loader image

Hoy 27 de marzo, Día Mundial del Teatro, estamos a punto de presentarnos en el prestigioso Festival de Teatro Alternativo de Bogotá (FESTA), en Colombia, con el montaje Estampas Zapatistas con el que Mulato Teatro empezó su trabajo comunitario en el poblado de Ticumán, Tlaltizapán, hace cinco años. Por estas fechas este dramaturgo se encontraba también en estas tierras y en este FESTA desde donde escribía aún las últimas escenas de la obra que hace homenaje a Emiliano Zapata, pero también a las mujeres y hombres que pelearon a su lado. Y en las correrías por la fría Bogotá, se me ocurrió entrar sobre la Carrera 7ª y Calle 24 al mercadillo de las pulgas que los domingos ofrece a los paseantes desde artículos como ropa usada hasta artesanías y antigüedades.

El alma de acumulador (y de productor de teatro) me llevó por los corredores comprando fundas para revólver, una lámpara de queroseno, una plancha vieja. Pero de pronto un vuelco me dio el corazón cuando frente a mí se presentaban unos fonógrafos antiguos y réplicas modernas de los mismos. Pregunté el precio y calculé el cambio de peso colombiano a mexicano y me pareció una ganga. Lo compré y corriendo subí a un taxi rumbo a casa de mis amigos Patricia Ariza y Carlos Satizábal, donde amablemente me hospedaban. En el trancón (embotellamiento) rumbo al barrio de La Candelaria, la voz de mi directora Marisol Castillo me taladraba la cabeza: “Ya no metas más chácharas de producción en la obra”. Yo me había dado vuelo solicitando carabinas 30-30 y fusiles mauser y lámparas de minero y mil y un chunches más en las acotaciones de Estampas Zapatistas. Por las fundas de revólveres la directora no tendría reparo pero ¡un fonógrafo!

En mi mente además estaba la tortura de ¿cabrá o no el aparato en la maleta? Amén de ¿cómo justifico la compra del fonógrafo? A la mañana siguiente, en casa de mis afamados anfitriones, me di a la tarea de escribir la escena en donde la mujer del asesino de Eufemio Zapata venía a pedir clemencia a Emiliano, ayudada por Josefa Espejo. Ya había estructurado en la cabeza el devenir de la escena pero de repente la luz al final del túnel se hizo: Emiliano entraba a una habitación humilde y echaba a andar el viejo fonógrafo con una música melancólica. Mi pecado estaba expiado. Terminé la escena que salió por e-mail vertiginosamente porque en Ticumán había ensayo un rato después y la directora esperaba la nueva escena.

Los mensajes de whatsapp no se hicieron esperar: “Te dije que ya no metieras más tarugadas de producción… ¿De dónde carajos vamos a sacar un fonógrafo?” Guarde estoico silencio que se iba convirtiendo en gesto sádico mientras se abreviaban los días de estancia en Bogotá. Y yo seguía sin contestar a la pregunta que se repetía a diario en los mensajes de teléfono. Cuando arribé a Mulato Teatro en Ticumán, después del beso y abrazo de saludo cariñoso, Marisol volvió a espetarme:

  • ¿De dónde carajos vamos a sacar un fonógrafo?
  • ¡De aquí! -respondí presuroso abriendo la maleta.

El brillante y bello aparato hizo su magia y sedujo a la directora de escena que tuvo que conformarse con un ligero movimiento de cabeza en negación al tiempo que una sonrisa anunciaba su claudicación ante el conato de batalla.

  • Tenías que ser, Chabaud.

Esa es la historia del fonógrafo que pueden ustedes ver en la foto al lado derecho de Josefa y Emiliano. ¡Feliz Día Mundial del Teatro!

Lo siguiente va en recuadro y con fondo gris

ESTAMPA “NO ME LO MATE, GENERAL”*

Emiliano, sentado y con un moño negro en el ojal de su chaqueta, escucha música de un gramófono. La mirada perdida de Emiliano, a un tiempo rabiosa y dolorosa, nos hace ver que lleva en el pecho un volcán a punto de hacer erupción. Ya avanzada la música, entra Josefa que viene acompañada de Anastasia.

JOSEFA: Ella es la mujer, Miliano.

ANASTASIA: Anastasia me nombro…

EMILIANO: No la quiero ver…

ANASTASIA: Pero yo sí, general…

EMILIANO: Llévate a la jodida ésta, Josefa…

JOSEFA: Cuando menos oye sus razones, no te pide más… Cuando menos eso le debes.

