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El cambio climático y lxs mexicanxs

En la columna anterior les platicaba acerca de la necesidad de replantear la forma en que lxs mexicanxs vemos los esfuerzos internacionales, exógenos, para abordar el cambio climático; esas soluciones que no pueden ir más allá de lo que plantean en el papel… un papel que a México le queda chiquito.

Es muy curiosa la forma en la que llegué a este ensayo. Yo estaba haciendo mi servicio social en una organización de la ONU, enfocada en crear una red de universidades en pro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y me pidieron que escribiera acerca de la cultura y los ODS. Debí de haberlo redactado muy mal… no creo que haya sido porque planteaba la necesidad de cuestionar quién presentaba esos objetivos, desde dónde, y por qué.

Parte del problema era que los mexicanos no mostraban interés en los ODS. ¿Eso quería decir que tampoco les importaba el cambio climático? No lo sabía a ciencia cierta. Yo estaba seguro de que no era porque les valiera madre, y después de pensar un poco me di cuenta de lo pobre que era el planteamiento desde un principio: “Los mexicanos no muestran interés en los ODS”.

¿Los mexicanos de dónde? ¿y las mexicanas? ¿una mexicana de Chiapas o un mexicano de Nuevo León? ¿de qué estrato social? Ahí tenía mi respuesta.

Llegué a la conclusión de que, en primer lugar, la masa social de nuestro país es mucho más compleja de lo que se nos ha dicho, y lastimosamente está desarticulada. Existen muchos Méxicos, muchas mexicanidades. Encontrar soluciones colectivas que abarquen a todas las comunidades o que una solución mejore una comunidad sin afectar a otra se vuelve delicado.

Los problemas y perspectivas para abordarlos son distintos (desarrollistas, radicales, comunitarios, de acciones individuales, saberes ancestrales, etc.), así como las condiciones materiales de quien las vive como de quien las analiza, ya sea grado educativo, nivel socioeconómico, zona de residencia, vulnerabilidad o estatus, por decir algunas características. Estas variantes forman distintas mexicanidades: La gente clase media y sus distintos tipos de clase media, los indígenas, las mujeres, los de Tabasco, las de CDMX o les de Tlaxcala, la clase con capital, sus trabajadores, las niñas, los marginados. Las realidades son amplias y variadas, ergo la complejidad.

Esta suma de factores influye y enriquece la visión colectiva del problema, pero si los saberes no se saben gestionar, se vuelve un juego de tirar y jalar al debatir la línea de acción a seguir en vez de dialogar con todas las perspectivas. Muchas voces que no suenan al unísono dejan de ser un coro y se vuelven un canto de borrachos a las tres de la mañana.

Una de estas particularidades la percibe Leff al señalar una desorganización y acción diluida por parte de los movimientos ambientales que no terminan de comprender a las comunidades en riesgo que son más vulnerables contra acciones represivas por manifestarse en contra de transnacionales que explotan sus recursos ¿Cómo hacer que grupos que no tienen problemas en común, alejados unos de otros, colaboren?

Otra particularidad es analizada por Poma y Gravante al encuestar asistentes del 29M de Fridays For Future en la CDMX. Ahí se dieron cuenta que los asistentes (en su gran mayoría jóvenes de universidad) están comprometidas con hacer cambios individuales y exigirle al gobierno implementar modificaciones a nivel estructural, pero sin involucrarse en la política debido a su desconfianza en las instituciones y el Estado.

Leer esa intención de acción individual me saltó mucho porque, por un lado, al igual que ellos siento mucha desconfianza en el Estado, pero por otro sé que si no me involucro en el ámbito legislativo las protestas no llegarán a ningún lado. Me di cuenta de la magnitud y las diferentes capas en las que actuaba la individualidad, pues la propia desconexión de adultos experimentados en esos temas, esa la desconexión de posibles tutores políticos a esa energética masa juvenil deja entrever la falta de un diálogo social aun entre gente que lucha del mismo lado.

La hiper individualidad, resultante de crecer en un sistema neoliberal, se explica como una visión donde la vida es una competencia en donde las habilidades y contextos (trabajo, inteligencia, capital, habilidades sociales) sirven sólo para resultar vencedor, generalmente por encima de aquellos que no capitalizaron o no tuvieron oportunidad de explotar sus habilidades. Como consecuencia, se desdibuja la colectividad y se vuelve difícil concebir acciones que involucren a otra persona que no seamos nosotros mismos.

Una de las muchas consecuencias de la individualidad es que nos sentimos muy chicos ante el problema. Una sola persona no puede arreglar el cambio climático, pero las herramientas que existían para actuar, pensar y dialogar en colectivo se volvieron escasas. Las redes de apoyo quedaron vulnerables, y la impotencia se siente cuando nos imaginamos luchando solos contra el gobierno y el sector privado.

