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(Segunda parte)

Horacio Socolovsky Aguilera*

En la sociedad mexica el pulque poseía un carácter puramente ritual, y no podía consumirse salvo en determinadas fiestas y en algunas de manera restringida. Para las celebraciones dedicadas a los múltiples dioses del pulque había sacerdotes encargados específicamente de vigilar que todo se realizase adecuada y debidamente. Todos ellos dependían y estaban bajo las órdenes del Mexica Teohuatzin, gran patriarca de los sacerdotes.”

De la investigación de la antropóloga y periodista Sonia Iglesias y Cabrera, en alusión al “Mural de los bebedores del pulque”, descubierto en Cholula en 1969 por el arqueólogo Ponciano Salazar.

Para David Demesa Barragán, presidente municipal de Tepoztlán, el alegato que da para explicar su inacción -sobre los amparos con los que supuestamente cuentan las cantinas que operan en el primer cuadro y zona escolar del municipio-, tiene en realidad un alcance muy pobre para poder deslindarse el edil de la actual problemática, ya que no se trata solamente de establecimientos fijos, sino de incontables puestos improvisados a todo lo largo y ancho del centro de Tepoztlán que también venden en la vía pública con total libertad cervezas, micheladas, mojitos, y diversas bebidas alcohólicas de cualquier chillante color y nombre imaginable, escarchadas con chile o sal, e incluso paletas y “bolis” de pulque o ron.

Zaguanes de casas que venden accesorios plásticos “tupperware” entre semana cambian su giro para los fines de semana ofrecer las coloridas bebidas alcohólicas a los turistas, con jóvenes tepoztecas de unos veintiún años ofreciendo con charola en la misma acera de la Primaria Escuadrón 201 muestras del mojito que preparan, en pequeños vasitos plásticos. Otro local utiliza incluso, para la venta de alcohol en la vía pública, un cartel con la imagen del comandante Ernesto Guevara de la Serna, en el que se lee “Cheve Vara”, y es sobre la Avenida del Tepozteco donde la proliferación de la venta de alcohol ha alcanzado ya un grado de distorsión del paisaje de la histórica vialidad en algo irreconocible hasta para los propios tepoztecos, que repetidamente han manifestado que “han perdido ya su avenida”, estando esta ahora ocupada por los comerciantes de alcohol, ya sean de puesto improvisado o de local fijo.

El Artículo 20 de la Ley de Cultura Cívica del Estado de Morelos, en su Fracción IV, establece como infracción a la seguridad ciudadana la ingesta de bebidas alcohólicas en lugares públicos, así como el encontrarse en notorio estado de ebriedad, lo cual puede alterar el orden público y poner en riesgo la integridad de las personas.

Los mares de gente que caminan los fines de semana con los enormes vasos escarchados, incluso frente a oficiales de la policía municipal y de tránsito -con total tranquilidad- crean un contraste difícil de describir cuando se pasean al lado de niños, madres, y ancianos tepoztecos que tratan de salir o llegar a sus casas en la misma Avenida del Tepozteco o en las aledañas Matamoros, Jardinera, o Calle de los Mártires.

Las familias de turistas con niños que también pasean en fin de semana con el sólo propósito de conocer los museos o los recintos arqueológicos parecen ser ya más bien la excepción entre la multitud de personas que cargan en ocasiones dos o hasta tres vasos con distintas bebidas en las manos, dejando claro que en su caso es más bien el alcohol mismo el propósito de su visita al “Pueblo Mágico”. Patrullas que los oficiales de la policía municipal dejan solas por largos ratos son usadas como plataformas para que turistas embriagadas se suban a bailar con las dos o tres canciones que se escuchan caóticamente revueltas desde terrazas de distintas cantinas contiguas, todo para entretenimiento, aplausos, y chiflidos de la multitud alcoholizada que observa sonriente el bacanal desfiguro que se da sobre el techo de la unidad móvil, usando como fondo los relieves y riscos del cerro sobre el que se asienta el templo del tlatoani Tepoztécatl, sacerdote del ídolo Ometochtli, y erigido en el periodo posclásico medio de la región.

El alcance de acciones que David Demesa Barragán ha tomado al respecto de tan desproporcionada y libertina venta y consumo de alcohol ha consistido tan solo en colgar lonas en distintos puntos de acceso al pueblo y de las avenidas principales, promoviendo una campaña de “0% Alcohol”, así como el operativo alcoholímetro, cuya operación ha sido de corte más bien ampliamente oneroso y provechoso para las finanzas del Ayuntamiento, como ya ha sido bien detallado por la periodista Angélica Estrada para La Jornada Morelos. Sin embargo, en cuanto a acciones directas para intervenir y frenar de forma efectiva e in situ la venta y consumo de bebidas embriagantes en las calles cuando dichas actividades ocurren, el presidente municipal y su personal de seguridad han sido totalmente omisos.

