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El desarrollo de un país se sustenta, básicamente, en cinco elementos: educación de calidad, salud digna, seguridad pública eficaz, estado de derecho pleno y democracia auténtica. En el diseño institucional, se cuenta con principios, mecanismos e instrumentos constitucionales encaminados a darles efectividad en la realidad. Cuando uno de esos elementos falta, o tiene carencias e insuficiencias, o falla, o es débil, el riesgo de que el país retroceda o se paralice, crece exponencialmente, con la afectación que acarrea a la población. Eso parece ser, en la actualidad, el escenario no deseado para la educación.

En estos días se presenta la discusión sobre los libros de texto gratuito para niños y niñas de escuela primaria. Si bien se escuchan voces críticas autorizadas, sobre cuestiones pedagógicas, técnicas mínimas en su conformación y contenido, así como objetivos educativos, lo cierto es que, ante los ojos del común de la gente, parece una lucha encarnizada entre dos bandos, a todo o nada, que impide escuchar a quien no piensa igual que uno; hay un rechazo de plano, sin reflexión mínima a lo expuesto por la contraparte, aunque tenga argumentos sólidos. Con tanta polvareda demagógica, ideologizada y dogmática, se pierden los puntos medulares de la problemática. En especial, se olvida al binomio nuclear del proceso educativo: maestro(a)-alumno(a). Las cifras muestran una realidad inobjetable: en un país de aproximadamente 129 millones de habitantes, 13.5 millones cursan la primaria (12.2 en escuelas públicas). Es decir, poco más del 10%, son niño(a)s en etapa escolar primaria. No se les puede tomar a la ligera en las decisiones que los involucra.

No voy a sumarme a la confrontación. Más bien, quiero llamar la atención en dos ausencias en el pretendido nuevo sistema educativo nacional. Los principales ausentes son los destinatarios naturales de la educación (niñas y niños), quienes no fueron consultados sobre los contenidos de los libros. Es claro que se pasó por alto el principio constitucional del interés superior de la niñez, que impone la obligación al gobierno de velar por el mayor beneficio a niñas y niños en el diseño de políticas públicas y en las acciones que les impacte o les afecten. Ante esa violación de derechos es obligado un pronunciamiento de las comisiones públicas de derechos humanos.

Por otra parte, al revisar el contenido de algunos libros, se observa otra ausencia relevante, la del tema de los derechos humanos. En efecto, en los libros de primaria, las menciones a los derechos humanos son aisladas y pocas. En Nuestros Saberes (4°), 7 ocasiones; Proyectos Escolares (5°), 21 veces; Proyectos de Aula (6°), 8 veces. En los libros-guía de los maestros, el panorama es igual o peor: Un Libro sin Receta (3°, 5°, 6°), 2 veces, 0 menciones y 6 ocasiones, respectivamente. Es hasta la secundaria, en el curso de Ética (1°), cuando se incluyen 2 apartados al tema de los derechos humanos. Si queremos que la base del desarrollo del país se centre en los derechos humanos, tendría que inculcarse su conocimiento y respeto desde el inicio de la educación de las y los niños y niñas. Es un tema de formación de la niñez mexicana. Ese faltante requiere ser cubierto.

En el fondo del debate, referido al perfil del alumno(a) que se busca formar para el futuro, me pregunto: ¿acaso, será muy difícil encontrar un equilibrio entre fomentar el desarrollo individual de cada educando e inculcar el objetivo de superación personal, con la búsqueda de lograr un beneficio colectivo y común, al ser parte de una comunidad? Es decir, formar un individuo aspiracionista con conciencia social. Creo que un esquema así es perfectamente viable. En todo caso, corresponderá a cada alumno(a), en su momento, tomar sus decisiones con libertad y no con prejuicios impuestos. Hay que dejar de lado ideas preconcebidas de quienes buscan imponer un modelo educativo.

Sería muy ilustrativa realizar una encuesta libre y anónima entre los maestros y maestras para saber su acuerdo o desacuerdo con que se utilicen los nuevos libros, y salir de dudas de sí se les pidió o no su opinión. En el mismo sentido, tendría que promoverse una votación a mano levantada (como le gusta realizar al ejecutivo), en sesiones especiales, entre los padres de familia sobre si consideran que los libros que se pretenden utilizar en el nuevo ciclo escolar resultan la mejor opción de enseñanza para sus hijos e hijas. En ambos casos, el resultado es previsible.

Ante esa realidad, ahora, más que nunca, por el bien de todos, primero los niños y las niñas.

* Investigador del Programa Universitario de Derechos Humanos de la UNAM.

eguadarramal@gmail.com

Posible entrecomillado:

…¿acaso, será muy difícil encontrar un equilibrio entre fomentar el desarrollo individual de cada educando e inculcar el objetivo de superación personal, con la búsqueda de lograr un beneficio colectivo y común, al ser parte de una comunidad?