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En lo que concierne al género del terror, podemos decir que hemos visto ya muchas historias de posesión demoníaca que, para algunos, ya es un arquetipo bastante utilizado. Tenemos clásicos que lo han hecho de forma excepcional, como ‘The Exorcist’ (1973) de William Friedkin, ‘The Evil Dead’ (1981) de Sam Raimi o ‘Possession’ (1981) de Andrzej Żuławski.

Son unas cuantas cintas del subgénero las que realmente buscan romper paradigmas en la conocida fórmula, presentándonos algo fresco e innovador que nos haga apreciarlas a la par de atemorizarnos. Sin embargo, en años recientes, pareciera que las historias de posesiones han perdido tracción, recayendo una y otra vez en los mismos tropos narrativos, carentes de elementos creativos que las hagan destacar entre el resto. Podríamos pensar en cintas como ‘Hereditary’ (2018) de Ari Aster como ejemplares recientes; o quizás en ‘Jennifer’s Body’ (2009) de Karyn Kusama, que es ahora considerada un clásico de culto, pero en sí, las historias de este tipo están mucho más acostumbradas a sostenerse por abordar los lugares comunes y no ofrecer nada nuevo o interesante.

Y es esta breve antesala la que nos lleva a hablar hoy de ‘Talk to Me’ (2022), filme australiano dirigido por Michael y Daniel Philippou. En esta historia seguimos a Mia (Sophie Wilde), una adolescente que vive el duelo por la repentina muerte de su madre. Junto con su grupo de amigos, Mia descubre cómo conjurar espíritus usando una mano embalsamada, y antes de darse cuenta, tanto ella como el resto se enganchan en la sensación, hasta que uno de ellos sobrepasa el límite y desata tenebrosas fuerzas supernaturales.

Hablemos de ‘Talk to Me’.

Una historia que explora la cruda y brutal realidad de la adicción

Muchas son las cintas del subgénero las que nos presentan como protagonistas a un grupo de adolescentes ingenuos, quienes por azares del destino se encuentran con un artefacto que los conecta con seres y entidades paranormales. No obstante, lo que le da una bocanada de aire fresco a la cinta es la forma sutil en que su subtexto lentamente se te mete por debajo de la piel, golpeándote de lleno en el pecho al hacerte ver que todo esto es, en realidad, una alegoría a las adicciones.

Permíteme explicarte (sin demasiados spoilers, claro). Para conectar con los espíritus, uno debe tomar la mano, decir “háblame” y solo así uno de los cientos (o miles, no sabemos a ciencia cierta) se posará frente a ti. Con aspecto grotesco en la mayoría de los casos y un semblante espectral, el espíritu esperará a que uno le dé permiso de tomar posesión de su cuerpo, pero solo por 90 segundos. Para hacerlo, basta con decir “te dejo entrar” para que el espectro tome control completo de ti, pero ojo: si sigues aferrado a la mano por más de 90 segundos, los espíritus querrán quedarse.

Por alguna razón, esos 90 segundos generan un estado eufórico en los personajes. Al terminar, no pueden evitar reírse a carcajadas y mofarse de lo divertido que fue, señalando que ha sido una de las mejores sensaciones de su vida. Y uno tendría que estar ciego para no darse cuenta que este sentimiento hace referencia a la experiencia que trae consigo el consumo de drogas, dando un estímulo sensorial que posteriormente será arrebatado de forma repentina. Esto lo notamos de forma paulatina con los personajes –sobre todo con nuestra protagonista–, cuyos semblantes se notan cada vez más decaídos y dependientes de esta sensación.

Pero esta brutalidad no la sentimos palpable solamente a través de la puesta en escena o de la sombría fotografía, sino también a través de elementos visuales y sonoros que te ponen los pelos de punta.

Un debut directorial sin precedentes

Los recursos narrativos que utilizan los Philippou para generar tensión en la cinta tienen como objetivo incomodarte, más allá de sacarte un susto barato. Con un audaz trabajo de cámara, un ingenioso guion que se compromete a superar las expectativas, y una dirección perspicaz, Michael y Daniel Philippou se catapultan en el género como cineastas que realmente se apasionan por hacer cine y anteponen originalidad por encima de trivialidad. Y lo mejor de todo: ‘Talk to Me’ es su ópera prima.