En el primer tramo de ascenso al Cerro del Tepozteco en los últimos años también se ha observado una fuerte invasión de decenas de puestos de venta de alcohol. La zona de Axitla y el Bautisterio se encuentran ya rodeadas de los puntos de venta de bebida, y estos también operan directamente frente a los basamentos piramidales más recientemente descubiertos, que se encuentran cercados por rejas bajo las que yacen tirados siempre vasos de plástico escarchados y popotes. Los mismos señalamientos de la zona arqueológica que en su momento colocó el INAH se encuentran maltratados, rayados, y tapizados de calcomanías.

Tal descuido tan palpable de la zona por parte de las autoridades pareciera ya trascender a un estado de franco abandono. Negocios fijos de venta de alcohol y baños públicos se han establecido sobre plataformas de concreto y madera construidas recientemente para tales fines. El daño que representan a la zona arqueológica los desechos generados en los W.C. y la acumulación de basura plástica tampoco está siendo regulada en absoluto por las autoridades, lo cual representa un riesgo cada vez más ominoso para la fauna silvestre y para la integridad del mismo patrimonio arqueológico.

Asimismo, los devastadores incendios de años recientes que tanto daño hicieron en distintos puntos de la cadena de cerros, así como los accidentes y caídas fatales que también han acontecido desde los puntos de más altura, tampoco parecieran haber sido incentivo suficiente para que las autoridades municipales ejerzan mayor control respecto a la venta de alcohol en la zona.

Sumándose a los daños físicos al patrimonio natural e histórico de Tepoztlán que ha traído consigo la libre y desproporcionada venta de alcohol, la afectación social hacia los tepoztecos es quizá el aspecto al principio menos aparente, pero de ninguna manera menos agraviante. El gremio de artesanos que por años ha vendido su trabajo a pie del cerro y en la zona de Axitla ha sufrido un marcado cisma, ya que buena parte de dichos trabajadores ha decidido cambiar drásticamente de giro, pasando de la manufactura y venta de artesanías a la venta de bebidas alcohólicas, lo cual ha sido motivo de descontento para muchos de los agremiados que eligen mantenerse en su giro comercial original. Durante el carnaval del año pasado fue apuñalada -no fatalmente- la madre de la presidente de dicho gremio, lo cual evidencia que las conductas agresivas y la violencia generadas por el consumo de alcohol ya los ha comenzado a golpear de regreso en una suerte de efecto búmeran. Sin embargo lo anterior tampoco pareció ser incentivo suficiente para no optar por la venta de bebidas en la zona.

Paramédicos y personal de ERUM en el municipio han manifestado que simplemente ya no se dan abasto ante la situación con las unidades móviles con las que cuentan, además de necesitar apoyo de voluntarios durante los fines de semana de puente y de Carnaval, para quienes tampoco cuentan con presupuesto suficiente para ofrecerles alimentos durante sus jornadas de asistencia.

Familias tepoztecas apuntan al alcohol como obvia puerta hacia el uso de otras drogas como la mariguana, también en creciente uso por las y los adolescentes del municipio, y que al igual que el alcohol es una sustancia depresora del sistema nervioso. Es por ello que manifiestan una gran indignación padres de familia y maestros de primaria y secundaria en el municipio cuando se siguen inaugurando cantinas como “La crudería”, “Vacas verdes”, y tantas otras, con sus incesantes escándalos amplificados, audibles en cuadras enteras, y que invitan al consumo alcohólico. Se trata de una situación cada vez más frustrante para los habitantes, quienes observan el creciente y gentrificador avance de lo que indudablemente es también una pandemia, quizá no calificada tácitamente de esa manera como fue la del COVID 19, pero cuyos efectos son alarmantemente erosivos al patrimonio identitario, y devastadores social y emocionalmente a la población tepozteca.

A diferencia del año anterior en que, apenas terminado el caótico carnaval, David Demesa organizó también su muy festivo jaripeo en el mismo primer cuadro del Municipio, este año -de elecciones y reelecciones- el edil ha optado por no hacerlo, esforzándose más bien por proyectar una imagen de supuesto orden y compostura, colgando sobrias y detalladas lonas anunciando su tercer informe de gobierno. El futuro del Municipio de Tepoztlán se encuentra ciertamente en manos de su electorado.

*Fotógrafo, documentalista, y preservador

del acervo antropológico Gerardo Aguilera Cornejo.

Un grupo de personas de pie en la calle

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Foto: Horacio Socolovsky Aguilera