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de David Demesa Barragán

(Primera parte)

Horacio Socolovsky Aguilera*

“El octli (pulque) solo podía ser bebido por los tlatoanis, guerreros, y sacerdotes mayores de 52 años cada 260 días en la fiesta de los Centzon totochtin, ya que solo ellos contaban con el carácter para estar poseídos por alguno de los 400 conejos hijos de Mayahuel, y acontecía así el ritual interior de morir y renacer.”

Del mito del Tepoztécatl y tradiciones sacerdotales narradas a Fray Bernardino de Sahagún.

Hoy día, tan solo al caminar por la calle José Guadalupe Rojas y dar vuelta en la esquina sobre Ignacio Zaragoza en el centro de la cabecera municipal de Tepoztlán, se evidencia que no necesita ser mes de carnaval para observar que el paisaje visual -y ciertamente también el sonoro- han sufrido un feroz y estrepitoso cambio gentrificador durante la administración del presidente municipal David Demesa Barragán, emecista y quien ahora salta a las filas del Partido del Trabajo con la intención de reelegirse por otro trienio. Papelerías, tiendas de abarrotes, y otros pequeños locales, todos de familias tepoztecas, que hasta hace unos años aún vendían sus productos, han sido sustituidas durante el gobierno del edil por cantinas y pulquerías con terrazas en sus azoteas como “Drink House” “La capitana” y “Terraza 360 Grill & Bar”.

La acera frente a uno de los accesos al Museo de arte prehispánico Carlos Pellicer presenta dos de tales cantinas, que en su gran mayoría son operadas por dueños provenientes de Ciudad de México o Cuernavaca, y en cuyas azoteas no faltan los sistemas de altavoces para hacer resonar el ‘reggaetón’ a volúmenes que dan la impresión de que existiera una competencia por qué negocio cuenta con más watts en su sistema de sonido. Tal escándalo emitido, de canciones que parecen compartir -todas ellas- un énfasis en el burdo fetiche sexual y la más vulgar cosificación de la mujer, no solo invade con altos decibeles el acceso al museo, sino, quizá más gravemente, las ventanas y patio interior de la Escuela Secundaria Jesús Conde Rodríguez, y la situación continúa con la pulquería con terraza “Vacas Verdes”, directamente frente a la entrada de la histórica secundaria.

Más adelante, sobre la misma calle Ignacio Zaragoza, se ha abierto recientemente una cantina más -de franquicia cuernavaquense- con el nombre “La Crudería”, en la misma cuadra que la Secundaria Jesús Conde y el Centro Municipal de Salud, y en contra esquina a la también histórica Escuela Primaria Héroes Caídos del Escuadrón 201, a cuyos alumnos, al ser recogidos por sus padres al terminar los dos turnos de clases, se les puede escuchar en ocasiones expresar de inmediato curiosidad por el enorme y muy colorido nuevo negocio que se encuentra en contra esquina a su escuela, preguntando a su padre o madre que los lleva de la mano: “Mamá, ¿qué es Crudería?” al pasar por el acceso principal del lugar -que está a un costado de la papelería en la que por años han comprado sus útiles escolares y monografías- y en el que lo primero que se observa es una barra con altas torres de vasos azules de unicel de litro, con el logotipo y marca de una popular cerveza.

De manera similar a las otras cantinas, “La Crudería” también cuenta con altavoces emitiendo ‘reggeatón’ -con las mismas monotemáticas letras de canciones aludiendo siempre al llamado “perreo”- a altos decibeles que indudablemente penetran las ventanas de las aulas de clase de la Primaria Escuadrón 201, esto no limitándose solo a fines de semana sino también en días de actividad escolar y laborables, ya que el horario de operación de la cantina, tal como lo anuncian en su fachada, es de miércoles a lunes a partir de las 11:00 am, hora en la que los alumnos de primaria se encuentran en clase tras las ventanas de enfrente, a escasos ocho o nueve metros de ancho de la estrecha calle que separa escuela de cantina. El ruido proveniente de dicho negocio sin duda alcanza también a penetrar el Centro Municipal de Salud que se encuentra a su otro costado, en donde personal médico y de enfermería del municipio atienden diariamente a niños, jóvenes, adultos mayores, y casos de emergencia.

La Ley General de Educación de los Estados Unidos Mexicanos, en su Artículo 11 Bis, establece que las autoridades educativas de la federación, de las entidades federativas y de los municipios, deberán cerciorarse que a cuando menos 400 metros de los centros educativos no haya establecimientos comerciales que vendan bebidas alcohólicas.

