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El pasado milenio, al morir, se llevó consigo el espectáculo itinerante que por décadas fue el más atractivo y esperado en la Feria de Año Nuevo de Jojutla: “La Carpa” con su cauda de buenos comediantes que hicieron reír a multitudes. Las nómadas carpas iban de una ciudad a otra, donde hubiera feria.

El comediante más aplaudido, el que partía plaza con la pegajosa canción cubana “Las Pelotas de Carey” en medio de la cual improvisaba versos soeces y albures chingativos de capirucho a los asistentes, como: “ese joven que está ahí es más guapo que ninguno, qué se me hace que es cuarenta y uno”. Su nombre con punch artístico: “Gitanillo”. El de pila: Juan Manuel Quevedo Alfaro.

De su amplio repertorio anual sus fans pedían a gritos: “Hipócrita”, “La Morena de mi copla”, “Silverio” y “Si vas a Calatayud”; esta copla le arrancaba lágrimas, provocando que el público aplaudiera acaloradamente. A la feria de Jojutla llegó por primera vez en 1969. Ganando 8 mil pesos diarios.

Montones de niños que no teníamos para pagar la entrada nos apostábamos a la entrada de la carpa, a la espera de que los boleteros corrieran tantito las cortinas en incitadora probadita para que los mirones se animaran a comprar boleto.

La última vez que lo vi actuar fue en 1989. Ya estaba viejo, usaba bisoñé, pero se aventaba sus pasos cachondos y, gracioso e ingenioso, tenía la capacidad para animar al público y arrancarle carcajadas con sus ocurrencias. Todo un artista del arrabal o cómico de la legua.

Daban una función de medianoche, el burlesque interactivo, donde las encueratrices hacían de las suyas subiendo al escenario a uno que otro viejo calenturiento que invariablemente quedaba en ridículo.

“Gitanillo”, güero de ojos verdes, de joven fue gañán en casa del tío rico y poderoso dirigente obrero Luis N. Morones allegado a Plutarco Elías Calles.

Sus últimos años los pasó en la más terrible de las condiciones humanas: la soledad. Y, por si fuera poco, combinada con la pobreza. Saboreaba la reclusión casera y detestaba la calle. Fumaba cigarros “Elegantes”, por baratos. Completaba sus ingresos haciendo costuras para sus colegas comediantes.

En 1989 el escenario carpero ya era una reliquia aferrada a este mundo, luchaba contra la radio, la televisión, el teatro y el cine. Simple y sencillamente sucumbió.

Gitanillo. Foto: Antonio Arana.