loader image

 

Mensaje para los indecisos en torno a las corridas de toros

 

En el documental The Great Hack (2019) de Jehane Noujaim y Karim Amer, en el que se revela la influencia de Cambridge Analytica en la política de varios países, incluyendo el debate del Brexit de Reino Unido y la carrera electoral estadounidense de 2016, a través de campañas en redes sociales, se dice que la masiva cantidad de datos para influir estuvo dirigida no a aquellos que se oponían (en este caso a Donald Trump) y mucho menos a quienes ya lo apoyaban, sino a la gran mayoría de usuarios que estaban indecisos, en su mayor parte por vivir en las sombras de la ignorancia virtual.

Lo anterior me parece fundamental para entender la manera en cómo se desarrollan los debates en redes sociales, una de las principales palestras morales de la actualidad. Más allá de la inmensa proliferación de sesgos de confirmación o de la frágil burbuja provocada por la intolerancia y la cultura de la cancelación, resulta irrisorio observar a bandos contrarios discutir ad infinitum sin llegar a ningún consenso y por supuesto sin influir en el curso de las políticas públicas. Y es que resulta difícil que alguien con ideas bien cimentadas (ya sea desde el liberalismo, la deconstrucción, el conservadurismo, etc) vuelque su ideología por una publicación en Facebook o X. ¿Pero qué hacer para mantener vivo el ejercicio del debate y el intercambio de ideas? ¿Cómo lograr verdaderos cambios? Quizá la respuesta está en pensar en todas las personas que no tienen aún una postura porque no tienen la información adecuada para equilibrar la balanza.

Todo esto lo reflexioné a partir de una serie de publicaciones que me encontré en redes sociales en días recientes, a partir de la reapertura de la Plaza México. Por un lado, invitaciones a protestar por las corridas de toros, noticias de los enfrentamientos entre activistas y asistentes a la llamada fiesta brava, y por otro lado, congratulaciones por la generación de empleos y loas por el regreso de la tauromaquia, una práctica bastante asentada en ciertos sectores de la sociedad mexicana. En casi todas las publicaciones además de establecer su postura (a favor o en contra) incluían un insulto (directo, irónico, pasivo-agresivo, etc.) en contra de aquellos con los que disienten. Al leerlos pensé que no había manera de que quienes disfrutan de las corridas de toros reflexionen sobre el maltrato animal. Difícilmente cambiarán de opinión y mucho menos si se sienten insultados y agredidos.

También es probable que en realidad el debate de las corridas de toros se traslade a otras esferas. Habrá quien culpe solo a la clase alta y también habrá quien confunda cualquier movimiento social con el activismo pro animales y precisamente por eso y sólo por eso decida no apoyar la moción de clausurar las corridas.

Tristemente el debate en torno a este tema se centra cada vez más en las ideas de ambos bandos (nuestra tendencia antropocéntrica) y no en el que debería ser el verdadero punto de la conversación: los toros de lidia, esta triste variedad de bovino creada con el injusto fin de entretener -a través de su sufrimiento- a los seres humanos. No busco en todo caso convencer a los que ya están convencidos (de un lado o del otro) sino, quizá intentando reapropiarme de las sucias prácticas de Cambridge Analytica, pero de manera frontal y apelando a quienes no tienen una postura sobre el tema.

Mi argumento no busca discutir si la tauromaquia es o no cultura o un arte (a veces se parte desde estos términos para descalificarla), tampoco busco minimizar las múltiples expresiones identitarias que se derivan de esta práctica. Mi argumento está pensado únicamente en los toros y en su experiencia.

Como muchas otras prácticas humanas las corridas de toros están construidas a partir de la explotación de otros (otros humanos, otras especies, otras expresiones de vida) y cada parte del proceso provoca invariablemente sufrimiento en los toros y los novillos.

De manera física las lesiones musculares más frecuentes cuando el toro es lanceado o banderilleado sufre heridas de un dolor insoportable hasta que llega el momento de la muerte. Dislocaciones, fracturas cervicales, golpes, politraumatismos, contusiones, hemorragias internas, destrucción general de órganos vitales y en general una agonía que va más allá de la muerte, porque se replica y se repite a través de generaciones y generaciones que viven condenados a este dolor.

Entre otras causas capaces de provocar estrés y sufrimiento en estos animales se encuentran el transporte previo, el manejo de los animales, la excesiva actividad muscular y la interacción con estímulos extraños y desconocidos provocados por el hombre. Desde muy temprana edad los novillos son sometidos a la oscuridad, el aislamiento y la soledad en los chiqueros. Otros factores desencadenantes de estrés y de sufrimiento son la limitación de los espacios, el hambre, la sed, la fatiga y los extremos térmicos. En pocas palabras una vida de tortura y violencia. Algo que no debería experimentar ningún ser sensible por el entretenimiento de otros.

Lo más importante es entender que los toros son seres sensibles. Muchos estudios han mostrado que son una especie que experimenta el enamoramiento parecido al de los humanos, además de ser animales sociales que permanecen junto a su familia. Son animales majestuosos, fuertes, comelones, juguetones, que en síntesis buscan las mismas cosas que nosotros y que no merecen sufrir. Este texto está dirigido para ti que nunca te detuviste a pensar en los toros. Quizá tu postura ayude a acabar con su sufrimiento.