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La partida de Adalberto Ríos Szalay, entraña una profunda reflexión en torno a una trayectoria que es referente de lo mejor del pensamiento en Morelos durante la segunda mitad del siglo XX y en lo transcurrido de la presente centuria. Adalberto fue un morelense universal, a su destacada inteligencia y capacidades, se unieron la bonhomía y la discreción que caracterizan a las mentes brillantes, esto sin dejar de lado un humor ágil, certero y divertido, aderezado de finas ocurrencias e incontables anécdotas.

Nació en 1943 en aquella Cuernavaca idílica, con sabor provinciano que se nutrió de intelectos extraordinarios que iban desde talentos locales a figuras nacionales y prominentes extranjeros que hicieron de la eterna primavera su refugio y puerto de abrigo, ya fuera por ocio, cuestiones políticas o afortunada elección. Como orgulloso cuernavacense siempre presumió a su ciudad. Estudio administración en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, pero sin demerito de las virtudes que ostentan los buenos administradores, su talante intelectual estaba destinado a otros vuelos, así que sus estudios de posgrado los hizo en antropología, convirtiendo su cámara en el instrumento por medio del cual difundió la identidad y cultura morelense dentro y fuera de nuestras fronteras, pero también en el pasaporte que le permitió recorrer el mundo entero.

A lo anterior se complementó con su faceta de académico divulgando la cultura morelense y mexicana como consejero universitario y catedrático en la UNAM, pero también como profesor invitado en las universidades de San Carlos en Guatemala, en casi todas las universidades estatales en México, en la de Upsala en Suecia, la de Nueva York, la de California, en la UNESCO, en Paris, en el Fondo de Bienes Culturales de Cuba, la Biblioteca del Congreso en Estados Unidos, la Universidad Católica de Chile, el CIDEF en Caracas, la OEA en Washington y la Casa de América en Madrid entre muchas otras. No en vano, hace pocos años su alma mater en un acto de reconocimiento y jubilo lo hizo Doctor Honoris Causa.

Orgulloso también de su raíz húngara, siempre fue un motor activo de las relaciones bilaterales entre México y Hungría. Hasta su muerte también fue titular de un magnifico programa semanal sobre turismo “Viajar con Sentido” en Radio UAEM. No pocos diarios y revistas nacionales publicaban sus amenas crónicas y reseñas de viajes que podían versar desde la elaboración de cuexcomates en Chalcatzingo, Morelos hasta admirar las auroras boreales y convivir con los lapones en los países nórdicos.

Como ya se mencionó, armado con su Leica retrato todos los continentes: rostros, costumbres, monumentos y parajes, no en vano, su archivo que rebasa el millón de fotografías fue declarado patrimonio por la UNESCO. En ese devenir, trató a incontables personajes, su espíritu plural le permitió cosechar el afecto lo mismo de Eusebio Leal en las calles del casco antiguo de La Habana que al Rey Juan Carlos I para quien hizo un libro. Su amplio bagaje y su vasta cultura afortunadamente se acompañaron de una envidiable pluma que fue el complemento perfecto a los textos que añadió a sus libros. No fueron pocas sus ediciones, muchas de ellas publicadas por prestigiadas editoriales como Planeta en España y Miguel Ángel Porrúa en México. Destacan entre diversos títulos “Encuentros con Morelos”, “México, visto y andado”, “Y la llamaron Cuernavaca”, “Iberoamérica”, “Tesoros Coloniales de México” “Zapata en Morelos” así como libros sobre España, Michoacán, Nuevo León, Chiapas, Veracruz, Zacatecas entre otros más.

Adalberto incursionó también en la administración pública, no como una aspiración personal sino como un instrumento para impulsar la cultura morelense, fue Director del Instituto de Cultura de Morelos antecedente previo de la Secretaria de Cultura local. Su labor destacada fue reconocida por propios y extraños, siendo nombrado coordinador de los seis institutos de cultura que en ese entonces conformaron la zona centro del país.

Ríos de tinta no bastarían para reseñar la personalidad y la carrera de Adalberto, la cual ahora es patrimonio y satisfacción para sus coterráneos, sin embargo, queda como consuelo la celebración de su vida y como legado y ejemplo su enorme calidad humana que lo hizo en vida, un personaje excepcional.

Roberto Abe Camil, escritor y cronista morelense