loader image



(Parte II)

 

Continuación de la Reflexión Cristiana en Cuba, entre Sergio Méndez Arceo, Ernesto Cardenal y Alfonso Carlos Comín:

Sin embargo, durante nuestra estancia en Cuba, hemos podido comprobar con preocupación –junto a iniciativas y acciones positivas de indudable valor evangélico– que, entre cristianismo y Revolución institucionalmente considerados, a veces se manifiesta la distancia, a veces la desconfianza, a veces la hostilidad. La presencia de los cristianos revolucionarios se realiza a título individual. Cuanto sucede en Cuba en este campo como en tantos otros, tiene una gran influencia para América Latina y el resto del mundo. No en vano es la primera revolución socialista triunfante en este continente. Una gran esperanza puede crecer o morir según lo que suceda en Cuba en las relaciones entre cristianismo y Revolución.

Por ello, con libertad de espíritu, unidos como estamos en una misma fe y en el mismo amor a los pobres, nos permitimos solicitar a la Iglesia para que busque en Cuba los signos de los tiempos del cielo rojo que ilumina la tierra de esta isla revolucionaria.

A partir de ese hacerse revolucionario con los revolucionarios, el cristianismo podrá vivificarse, ser sal de la tierra y, y por supuesto, cumplir sus responsabilidades; entre ellas, la denuncia profética contra toda injusticia contra toda injusticia, contra toda injusticia, contra toda la violación de la persona en el complejo proceso de la lucha de clases que hoy vive la humanidad enfrentada al imperialismo.

En ese contexto, las relaciones entre marxismo –como teoría revolucionara– y cristianismo –como mensaje de liberación universal proclamado hace veinte siglos por Jesús de Nazaret, raíz de la auténtica fe, esperanza y amor cristianos– podría desarrollarse en mejores condiciones. Pues no será posible la alianza estratégica si las complejas relaciones entre marxismo-leninismo, como ciencia y teoría revolucionaria, y el cristianismo no hallan su lugar propio de debate y de confrontación de ideas. El cristianismo no tiene una cultura propia. Su inserción en la cultura marxista –teoría y ciencia del pueblo en lucha por su liberación– se está desarrollando en amplios sectores de la Iglesia universal. Recordamos la firme y lucida palabra del arzobispo de la ciudad Ho Chi Minh (antigua Saigón) a los obispos reunidos en Roma en el último Sínodo (octubre 1977): si la Iglesia asumió en su tiempo el aristotelismo como vehículo del mensaje evangélico, nosotros debemos asumir hoy el discurso marxista para la evangelización y catequesis.

En Cuba se ofrece una gran oportunidad para el logro efectivo y dinámico de este gran debate que debe desarrollarse sin confusiones ni delicuescencias intelectuales; y también es un marco de auténtica libertad de expresión de las mutuas ideas revolucionarias. Pues tal como ha dicho uno de nosotros, Ernesto Cardenal, consideramos que «la Revolución es como el amor, que cuando uno se entrega a ella lo va poseyendo más y más. Mejor dicho, la Revolución es amor».

Con esta ocasión hemos querido hacer pública nuestra común reflexión, con la esperanza de que la palabra de Cristo quede unida, tal como Él quiso, a la suerte de los pobres, de los oprimidos, de los explotados.

En la ciudad de La Habana, Cuba, a 8 de febrero de 1978.

Firmado:

Sergio Méndez Arceo,

VII obispo de Cuernavaca

Ernesto Cardenal,

Nicaragua

Alfonso Comín,

Comité Ejecutivo del Partido Comunista

de España y del Partit Socialista

Unificat de Catalunya

Hace años en Cuernavaca hubo un obispo que opto por las causas de los sectores marginados de la sociedad. Criticó abiertamente el modo de producción capitalista, abogó por un cambio en el sistema político en México y apoyó la idea del establecimiento del socialismo democrático, un obispo rojo. Por su acción social hoy en Cuernavaca casi no se le menciona y no es extraño que algunas autoridades de iglesia pretendan hacernos olvidar a Don Sergio y a la Teología de la Liberación.

*Historiador

Alfonso Carlos Comín