Por si no lo sabías, los directores de ‘Talk to Me’ incursionaron por primera vez en el género con su propio contenido en un canal de YouTube, cuyo usuario es @RackaRacka. En él, ambos directores generaban parodias de grandes franquicias como Harry Potter o Marvel, inclinándose también por el género de comedia y acumulando millones de seguidores. Para sorpresa de muchos, estos mismos ejercicios les dieron las herramientas necesarias para hacer su debut en la pantalla grande con un filme fresco que rompe paradigmas, indudablemente cimentándose como una de las películas de terror más escalofriantes del año.

Y es que son varios factores los que hacen de la cinta una historia punzante que te acompañará por días, o incluso semanas. Uno de ellos es el diseño sonoro, el cual se escabulle sigilosamente por debajo de tu piel y hace retorcer tus entrañas. El terror que traza no solo te pone la piel de gallina, sino que también invade tu psique para recordarte lo escalofriante que es estar deprimido y anhelar, más que nada, el contacto humano.

El duelo y la depresión como dos entidades que acechan los rincones de cada habitación

Como te lo compartí anteriormente, nuestra protagonista, Mia, navega esta historia un año después de la muerte de su madre, intentando hacer sentido de lo que ocurrió y darle cierre al trágico suceso. Sin embargo, Mia no encuentra confort ni siquiera con su padre que todos los días la espera en casa, por lo que la mayoría del tiempo busca estar con su mejor amiga, Jade (Alexandra Jensen), y su hermano (Joe Bird). Para ella, son la familia que quisiera tener, pero ni siquiera eso parece hacer la carga emocional de sus hombros más ligera, a pesar de que frente a los demás aparenta estar bien.

El aferramiento de Mia hacia la mano y las conjuraciones espirituales es un claro indicio del estado mental en el que se encuentra el personaje, cuyas decisiones y motivaciones están determinadas, en su mayoría, por el confort que le genera mantener la puerta al otro lado abierta. Es precisamente ahí donde toma fuerza el mensaje central de la cinta, recordándonos cuán oscuros y siniestros pueden ser los lugares a los que vamos cuando la depresión se siente como nuestra única compañera; esa otra entidad que perturba casi por completo nuestra realidad, haciéndonos creer en cosas que no están ni estarán ahí.

Pronto, la brújula moral de la protagonista se distorsiona, provocando que sea incapaz de discernir lo que es correcto y lo que se siente bien. Para algunos, quizás esta actitud resulte un reto para conectar con el personaje y apostar por ella, ya que sus decisiones y su juicio está sesgado durante gran parte del segundo y tercer acto, pero ese es el punto. La cinta nos dibuja una protagonista gris, afligida por un pasado que la atormenta y un estado mental que debilita cada parte de su vida, orillándola a volverse adicta a una sensación momentánea; un abrir y cerrar de ojos que ha traído terribles consecuencias tanto a ella como a sus seres queridos.

Un final sombrío que refleja la realidad

El tercer acto de ‘Talk to Me’, si bien podría parecer un poco apresurado en algunos aspectos, construye una atmósfera tensa que te mantendrá al borde de tu asiento. Sin entrar en detalle, puedo decirles que el metraje se centra en la resolución que le dará nuestra protagonista al problema, haciendo un evidente paralelismo a una de las secuencias iniciales en las que debe tomar una decisión crucial que cambiará el rumbo de su vida.

En el clímax, Mia toma una decisión definitiva, y si bien por un momento estamos confundidos como espectadores, pronto, al igual que ella, caemos en cuenta de lo que ha sucedido. Es esta decisión la que le permite a la cinta rematar con un mensaje potente: a veces, no podemos romper el ciclo. Por mucho que intentemos, nuestras decisiones nos pueden llevar a lanzarnos sin paracaídas por un precipicio sin fin; uno donde nos engulle la oscuridad y nos encadena a una eternidad de tortura, desgracia y soledad.

Es cierto que el tono de la cinta, más allá de explorar la clásica fórmula del subgénero, se compromete a ser sombrío y desesperanzador, dejándonos boquiabiertos con un cierre impactante que nos revisitará en los momentos menos esperados; al despertar o antes de irnos a dormir. Es entonces que la cinta cumple su meta, insertando en nuestras mentes un temor que trasciende lo físico, contaminando nuestra psique con un escalofriante pensamiento: los fantasmas que nos acompañan, a veces, viven en nosotros.

Por Juan Rodríguez

Soy Licenciado en Comunicación por la Universidad Anáhuac Puebla, fanático del cine, redactor SEO y creador de contenido. Mi pasión por el séptimo arte nació desde muy temprana edad, cuando descubrí que todos tenemos el poder de conectar con otros de formas completamente inesperadas a través de una mezcla y fotogramas; algo que hoy solemos llamar cine.