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Guillermo Peimbert

Soy parte de ese clan humano que no está satisfecho con lo que hemos hecho. Ni con lo heredado de nuestros ancestros, ni con la falta de cuidado por este planeta tontamente antropomorfizado desde nuestras herencias culturales más encarnadas. Reconozco ser parte quienes hemos contribuido a reproducir (queriendo o no) este calentamiento global interno y externo. Si retomara la clasificación de Umberto Eco, diría que soy más apocalíptico que integrado.

Soy de aquellos insatisfechos a quienes muchas cosas humanas no gustan y vivimos con la creencia de que todo podría ser mejor: no nos gustan las personas que siendo como nosotros, se ven obligados a huir de sus países de origen porque quieren vivir, ya no digamos mejor, sino vivir (migrantes les dicen, pero como dice Jorge Drexler, “yo no soy de aquí, pero tú tampoco”). Me descubro insatisfecho cuando digo combatir la discriminación y me doy cuenta que, día a día, reproduzco, sin darme cuenta, que lo hago cotidianamente.

No me gustan los feminicidios que no paran y que ya ni las estadísticas oficiales pueden ocultar; no me gustan las censuras que vienen de fuera ni las provocadas por el miedo (autocensura disfrazada de técnica profesional); no me gusta la militarización que avanza ante nuestras insólitas y tristes miradas; no me gusta esta nueva normalidad después del confinamiento que se parece tanto a la anterior y que me recuerda que no aprendemos nada del caos que hemos contribuido a generar; no me gusta la criminalización de la miseria ni la violación de los derechos humanos bajo ninguna justificación; no me gusta que a cientos de personas incluyendo a autores como Gioconda Belli y Sergio Ramírez, el gobierno nicaragüense (quién lo diría) estúpidamente los pretenda despojar de su nacionalidad; no me gusta la mercantilización de todo, la creencia de que turismo y cultura son la misma cosa y solo sirven para vender más…

Y de esta insatisfacción nace, en mi imaginación, en letras y palabras, cantos y bailes, la posibilidad de hacer algo para cambiar esto que no me gusta, para gritar a los cuatro vientos, junto con amigas y amigos, compañeros y colegas, que no estamos de acuerdo, que otro mundo es posible… que esto ya no aguanta más. Y vean… son palabras…

También sé que, de esa imaginación utópica y crítica, podrían nacer otras cosas (así ha sido); nunca tal como lo imaginado (siempre tuve más claro lo que no quiero que lo que sí); pero de estas fantasías imaginadas, de esa superación crítica de la insatisfacción, han nacido siempre las luchas por querer cambiar las cosas. Y han cambiado; siempre han cambiado; nunca tal cual el “plan maestro” (afortunadamente), sino con aportes de todas las voces… y así hemos cambiado. Y la lectura, la palabra, cuando no un refugio, ha sido un acto de resistencia, un acto subversivo. Y así será mientras estemos vivos.

La literatura, las palabras son nuestras aliadas en esta labor. Atrás de cada persona que lucha por orientar el mundo a una versión mejor que no existe (sino solo en su cabeza y la de sus aliados insatisfechos), atrás de eso, decía, hay un libro, ya sea leído o contado. Hay, en suma, palabras, lenguaje, cultura… Palabras que retoman herencias milenarias de aquellas personas que no estuvieron de acuerdo y que trataron de redefinir lo vivido por una versión mejor imaginada. Tampoco ignoro que ha habido utopías que han terminado en pesadillas. Y es aquí donde el pensamiento crítico se vuelve imprescindible. Y por eso las y los niños (y sobre todo los adolescentes), nos miran desconfiados y enojados, y con cierto rencor… como cuando nosotros mirábamos adolescentemente a nuestros antecesores… y tienen razón. Hay muchas cosas que no deberían ser como son. Por eso hay que leer, hay que hablar, hay que pensar críticamente y encontrarnos en esa labor. Con-versar.

En este tenor, los aliados nos sumamos una fiesta. Aunque parezca paradójico hay mucho que festejar: bailaremos, cantaremos, leeremos en voz alta, contaremos cuentos y celebraremos La Fiesta del Libro y la Rosa 2023. Estaremos este viernes 21 y sábado 22, de 10:00 a 18:00 en el recinto universitario Museo de Arte Indígena Contemporáneo de (frente al Cine Morelos), que nos recibe amorosamente, sin condiciones ni costo. Celebraremos el poder de la palabra para resistir, levantar la voz, escucharnos y pensar en utopías, partiendo de esto que somos. Literatura, música, creatividad y palabra son aliados y frutos de la imaginación para un mundo mejor. Celebración comunitaria y sin costo.

Aquí la programación: https://www.crim.unam.mx/difusion-y-divulgacion/flyr2023/