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El Año Nuevo personal. Un asunto de gradientes.

 

Este domingo 29 de octubre cumplí 41 años. Muchos o pocos, eso dependerá de quién lo lea; para mí, bastantes; aunque aún no suficientes. Para muchas personas, como para mí, cumplir años es un acto simbólico. Es como el Año Nuevo personal; un momento donde termina un ciclo y empieza otro. Obviamente esto no es lineal, no es que asombrosamente las cosas terminen y comiencen otras, es más bien algo de gradientes.

La noción de los gradientes en contraste con los límites rígidos se manifiesta una y otra vez en nuestras vidas, por ejemplo, en algo tan simple y cotidiano como el amanecer: vemos cuando es de noche y cuando es de día, pero ¿podemos decir en qué momento ya no es de noche? En realidad, no; vemos cuando empieza a cambiar la oscuridad, a gradualmente haber más luz, pero no hay un momento exacto en el que podamos decir: acaba de ser de día.

Recién vi un reel de Elena Herraiz, divulgadora lingüística, que habla sobre cómo nace una lengua natural; para explicar el proceso utiliza un círculo cromático (esa figura en donde se observan los colores y sus tonalidades) que luego convierte en una línea y muestra que, si bien podemos ver que antes del azul está el lila, no existe un corte tajante donde inicia uno u otro color, sino que vemos, otra vez, gradientes. Eso ocurre con las lenguas, afirma Elena.

La literatura ha sido un lugar excelente para hablar de la transición de las culturas y de las lenguas, otra vez, un asunto de gradientes. La fantasía y, quizá mucho más, la ciencia ficción tienen ejemplos fantásticos sobre el cambio de las lenguas. Naranja mecánica, Dudo errante, Tigre Tigre, son algunas de las novelas que abordan la evolución de la lengua que más me han gustado. Quizá el ejemplo más famoso, tanto por la novela como por la película, es Naranja mecánica, escrita por Anthony Burgess y lleva al cine por Stanley Kubrick. En esta novela hay una “lengua” (que más bien es una jerga) llamada Nadsat, que retoma términos del ruso y otras lenguas eslavas; es usada por Alex, el personaje principal, y sus drugos (sus amigos). Las ediciones de Naranja mecánica publicadas por Minotauro incluyen un glosario nadsat-español con más de 200 palabras. Una de ellas, moloko, es el nombre de una banda irlando-británica que conocí en los lejanos años 90, y su maravilloso disco Do you like my tigth sweater?; además, Moloko es también el nombre del modelo de un manubrio para bicicleta especializado para cicloviaje de la marca Surly.

Otro fascinante ejemplo de la evolución de la lengua está en Tigre tigre (también conocida como Las estrellas mi destino). Este es novelón de Alfred Bester narra la historia de Gully Foyle en el Siglo XXV, quien queda abandonado en el espacio luego de que atacaran la nave en la que viajaba y es capturado por la gente del cinturón de asteroides, un pueblo se define a si mismo como “la raza científica”, con un habla que está impregnada de términos científicos aplicados erróneamente, o digamos, que han adquirido un significado distinto; por ejemplo, gritan la palabra “¡Excipiente!” como señal de júbilo y recitan los contenidos de un medicamento como una liturgia. Esta sociedad ha estado alejada de todo, en 50 años Foyle es la primera persona del exterior que llega, aquí, el asteroide es la isla en el espacio.

Este no es el único ejemplo de los asteroides como islas. En la serie The Expanse (disponible en Prime video), la lengua de los cinturoneros ha ido cambiando. La gente del Cinturón son aquellas personas que llevan generaciones viviendo en estaciones espaciales del cinturón de asteroides y que nunca conocieron la Tierra ni Marte; la gravedad o qué es un océano. Su cultura y sus motivaciones son muy distintas. Hablan algo llamado belta, que viene del inglés belt (cinturón); y se llaman a sí mismos beltalowda. En muchas ocasiones hay diálogos entre los cinturoneros en esta lengua que no se traducen, tampoco los términos. En estos casos los espectadores vamos aprendiendo como se aprende el idioma materno, escuchando e imitando. Hay un momento memorable en la serie (no habrá spoylers) en el que un personaje adulto le pregunta a otro joven “¿cuántos años tienes?”, a lo que el chico responde “creo que 19, en tiempo de la Tierra”; luego hombre mayor le dice que si fuera en Júpiter, apenas estaría en su primer año (Júpiter tarda 10.8 años terrestres en dar una vuelta al Sol). El tiempo, los años que cumplimos al final no son más que tiempo de la Tierra, el tiempo que tarda en dar una vuelta al sol. Si estuviéramos en Saturno, este domingo apenas habría cumplido 1.38 años.

Feliz vuelta al sol, en todos sus gradientes.

*Comunicador de ciencia Instagram: @Cacturante