acción humana es el punto de partida de toda reflexión, porque… “Si la historia humana -dice Gustavo Gutiérrez- es una apertura al futuro, aparece como un quehacer político. Construyéndola, el hombre se abre al don que da sentido último a la historia: el encuentro definitivo y pleno con el Señor y los demás hombres… Es más, sigue diciendo, únicamente haciendo esta verdad se verificará, literalmente, nuestra fe”.

Se hace valer el comportamiento concreto, el gesto, la acción, la praxis más allá de lo doctrinal. Porque la fe cristiana no sólo no es ajena a la transformación del mundo, sino que conduce necesariamente a la construcción de la fraternidad y de la comunión en la Historia.

Se descubre el papel de la fe en “su potencial liberador, su dimensión política en el más amplio y profundo sentido, su capacidad para motivar profundamente para la acción, su exigencia de una liberación INTEGRAL del hombre y su dimensión salvífica…”.

Así, se Denuncia el pecado, la violencia institucionalizada, la injusticia. Y se Anuncia el advenimiento de una sociedad nueva, de lo que se ha llamado El Reino de Dios. Lo que mueve al pueblo cristiano es su fe, su esperanza, su incierta seguridad de que todo esto es posible. La voluntad de Dios no se confunde con la resignación, el conformismo, la pasividad y aceptación de un destino impuesto por los poderosos.

El sentido más profundo de esta conmemoración cristiana lo expresó el mártir Mons. Oscar Arnulfo Romero asesinado justamente cuando presidía un mitin revolucionario, celebraba misa en la capilla de un pueblito campesino: “Si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño”. La crueldad del ejército salvadoreño criminal se cebó en otros mártires jesuitas a quienes mató en su casa universitaria junto con una mujer y su hija.

Jesús ha sido torturado nuevamente por las dictaduras militares en Brasil, en Chile, en Argentina, en los campesinos indígenas de El Salvador y Guatemala. Ha sido asesinado y desaparecido en los migrantes de todo el mundo, en los pueblos invadidos, saqueados y asesinados por nazis, yanquis e israelíes…

Muchos cristianos han ofrendado su vida en este compromiso. Llevados por su Fe, alentados por la Esperanza, movidos por la Caridad, han encontrado sentido a la vida en la entrega desinteresada por los pobres, los explotados, los desamparados de este mundo. La fe del cristiano no tiene que ver con fanatismos preconcebidos sino con el compromiso por la Justicia, con Viernes de Dolores sí, pero también con Domingo de Resurrección.