Ante una falta de red de apoyo se nos orilla a la disonancia cognitiva: Ignorar los hechos, evadir las críticas, autoengañarnos. ¿Puede una parte de la población hacer algo más que ignorar que el mundo se acabará en el 2050? Esta arraigada y sistémica individualidad reduce nuestro rango de acción y de pensamiento, su grado de impacto en la realidad y la percepción de la proporción de responsabilidad de los actores relacionados con el cambio climático. (No está demás recalcar que una persona común y corriente no ha contaminado lo mismo que una persona con poder de decisión dentro de una empresa o un Estado, o como una celebridad que decide usar su jet en viajes cortísimos y contaminar en cantidades mucho más grandes de las que podría hacerlo una persona común y corriente).

Adicionalmente, a esta individualidad se les suma un hecho que impulsa la inacción de lxs mexicanxs: México es el primer país con activistas medioambientales asesinados. El actuar individualmente y de forma radical puede conllevar la muerte. La creación de una comunidad activa reduciría la necesidad de consagrar la vida a defender la naturaleza, los derechos y las comunidades, pero la privilegiada atención a los problemas de las grandes ciudades deja a las comunidades rurales desprotegidas y al acecho.

A los fallecidos activistas se les convierte en mártires que portan en su narrativa un miedo paralizador. Sin embargo, las metrópolis no piensan (u omiten) en acciones colectivas y cambios más profundos, pues conllevaría modificar aspectos de la vida cotidiana que quizá no se estamos dispuestos a cambiar. Quizá este centralismo de atención y descolocación de responsabilidades cargue consigo una resistencia al cambio, que dicta que no son los citadinos los que tendrían que hacer un cambio a priori más allá de no usar popote, esperando que una líder rural haga todo lo que miles no pueden (o quieren).

Por último, la coyuntura del presente: En los Méxicos que habitamos hay muchos otros problemas, igual de importantes y más inmediatos. El cambio climático no es un tema que llegó después de resolver todas nuestras barreras políticas, sociales y económicas. Discriminación, clasismo, machismo, racismo, homofobia, deudas, crisis, inseguridad, narcotráfico, migración, sobreexplotación laboral, ilegalidades, inflación, impunidad, poca seguridad social y un largo etcétera son situaciones que se viven todos los días.

La suma de todas estas características te mata lenta o inmediatamente, te quita la esperanza o te deja en un constante estado de frustración. Pensar en los problemas del futuro es imposible cuando en el presente existen estas hostiles variantes, presentes en los pilares para disfrutar de una vida con un mínimo de garantías.

Hace algunas décadas los problemas sociales y económicos parecen ser infinitos, parecía que aguantábamos los golpes, pero las consecuencias del pasado ya decantaron en un problema que puso al mundo, desigual, desesperanzado y desorganizado, en jaque y a contrarreloj. ¿Qué nos falta hacer individualmente para darnos cuenta de que debemos de actuar en colectivo?

¿Qué tal si lxs mexicanxs ya pensamos todo, estamos listxs, pero este sistema no nos deja?

Yo sé que somos tanta valentía y tan poco valemadrismo.

Con esto concluyo el análisis de los puntos más importantes previo a la gran interrogante, la incertidumbre, la parálisis: Las soluciones. Para finalizar esta segunda parte de “El cambio climático y lxs mexicanxs” y empezar a pensar en colectivo, cierro con una pregunta para el público: ¿Qué otros factores sistemáticos, nacionales, estatales o municipales piensas que son necesarios para incentivar un cambio real y duradero con respecto al cambio climático? ¿Qué acciones crees que se deban tomar? ¿quiénes? ¿por qué?

Por Bruno Naciff Otero

De entre todas las cosas, me define la resiliencia: Estoy a punto de terminar una carrera que no me gusta. Así también la positividad: Es una carrera menos para encontrar la que me encanta. En menor medida, también me define el sarcasmo. Ya no sé si la escritura me ha llamado o si he sido yo quien ha atraído a la escritura. Hasta el momento, sólo he necesitado de pasión para narrarle a las hojas como siento, pienso e imagino la vida. Lo hago desde la curiosidad por lo sencillo, lo bello en lo cotidiano y la magia que, oculta, nos habita. Mi nombre es Bruno Naciff Otero. Tengo 22 años y estudio Negocios Internacionales en la UNAM. Antes no tuve la claridad para encontrar oficio que me encantara, pero creo que al escribir estas líneas me acerco más a encontrarlo. Uno de mis sueños es llegar a ser un excelente escritor; otro es ver un cielo repleto de estrellas. Estoy en un momento donde sé que puedo cumplirlos ambos.