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Rumbo a las elecciones

 

Estamos en el momento en que empresas y supuestos expertos en nuevas tecnologías se acercan a los partidos y políticos para ofrecerles sus servicios de promoción de su imagen, lo hacen para endulzarles el oído de que alcanzarán una presencia formidable en las redes sociales, y seducen el ego de los políticos al decirles que pueden lograr muchos votos, particularmente de los jóvenes, y hasta son capaces de referir datos que francamente rompen con la lógica histórica de votación de ese sector. Aunque lo cierto es que hasta ahora internet no ha logrado anular el abstencionismo entre los jóvenes, por muy usuarios de internet que sean.

No irse con la finta es una cuestión por tomar en cuenta en estos tiempos electorales. Ni tampoco pensar que las hordas fanáticas de seguidores (unos porque están pagados y otros por fanatismo) son la expresión de la realidad. Tampoco hay que dejarse seducir por el delirio que se vive en estos tiempos en donde los populistas copan la práctica política en el planeta.

Son momentos en donde una presentación como la del presidente argentino, Javier Milei, en el pasado Foro Mundial de Davos —en donde destacó por expresar una rabiosa diatriba en contra del «socialismo», el «colectivismo» y la «justicia social», de promover su desaforado ofrecimiento neoliberal, entre otras cosas—, de inmediato llevó a varios de sus fanatizados seguidores que apoyan ciegamente sus arengas a señalar que nunca un líder mundial había tenido una intervención tan contundente en ese foro, que sus propuestas en dicho espacio eran la viva expresión de que Milei era uno de los grandes estadistas del orbe.

Pero el mismo sinsentido lo vemos en México. Cuando el presidente López Obrador tiene la puntada de decir que la construcción del Tren Maya es la obra más importante que se está construyendo en el mundo, que de inmediato lo retoman sus huestes que presas del delirio incluso llegan a referir en redes sociales que es una obra más importante que las pirámides de Egipto. O también lo vemos con la candidata de Morena a la presidencia al decir otra joya delirante: «No creo exagerar al decir que somos el movimiento social y político más fuerte de todo el planeta» (n9.cl/40dhw).

No deja de ser extraño que todavía se presente ese fanatismo en un sector mínimo de personas, pero que ciertamente representa parte de la realidad social y política del México actual, que en plena era digital, en donde los contrastes de pareceres y de circulación de datos están al alcance de cualquiera, todavía se les rinda devoción a las propuestas de un político. No falta siempre, en cada época, un sector ciudadano que tiene una fe desmedida en lo que pueden ofrecer algunos políticos para mejorar el futuro de una nación y de la situación personal de los votantes. Esto resulta extraño, sobre todo en una época en donde los niveles de afiliación partidista no están en consonancia con el incremento demográfico. Sin embargo, eso tiene una explicación —y a pesar de la innegable polarización que es proclive a alimentar el populismo entre sus hordas de seguidores- lo que resuena en las redes es, también, engañoso: mucho de ese ruido y polarización proviene del troleo, de «sicarios digitales», de granjas de trolees conformadas por jóvenes que no es que sean devotos de los candidatos que promueven, es su fuente de empleo y en donde se hace lo que el contratante ordena. Y esto se profundizará mucho más en el futuro cercano, ya que estamos inmersos en una contienda electoral.

Se entiende que las campañas son la oportunidad para que se veamos lo mejor de cada partido y sus candidatos, pero resulta ser lo contrario. No es nuevo que las campañas sean espacio para la polarización, propagandas negras, se hicieron con los medios convencionales, pero en la era internet se reproducen mucho más estrambóticamente, ya que llegan cómodamente tales contenidos hasta las pantallas de los celulares de las personas.

En teoría los procesos electorales son una dimensión que ofrece la oportunidad para que partidos, candidatos y ciudadanos establezcan un «contrato», es durante las campañas y el sufragio cuando los ciudadanos llevan a cabo el mismo con sus gobernantes, cuando se unen las propuestas y programas de los partidos/candidatos con los ciudadanos. Se entiende que los programas y propuestas son los aspectos que se deberán de cumplir a los ciudadanos, si se quebrantan —que es lo más probable— entonces los ciudadanos pueden romper ese acuerdo en el próximo proceso electoral y optar por otra opción partidaria, que tal vez no sea la mejor —algo difícil en los tiempos que corren— pero que se perciba menos mala.

El problema es que ese contrato es muy desigual: si tomamos en consideración que a nivel de la Presidencia de la República los ciudadanos, en el mejor de los escenarios, no tienen más de 8-9 oportunidades de votar por una Presidencia de la República y cambiar de opción partidaria. Son realmente muy pocas las opciones que tienen los ciudadanos para influir o cambiar los derroteros de lo que serán las políticas públicas en el país.

Pero eso es lo que tenemos y no hay otras derivas, y lo cierto es que hoy se nos vuelven a prometer cuestiones para que ese contrato entre ciudadanos y partidos se renueve o se prolongue, para lo cual ya se empieza a usar en internet una de las herramientas de moda, la Inteligencia Artificial (IA): las candidatas a la presidencia de la república han sacado sus spots basados en IA, pero también hemos visto la difusión de contenido basado en IA generativa que difunde expresiones y contenido de las candidatas que nunca han dicho en realidad. Al ser campañas que están centradas en las personalidades de las candidatas, lo que se trata es de falsificar sus posturas, distorsionándolas, poniéndolas en declaraciones y dando opiniones que en realidad nunca han dicho.

Se habla de que potencialmente podrán sufragar 98 millones de votantes, pero de acuerdo al comportamiento electoral de los últimos cuatro procesos electorales presidenciales se espera que la participación esté, en el mejor de los escenarios, en alrededor del 62% (un poco más de 60 millones de votantes). Los ciudadanos que acudirán a las urnas tendrán un poco más de claridad al optar por la candidatura presidencial, pero la mayoría de votantes llegará a las casillas electorales a emitir su voto por candidatos a diputados o senadores de los que no sabe nada, que ni siquiera conoce.

Así que hay que prepararse a ver en las próximas semanas, sobre todo a partir de marzo, cuando empiezan las campañas, desfilar por los pasillos digitales ataques, troleo al por mayor, mentiras y falacias y muchas encuestas dudosas de empresas que nacieron al calor de la masificación de internet y que ofrecerán los resultados más estrambóticos.

@tulios41