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El pasado 13 de agosto de 2023, apareció una nota en La Jornada Morelos titulada “Revalorar el patrimonio construido: el modelo de los paradores de España y la potencialidad de las haciendas de Morelos”. La cual nos habló de las oportunidades para la preservación de inmuebles con valor histórico cuando participa la Iniciativa Privada (IP) en su remodelación y readaptación, siguiendo el modelo implementado por la empresa española Paradores de Turismo de España, S.A.

La nota nos habla de la conversión de haciendas y conventos en hoteles y restaurantes de lujo o museos y con ello un impulso al desarrollo de nuestro Estado por la vía del turismo, que hasta este punto parece ser una opinión sensata. Pero recordemos que entre los años 50’s y 70’s, el turismo fue considerado como la “industria sin chimeneas” por la aparente inexistencia de impactos. Sin embargo, hoy sabemos que esta es una actividad que puede generar efectos similares a los de la industria manufacturera, consume recursos, produce desechos y requiere de infraestructura para su mantenimiento. Es capaz de contaminar y alterar el equilibrio ambiental de manera tal que el uso desmedido de recursos naturales ha llegado en varios casos a destruir aquellos elementos naturales que le dieron razón de ser.

Aquí debo apuntar que no estoy en contra del turismo, yo soy nativo de Oaxtepec, pueblo turístico por excelencia en el Estado de Morelos. Pero una mala planeación del turismo lleva al encarecimiento de la vida de las comunidades, la restricción de ciertos servicios, la gentrificación y la afectación de las dinámicas sociales de una comunidad. Ese tipo de turismo es el que se debe erradicar y cambiar por uno sostenible.

Volviendo a la nota publicada en este diario, lo que no se menciona o se omite son los problemas que representa entregar inmuebles con valor histórico a empresas encargadas a la promoción turística bajo el esquema de Paradores. En la mayoría de los casos estas empresas restringen cuando no prohíben a las comunidades, dueñas originales de los inmuebles, el uso y el acceso a estos sitios. Limitándolos a ser empleados de limpieza o mantenimiento con sueldos mínimos que impiden poder hospedarse o comer en los hoteles o restaurantes de lujo en que terminan convertidos los edificios. Y si esto aún no es convincente, habría que preguntar a los dueños del Hotel Hacienda de Cocoyoc o la de Atlacomulco en Jiutepec ¿Cuál es el porcentaje de habitantes de estas dos comunidades que se hospedan anualmente en sus hoteles?

Hace más de una década, un diputado federal de Morelos se ofreció como intermediario entre el pueblo de Oaxtepec y una empresa privada para restaurar y convertir las ruinas del Exhospital de la Santa Cruz de Oaxtepec en un hotel de lujo. La promesa era que la empresa daría empleo a los habitantes en las áreas de limpieza y mantenimiento, pero la comunidad debía entregar completamente el inmueble al particular. La IP vende la idea de desarrollo económico para las comunidades cuando en realidad se trata de despojo y apropiación del patrimonio convirtiéndolo en una mercancía. Naturalmente la comunidad de Oaxtepec rechazó la “oferta” de restauración.

El turismo capitalista que ve al patrimonio como una mercancía no solo es dañino para las comunidades, sino que termina por legitimar el despojo cultural y la apropiación del pasado. Definitivamente debemos revalorizar los inmuebles con valor histórico, pero con una perspectiva comunitaria y de desarrollo sostenible, donde los pueblos estén al frente de los proyectos y en el que la cultura esté por encima de las ganancias de una empresa. Claro que la IP es bienvenida a participar siempre y cuando deje de lado su visión capitalista/extractivista de la cultura asociada a la industria turística. Una propuesta real podría ser construir sus desarrollos en zonas adyacentes a los sitios de valor histórico y cultural que beneficien a ambos.

*Historiador