Al preguntarle a uno de los gerentes de “La Crudería”, quien se presentó como Luis Gallardo, si también ofrecían cerveza en vasos desechables para llevar, confirmó cortés y alegremente que sin problema la pueden vender también así. Se le preguntó también al trabajador recién llegado al municipio si tenía conocimiento de que la cantina en la que labora ocupa un inmueble que se encontraba dentro del catálogo del INAH de edificios históricos, a lo cual respondió en el mismo tenor alegre y despreocupado que ignoraba totalmente dicho aspecto.

El presidente municipal David Demesa Barragán detalla en su semblanza que en su niñez y adolescencia fue alumno de ambas escuelas del primer cuadro de la cabecera municipal mencionadas, mismas que ahora, durante su administración, han sido rodeadas por las múltiples cantinas. Demesa también comparte que fue alumno del Jardín de Niños Estanislao Rojas, ubicado en el otro lado del mismo cuadrante, sobre Avenida Revolución de 1910, y en cuya contra esquina opera ya también con plena libertad un negocio de venta de mojitos, micheladas, y “pitufos” para su consumo dentro del local y en la calle, también en días de actividad escolar.

La respuesta dada por Demesa cuando ha sido cuestionado sobre por qué su gobierno, a través de su encargado de la Oficina de Licencias y Permisos de Comercio, el Ing. Omar Camacho, ha continuado dando permisos de operación para tales negocios de venta de alcohol como en el reciente caso de “La Crudería” -en plena zona escolar-, el edil ha respondido, sobre esta última, que “lamentablemente cuentan con un amparo frente al cual no han podido proceder como autoridades”. La pregunta que obligadamente surge entonces es si en verdad el resto de las cantinas y pulquerías del primer cuadro: “Drink House”, “Vacas Verdes”, “La capitana”, “Hielocos”, “Gallo Rojo”, “Rock & Bike”, “El Mitote”, entre otras, cuentan quizá todas con amparos ante los cuales a Demesa y Camacho se declaren también “incapaces de actuar”.

El historial del Ing. Omar Camacho ciertamente no le es favorecedor como servidor público, ya que se ha encontrado hasta recientemente involucrado en actividad presuntamente ilícita, cuando el año pasado llegó a ejercer indebidamente sus funciones y diligencias desde el domicilio particular de David Byles Warner, inglés residente del Valle de Atongo. Esto fue denunciado públicamente en medios por el empresario hotelero Pedro López López, quien hizo público que Byles y Camacho obstruían arbitrariamente el pago oportuno del permiso de operación de su hotel para posteriormente cobrarle recargos, y que para atender su situación era citado -no en la oficina de Permisos y Licencias del edificio de la Presidencia Municipal-, sino directamente en el domicilio privado de Byles, quien también se vio señalado públicamente en medios por haber pretendido alterar la Cruz de Atongo en el año 2022 sin el permiso de la población tepozteca originaria y por haber hecho solicitudes de 5,000 pesos a cada vecino del valle -sumados a los 4,000 pesos que el inglés de por sí solicita anualmente por concepto de “membresía” a la asociación vecinal privada que entonces presidía- para el arreglo del empedrado del tramo de Camino a Meztitla en el que él vive, adjudicándose funciones que competen únicamente al Ayuntamiento. Dicha obra no pudo concretarse tras la denuncia pública de sus acciones y debido también a que Byles Warner la planeó irresponsablemente en ese entonces para los meses de junio a septiembre, aparentemente olvidando por completo el temporal, inundaciones, y deslaves característicos de dichos meses en el municipio donde habita.

Tras hacer públicas López López las obstrucciones de operación que sufría por parte de Byles y Camacho en los medios informativos en el mes de junio de 2023, incluido un artículo del periodista Roberto Abe Camil, a los pocos días personal de la Presidencia Municipal acudió a su hotel para enmendar la situación y asegurarle que “jamás se repetiría lo ocurrido”, y una unidad de la fiscalía estatal tuvo que hacer una visita al Sr. Byles en su propio domicilio, como lo reportaron trabajadores de los sitios de taxi que laboran en la zona.

Tales hechos cobran relevancia nuevamente dentro del contexto presente como antecedentes, ya que aún después de haberse hecho tan ampliamente públicos en múltiples medios los actos de Omar Camacho en mancuerna con Byles Warner, -constitutivos de probable favorecimiento de usurpación de funciones y corrupción-, David Demesa aun así ha decidido mantener a Camacho a cargo de la Oficina de Licencias y Permisos de Comercio hasta hoy día, en que el servidor público con tal historial ahora se declara “incapaz” de hacer algo al respecto de la proliferación de cantinas en el primer cuadro del municipio, debido a encontrarse éstas -en palabras de su superior directo-: “amparadas”.

Imagen que contiene exterior, roca, comida, frente

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*Fotógrafo, documentalista, y preservador

del acervo antropológico Gerardo Aguilera Cornejo.