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La Banda de Tlayacapan: para preservar las cosas que le dan sentido a la vida

Gina Batista y Germán Muñoz

La Banda de Tlayacapan es una institución popular pero, como las de otras regiones y pueblos tiene una historia con una raíz muy profunda en la historia de nuestro estado, según Cornelio Santa María, su director, la Banda de Tlayacapan fue la que acompañó ni más ni menos al general Zapata en la Revolución.

Como dice Santa María, la de Tlayacapan no es cualquier banda de pueblo, ésta es la encargada de conservar las cosas que le dan sentido a la vida: “toda su tradición, las fiestas, los Carnavales, las mayordomías, las procesiones, los rituales y hasta las fiestas de bodas. Nos debemos al pueblo”.

La tradición es importante, es ahí en donde se basa la música, la emoción y hasta la interpretación de la Banda de Tlayacapan, pero Cornelio Santa María ha buscado imprimirle el pulso de la actualidad de un país entero, “empecé por darles mis puntos de vista, hablar de los valores del pueblo y de la Banda”, con lo que consiguió no solo mantener la agrupación, si no imprimirle una nueva alma y una nueva personalidad que distingue a la Banda de Tlayacapan hasta la fecha y la hace destacar mucho más allá de los confines del estado.

Cornelio Santa María también sigue sus propias tradiciones, la dirección de la Banda la heredó de su padre, Brígido Santa María, su compromiso con la música y con su pueblo los trae en la sangre y en el espíritu.

La Banda, La Jornada y Carlos Payán, quien descansaba trabajando

Cornelio Santa María recuerda con cariño al fundador de La Jornada, Carlos Payán, con quien compartió muchos fines de semana en Tlayacapan, prácticamente la sede alterna del diario los fines de semana. Payán lo invitaba para que viera cómo se hacía el periódico, “desde el viernes hasta el domingo don Carlos Payán venía a Tlayacapan para descansar y hacer La Jornada desde acá”.

 

“Tuve la fortuna de que en una ocasión me llamó nada más para sentarme ahí, en la mesa en donde él trabajaba con los de redacción. Me dijo que quería que viera cómo hacemos La Jornada, cómo trabajamos, ‘igual que ustedes’. De su mano tuvimos muchas experiencias y aprendimos de la forma de ver la vida y, sobre todo, de la aplicación en vida de los valores”.

Y, en aquella mesa, en el refugio morelense del fundador de La Jornada, Santa María atestiguó de primera mano cómo una noticia o un acontecimiento podría ser analizado desde diversos puntos de vista, dependiendo de los colaboradores y articulistas en turno, que frecuentemente llegaban a conclusiones diferentes, pero siempre bajo la mirada profunda y la total atención de Carlos Payán. “Tuve el privilegio de escuchar. Eso es el periodismo. Darles la voz a todos”.

Hasta la casa de Tlayacapan acudían los Jornaleros, pero también los políticos, hasta gobernadores, pero en mangas de camisa y sin corbata, “algo que yo aprendí de Don Carlos es que para él los títulos se quedaban colgados en un cuadro de una oficina”.

Los políticos, periodistas y escritores a veces solo iban a escuchar a la Banda el 10 de agosto, que es la Fiesta de San Lorenzo, el santo patrono de Tlayacapan cuyo templo se ubica justo frente a la casa en donde vivía Payán y razón por la cual éste conoció a la Banda y se encariñó con ella.

Cornelio Santa María también guarda un profundo respeto y aprecio por el fundador de La Jornada, desaparecido hace menos de un año.

Santa María reconoce que gracias a Payán, Tlayacapan cuenta con una Casa de la Cultura que incluso atrae al turismo al municipio y cuya edificación se decidió precisamente un 10 de agosto, en la feria patronal, cuando Cornelio tocaba con su Banda. En un descanso, el director de La Jornada lo llamó a una reunión que sostenía con el entonces gobernador:

“A ver, Cornelio, ¿qué crees que sea más importante, un centro de salud o una casa de la cultura?” y él le respondió que las dos cosas, que no se podía elegir entre la salud de la gente y el desarrollo cultural de los pueblos “yo no me podía aventar un volado para decidir por ninguna de las dos”, confiesa, el periodista y el político escucharon las razones de Cornelio quien no se pudo quedar más tiempo puyes necesitaba regresar a tocar con la banda. Al parecer, nadie se tuvo que echar ningún volado -o, si lo hicieron, la moneda cayó de canto- porque poco tiempo después se construyeron ambas cosas.

Hoy la Casa de la Cultura de Tlayacapan tiene un pequeño museo, salas de exposición y talleres en donde se imparten clases de danza, teatro y, desde luego, música. Ahí, una de las salas lleva el nombre de Brígido Santa María, en honor al padre de Cornelio.