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Estamos ya en una de los ciclos anuales más peligrosos: la época de incendios forestales que, como cada año, pondrá a prueba nuestra capacidad de prevención y de organización y que, como pocos fenómenos, tiene un poder devastador cuya magnitud y costos son difíciles de calcular.

Los incendios se presentan con mayor frecuencia hacia finales de la estación más seca, a finales del invierno y principios de la primavera, por lo que desde enero pueden generarse por la poca lluvia y la menor humedad en las comunidades vegetales. En todo México se considera temporada de incendios de enero a junio, con una mayor incidencia en los meses de abril y mayo.

La Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) registró el año pasado 6 mil 755 incendios forestales, que afectaron 739 mil 625 hectáreas. En nuestro estado en 2022 se quemaron mil 722 hectáreas en 210 siniestros.

En los últimos tres años la superficie arrasada por el fuego en nuestro país ha ido en aumento pues, en promedio cada evento de este tipo durante el año pasado, afectó 109.49 hectáreas, 90.06 en 2021 y 64.08 en 2020.

Ciertamente los incendios forestales, por los ritmos del clima, se podrían considerar naturales, y eso es verdad pero solo en una mínima parte, la CONAFOR calcula que solamente el 2.28 por ciento son incendios naturales, en cambio las actividades ilícitas y prácticas agrícolas ocasionaron el 49.74 por ciento de ellos. Es decir, estamos principalmente ante un problema de control y, por lo tanto, prevenible.

Uno de los incendios recientes de mayor gravedad se registró a finales del mes pasado en el Parque Nacional Pico de Orizaba, en donde ardieron 250 hectáreas, 40 por ciento de ellas en un área natural protegida, el director del Parque, Raúl Álvarez Oseguera, explicó que el incendio fue provocado por una quema agrícola mal controlada  y se propagó rápidamente por las condiciones de viento intenso y seco.

Vale la pena recordar el fuego -iniciado por un individuo supuestamente drogado- que, hace casi un año, arrasó el paraje “Los Corredores” en Tepoztlán y que dañó más de 145 hectáreas, por lo que se tuvo que cerrar el acceso por dos meses, aunque se pensó que lo ideal hubiera sido decretar una veda de cinco años. 

En lo que va del año, ya ha habido diez incendios forestales en Morelos, y empieza la temporada, lo que nos lleva a preguntarnos si estamos en condiciones de controlarlos y si se ha hecho algo para prevenirlos.

Son muchos los efectos de los incendios forestales como los que experimentamos que son, como se ve,desproporcionadamente mayores a los que habría por los ciclos naturales:  las plantas y árboles quedan desprotegidos ante las plagas y enfermedades, y se daña su capacidad de crecimiento, los suelos quedan expuestos y son susceptibles a la erosión; se pierden plantas que retengan el agua para que se filtre al subsuelo y recupere mantos freáticos, además de que desaparece el hábitat de la fauna silvestre. 

Por ello, a menos de que sean campos de cultivo o zonas productivas,  es difícil de calcular en pesos las pérdidas pero en España se ha calculado que allá cada hectárea incendiada implica un gasto de 10 mil euros por el costo humano y material que implica combatir el fuego forestal. En México, el año pasado, se ocuparon en sofocar fuegos forestales casi 324 mil personas ¿cuánto costó eso?

Los incendios forestales tienen más impacto de los que saltan a la vista y nosotros tenemos en nuestras manos la capacidad de prevenirlos, hacemos mal al considerarlos inevitables y también al esperar que aparezcan para combatirlos.

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