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LOS ÓRGANOS ELECTORALES Y LA VIOLENCIA POLÍTICA

 

Qué difícil para muchos es entender que los organismos electorales sólo son los responsables de trabajar para que se cumpla la ley electoral y no deberán ser coto de poder de nadie, lo más importante de ellos es la imparcialidad con la que aplican las leyes electorales.

Las leyes electorales normalmente están mal escritas, porque las hacen diputados que –dicho con todo el respeto que me merecen- ven más cómo las pueden modificar a conveniencia de sus partidos, y también con una gran ignorancia de los “maravillosos” asesores que tienen los diputados, que reciben órdenes a veces muy absurdas; pero en el derecho administrativo sólo se puede hacer lo que señalan las normas, pero ahora se ha dado la moda de interpretarlas cada quien como quiere porque están mal escritas, y a veces son absurdas, pero eso no quiere decir que las autoridades electorales dejen de cumplirlas.

Como hemos podido observar, en los últimos tiempos hacen cosas desde el INE y el Impepac que no les corresponden, lo extraordinario de las campañas electorales es que sean los ciudadanos quienes arropen a sus seguidores, y que los registros de los candidatos necesitan ser ceremonias secretas en la que sólo dejan entrar un puñado de gente, entre el que están los representantes de los partidos que forman el órgano electoral y los presidentes de los mismos, y el registro se hace ante el consejo, no ante los consejeros que se sienten protagonistas y mandaron aquí en Morelos a los representantes de los partidos a sillas atrás de los presidentes, como si fueran solamente acompañantes, aunque los representantes de los partidos son parte del consejo; y si no están, la mayoría de las acciones del consejo no son válidas. Los señores consejeros no son protagonistas, sólo son empleados que tienen la obligación de cumplir con las leyes; no cabe duda de que subirse a un tabique los marea y ya tuvieron, al parecer, sus dos días de gloria, después vendrán las críticas y los errores que son especialistas en cometer, porque, como nos podemos dar cuenta, la situación no es sencilla y cada día está más difícil, como lo señala mi amigo el Dr. Javier Santiago en su inteligente y conocedor artículo del día de hoy: “La violencia político-electoral es una expresión particular de la violencia política como fenómeno general y tiene características particulares, que se van transformando según el contexto histórico, político y social del país.

“Como hemos comentado en dos artículos anteriores, en un régimen político autoritario como el mexicano la violencia político-electoral se ejerció en contra de movimientos que, desde la perspectiva del poder, representarán un riesgo de cambio sistémico.

“En los últimos veinticinco años, el fenómeno de la violencia político-electoral se ha transformado por una articulación más íntima entre las élites política y empresarial con la delincuencia organizada. Bajo el régimen autoritario, tres tentáculos mantenían bajo control al narcotráfico, pues lo administraban la Dirección Federal de Seguridad, la Policía Judicial Federal y el Ejército. Obvio que se vieron beneficiados sectores de la élite política y, paulatinamente, algunos sectores empresariales, al inicio por la derrama económica, y posteriormente por la asociación, sobre todo para el lavado de dinero.

“Hoy, abundan los trabajos periodísticos y las investigaciones académicas sobre la delincuencia organizada y, en particular, sobre la violencia político-electoral que nos permiten afirmar que el incremento de la violencia criminal y su impacto en el ámbito electoral tiene una relación con la alternancia en el poder en los tres niveles de gobierno, porque han representado la ruptura de redes de protección construidas a lo largo de décadas de complicidades, aunado con el crecimiento del poder económico y capacidad de fuego de la delincuencia organizada. Por otra parte, habría que agregar la globalización del mercado de las drogas y la utilización por parte de la CIA de este comercio ilegal para financiar actividades anticomunistas, cuya historia integral está pendiente de escribirse”.

Como podemos ver, la cosa no está fácil. ¿No cree usted?