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INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y BIENESTAR

 

A propósito del avance tecnológico en materia de tecnologías de información y comunicación y su impacto en la vida de las sociedades, el Club de Roma generó en 1991 el documento titulado “La primera Revolución Mundial”, en el que se afirmaba lo siguiente:

“En la sociedad de la información aumentará la interdependencia entre individuos y entre países merced a la visibilidad inmediata de la información. Ello conducirá a una mayor complejidad de instituciones y sociedades. Podrá permitir un alto grado de poder y de toma de decisiones, pero podría igualmente servir a la voluntad de dirigentes sin escrúpulos y consolidar un poder centralizado. Existirán los medios precisos para que dictadores y sociedad del tipo “Gran Hermano” controlen electrónicamente las actividades de todas las personas, mucho más eficazmente de lo que podrían hacerlo legiones de policías secretas”.

En esta etapa del desarrollo tecnológico, está ya demostrado que las aplicaciones de la cibernética, cuyo significado es “control”, están orientadas a controlar máquinas, pero también a seres vivos. Esto es posible por la confluencia de saberes de distintas disciplinas y ámbitos del conocimiento, como las matemáticas, la física, la neurología, y otras más. Las investigaciones en esta materia se sustentan en teorías de los algoritmos, de los autómatas, y desde luego, de la información. El prefijo “ciber” ya está ampliamente utilizado en nuestro vocabulario, como cuando se habla de organismos cibernéticos, del ciberespacio, del ciberacoso, o de la ciberseguridad.

Este avance científico está haciendo posible caminar de manera simultánea en dos vías, que son algo más que figurativas: el ser humano convirtiéndose en máquina, y la máquina convirtiéndose en ser humano. En esta segunda vía, la posibilidad ya demostrada y practicada de procesar volúmenes de información impensables a una velocidad también inimaginable está permitiendo llegar a un estrato tecnológico llamado inteligencia artificial (IA), el cual busca reproducir funciones propias de la inteligencia humana. Una definición simple de IA: “la inteligencia artificial (IA) es un campo de la informática que se enfoca en crear sistemas que puedan realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana, como el aprendizaje, el razonamiento y la percepción”. Otra más: “la Inteligencia Artificial (IA) es la combinación de algoritmos planteados con el propósito de crear máquinas que presenten las mismas capacidades que el ser humano”.

La alerta hecha por el Club de Roma lanzada hace ya 32 años se entiende ahora mejor, ante la gama de aplicaciones posibles de la IA, ya sea para moldear, controlar y someter a los seres humanos, haciéndolos dependientes de quienes controlan la tecnología, o bien, para potenciar la capacidad humana para generar el bienestar individual y colectivo. Ante este hecho, en el año 2018, convocados por la Universidad de Montreal, Canadá, un grupo científico multidisciplinario e interuniversitario, después de haber hecho consultas con ciudadanos y haber dialogado con expertos e interesados en el tema de la Inteligencia Artificial (IA), dieron a la luz pública la “Declaración de Montreal para el desarrollo responsable de la inteligencia artificial”.

https://5da05b0d-f158-4af2-8b9f-892984c33739.filesusr.com/ugd/ebc3a3_e0eed6b6841a4ba3a711427f67caaa8b.pdf

Los propósitos de esta Declaración fueron crear un marco ético para el desarrollo y la implementación de la IA; guiar la transición digital para que todos puedan beneficiarse de esta revolución tecnológica; y abrir un foro de discusión nacional e internacional a fin de lograr conjuntamente un desarrollo equitativo, inclusivo y ecológicamente sostenible de la IA.

La declaración presenta diez principios que deben guiar la aproximación a la IA. Dichos principios son los de: bienestar, respeto a la autonomía, protección de la privacidad e intimidad, solidaridad, participación democrática, equidad, inclusión de la diversidad, prudencia, responsabilidad, desarrollo sostenible. Enunciemos sólo cuatros de ellos:

Principio de bienestar: El desarrollo y el uso de los sistemas de inteligencia artificial (SIA) deben permitir que se cultive el bienestar de todos los seres conscientes.

Principio de solidaridad: El desarrollo de los SIA debe intentar preservar los lazos de solidaridad entre las personas y las generaciones.

Principio de participación democrática: Los SIA deben cumplir con los criterios de inteligibilidad, capacidad de justificación y accesibilidad, y se los debe someter a un análisis, un debate y un control democráticos

Principio de equidad: El desarrollo y el uso de los SIA deben contribuir a crear una sociedad justa y equitativa.

Como es de suponerse, nada de lo planteado por la Declaración de Montreal es materia de diálogo y debate público generalizado, nacional o internacionalmente. Lo que sí es que las megacorporaciones que manejan esta tecnología están ocupadas compitiendo por ejecutivos, científicos, jugosos mercados, y, sin duda, aportando saber para la más que nunca fortalecida industria bélica mundial.

*Interesado en temas de construcción de ciudadanía.