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Fauna Digital

 

Hace poco, mientras ordenaba algunas cosas en el ático, encontré varios diarios de hace algunos años. Uno de ellos tenía un registro detallado del año en el que me aventuré en el mundo de las aplicaciones de citas por internet. Sí, ese momento de mi vida en el que las opciones de encontrar el amor en el mundo real parecían más escasas que los días soleados en el Polo Norte.

En aquel entonces, la mayoría de mis amigas estaban casadas, algunas con hijos, y en mi círculo social, los solteros escaseaban. Así que decidí sumergirme en el mundo del romance digital. Mi primera opción fue Match.com, una aplicación de pago en la que el panorama no era del todo desalentador. Pero como todo en la vida, jamás se deben poner todos los huevos en la misma canasta, nunca mejor dicho.

Sin pensarlo dos veces, me aventuré a diversificar y buscar más opciones en una segunda aplicación llamada Eharmony. Todo pintaba fenomenal, historias de éxito en el portal de la página, parejas sonrientes por todas partes y fue así como me engancharon para suscribirme. Después de 25 minutos respondiendo cuestionarios interminables para que el algoritmo me mostrara posibles candidatos, la única respuesta que obtuve por parte de la aplicación fue un mensaje que decía “por el momento no tenemos a nadie que pueda hacer pareja contigo”. Como es de suponer, le menté su madre a Eharmony y a todos y cada uno de sus algoritmos. Tiempo después me enteré de que era una página solo para cristianos, por lo que, al especificar que no quería un hombre cristiano, muy cordialmente me invitaron a no participar.

Después del shock inicial, borré la aplicación y volví a Match.com. Ciertamente no recordaba nada de esto, pero mi obsesión por escribirlo todo en mis diarios, me refrescó gratamente la memoria.

La cosa no paró ahí; seguí hojeando y no pude evitar soltar una carcajada al ver mis registros de los tipos de hombres que encontré en Match.com. En mi diario los tengo catalogados como “Fauna digital”, y estoy convencida de que son clásicos para quienes han recurrido en algún momento a cualquier aplicación de citas. Aquí les va mi top 10:

El CEO: Este espécimen siempre presume de su estatus como empresario exitoso en su perfil, pero la realidad es que es el CEO de su propia empresa que aún está despegando y pasa toda la cena quejándose de lo poco que ha facturado, y la noche termina siendo una “invitación” para que te apiades de él y pagues tú la cuenta.

El Tío: Aquel cuya estrategia es mover tu lado más maternal, solo muestra fotos con sus sobrinos para demostrar su amor por los niños y sus valores familiares. Punto adicional si tiene fotos con un recién nacido que ni siquiera es de su familia.

El Tarzán: Similar al anterior, pero en lugar de sobrinos, sus fotos están llenas de mascotas. Seguramente es voluntario de la perrera municipal y te llega a la cita con pelos de perro o gato por toda la ropa. Asegúrate de tomar tu pastilla para la alergia antes de conocerle.

El Godínez: Sin duda, mi favorito. Trabaja de 9 a 5, para una corporación reconocida. Es familiar, entrañable y siempre tiene la típica foto con su gafete de entrada y camisa corporativa. Para el Godínez, la cita perfecta es en un lugar casual como Chili’s, Ihop o Vips, porque los sitios con más de dos símbolos de pesos ($$) se le van un poco del presupuesto.

El Desmembrado: No hay cabeza en ninguna de sus fotos, solo torsos musculosos, bíceps hinchados y un six-pack muy definido para el deleite visual. Este es el hombre ideal para que te dé unos tips para hacer músculo y, en general, es el partido perfecto para quienes buscan más carne que cerebro.

El Influencer: Con miles de seguidores en Instagram y cuenta verificada, este hombre solo responde mensajes directos solo si le animas a seguirle en Instagram y darle “me gusta” a sus reels, historias y fotos.

El Whitexican: Es mexicano, pero se cree gringo. Puede comunicarse en inglés o en español, pero siempre opta por el spanglish. El típico que habla como si trajera retenedores en la boca, te quiere impresionar con su habilidad para hablar varios idiomas, aunque en realidad el idioma que domina mejor es el bullshit.

El Poliamoroso: Aquel que posa en su foto de perfil junto a su pareja, buscando activamente un tercer integrante para sus aventuras amorosas. Tengo que reconocer que los poliamorosos son los más honestos del zoológico digital y casi siempre van de frente comunicando lo que buscan.

El “Don Casi”: En sus fotos parece tener una estatura imponente, cuando le preguntas cuánto mide, te responde “casi un metro ochenta”, sin embargo, cuando lo conoces en persona, te das cuenta de que la altura es solo un número y que te llega a la cintura.

El Casper o Gasparín: Te envía mensajes encantadores durante días, planea una cita y, ¡puff!, desaparece justo cuando creías que había potencial.

La lista sigue, y quizás me haya escapado alguno. Por supuesto, tengo una lista de mujeres también, porque antes de lanzarme al ruedo a buscar pareja, decidí hacer un experimento y creé un perfil falso como si yo fuera un hombre que buscaba chica. Todo este mundo era desconocido para mí, y mi obsesión por controlarlo todo necesitaba conocer quién era mi competencia y las “reglas del juego”. Debo confesar que, en ambos mundos, las aplicaciones de citas son peor que adentrarte en una selva salvaje, donde es vital que aprendas a manejarte, para no perder tiempo ni llevarte decepciones dolorosas.

Pero como dicen por ahí, el que persevera alcanza. Y quién sabe, tal vez la próxima vez que entres en uno de estos sitios de internet encuentres a la persona indicada entre toda esa fauna digital. O quizás simplemente decidas salir a conocer gente en el mundo real, donde la vida siempre guarda sorpresas aún más emocionantes. Al fin y al cabo, siempre hay una tapa para cada olla.

 

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