EMILIANO: ¡No le debo un carajo a la hija de la chingada ésta! En todo caso, ella me sale debiendo un resto…

ANASTASIA: Y le voy a deber todavía más, general…

EMILIANO: Mi sangre contra tu sangre, mujer…

ANASTASIA: Anastasia me nombran…

EMILIANO: ¿Cómo lo engatusaste, pues?

ANASTASIA: ¿Yo? Ay, general Zapata, como si lo hubiera necesitado el maldito de su…

EMILIANO: ¡¡No te llenes la boca con su nombre que no respondo!!

ANASTASIA: No me lo mate. Es un bueno hombre, mi marido le ha guerreado a usted y él no se lo merece, no lo buscó…

Josefa se sienta en la tierra, tomando la mano de Emiliano que la mira apenas y se le saltan las lágrimas.

JOSEFA: No te engañes, sabes que ni ella ni el marido son culpables… Adentro de tu corazón lo sabes… Que el sentimiento no te nuble, Miliano…

EMILIANO: ¡Carajo, carajo, carajo…!

ANASTASIA: General, yo…

EMILIANO: ¡Puta!

Josefina va a hablar pero se adelanta un paso Anastasia, decidida, hablando suave.

ANASTASIA: No, señor, usted será muy general y muy jefe de nuestras fuerzas y todos le queremos mucho pero no puede convertirse en un asesino ansí por nomás…

EMILIANO: Tu marido mató a mi hermano por tu culpa…

ANASTASIA: Por la culpa de él solito…

EMILIANO: Mientes…

ANASTASIA: Eufemio agarró a cuanta mujer se le antojó sin pedir consentimiento… Nomás nos agarraba y ya…

EMILIANO: Y tu quisiste…

ANASTASIA: Ya hubiera querido él… Por la fuerza… Y le importó un cacahuate que estuviera casada…

EMILIANO: No te creo…

ANASTASIA: Allá usted y su conciencia… Cuando iba yo a hacer tremendota cochinada frente a mis hijos chicos…

EMILIANO: ¿Te tomó frente a tus niños?

ANASTASIA: Como lo oye…

JOSEFA: No te engañes, Miliano, Eufemio Zapata agarraba lo que quería tratándose de hembras…

ANASTASIA: Y sobre la violencia de su hermano ora me quieren dejar viuda y sin sustento pa que traguen mis hijos…

EMILIANO: ¡¡Tu marido mató a mi hermano, con una chingada!!

ANASTASIA: ¡¡¡Al mismito que me violó, con cien chingadas!!!

JOSEFA: Tú sabes lo que es justo, Miliano…

Emiliano separa con dulzura la mano de Josefa y se levanta, quita la música del gramófono y se aproxima a Anastasia que retrocede asustada.

EMILIANO: Le tengo una condición, Anastasia… Si no me la cumple, su marido se pone a chupar faros y lo afusilamos por la mañana…

ANASTASIA: Usté nomás disponga…

Emiliano se arrodilla frente a Anastasia, no puede contener el llanto.

EMILIANO: Mira, mujer, lo único que quiero es… Te pido, vale, que perdones a Eufemio…

ANASTASIA: Hijo de su…

EMILIANO: Ya le hicieron justicia… Tu marido la cobró, ojo por ojo… Ojo por ojo y nos quedaremos ciegos… Dale, pues, tu perdón… Sólo esa cosa te ando suplicando para mi hermano…

ANASTASIA: ¿Y me lo suelta?

EMILIANO: Y lo suelto y se van lejos, con dos caballos y dinero en los bolsillos…

ANASTASIA: ¿Cuándo van a entender los pinches hombres que no somos cosas sino personas?

EMILIANO: Más nos vale… Tienes valor, mujer, eres bragada y eso lo respeto…

ANASTASIA: Pos nos deberían de respetar a todas, carajo…

JOSEFA: Ya puedes irte, Anastasia…

EMILIANO: Eso, ya vete…

ANASTASIA: Y me voy preñada de Eufemio, preñada por fuerza… Su sobrino ha de nacer, general, pero no le vamos a poner Zapata… ¡Nuncamente!

Emiliano consiente con la cabeza. Hace un gesto a Josefa que se levanta y acompaña a Anastasia afuera.

EMILIANO: Déjenme llorar a mi hermano que ya pagué sus deudas…

ANASTASIA: Allá arriba que el patrón lo contemple, pero se me hace que no le alcanza…

Salen Josefa y Anastasia. Emiliano da vuelta al disco y se sienta a rumiar su dolor y rabia.

* De la obra Estampas Zapatistas de Jaime Chabaud