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FUEGO “AMIGO” ANTE LA UNESCO

 

Cuando la doctora Gloria López Morales era coordinadora de Patrimonio Cultural en Conaculta, a principios del milenio, puso todo su empeño en lograr que la Unesco designara a la cocina tradicional mexicana como patrimonio cultural de la humanidad. Gloria ya había emprendido con excelentes frutos muchas otras iniciativas ideadas por ella, como los Congresos Latinoamericanos de Gastronomía en Puebla y los Encuentros de Cocineras Tradicionales en Michoacán, por sólo citar un par de ejemplos. No obstante, los mejores funcionarios públicos no son necesariamente a los que se les ocurren las ideas, sino los que son capaces de instrumentarlas y llevarlas a cabo. Tal fue el caso de Gloria con el expediente de la cocina mexicana ante la Unesco, pues fue quien dio los pasos para que se hiciera esa declaratoria, aunque aquel primer intento no tuvo éxito. (Ello independientemente de que la cocina mexicana es patrimonio de la humanidad, con o sin declaratoria).

Los sustentos de la propuesta mexicana son variados y sólidos y cumplen con los requisitos exigidos por la Unesco de originalidad, continuidad, autenticidad, diversidad e identidad, a saber: la cocina tradicional mexicana es única a nivel mundial, no hay otra que se le parezca; tiene 80 siglos de pervivencia, con la tortilla de maíz como eje; conserva sus dos raíces principales, asimilando las influencias de otros mestizajes; surge de la megadiversidad biológica y cultural de nuestro país; y es factor de cohesión social y elemento de la identidad nacional.

A mayor abundamiento:

  • La cocina tradicional mexicana, mucho más allá de la mera subsistencia material, es una matriz cultural y poderoso eje cosmogónico del pueblo. Trasciende la alimentación, la nutrición y la gastronomía para integrar un sistema cultural que abarca religión, ritos, tradiciones y costumbres sociales y familiares, manejo del medio ambiente y equilibrio nutricional tradicional.
  • El eje de la cocina mexicana es el maíz, cuya notable domesticación por el indio mesoamericano tiene orígenes de 8 mil años.
  • En pleno siglo XXI, este cereal en México es historia, es leyenda y es tradición, pero se mantiene vivo. El maíz forma parte de nuestro patrimonio natural y asimismo de nuestro patrimonio cultural.
  • La cocina tradicional mexicana está determinada por dos hechos: México es la cuarta nación del mundo en biodiversidad -después de Brasil, Colombia e Indonesia- y a la par es el segundo país de la Tierra por su diversidad cultural, después de la India. (Los antropólogos suelen medir la diversidad cultural por el número de lenguas vivas que subsisten en un territorio, pues es una de las expresiones culturales más frágiles; por tanto, la permanencia de un idioma implica la permanencia de otras expresiones culturales. La India tiene 65 lenguas vivas y México tiene 62).
  • El reto es conservar la megadiversidad física y cultural de México como marco de la cultura de la milpa. Un desarrollo sustentable imbricado con la tradición, con la historia y con el futuro. La sustentabilidad como desafío económico y ambiental, pero también como desafío cultural.
  • Las prácticas e ingredientes culinarios mexicanos han rebasado las fronteras de la nación.

Se plantearon a la Unesco los principales riesgos que tiene la cocina tradicional mexicana: pérdida de elementos identitarios sociales y familiares y de patrones tradicionales de consumo de probada eficiencia nutricional (las grandes civilizaciones mesoamericanas de rango universal se alimentaban de maíz, frijol y chile) por la agresiva mercadotecnia de comida chatarra y por la invasión de cadenas de franquicias extrañas de fast food; creciente dependencia alimentaria por la competencia desleal de granos importados, subsidiados por sus gobiernos; aumento en las compras de semillas para siembra en el exterior, por la infertilidad de los transgénicos; eventuales peligros insuficientemente estudiados por el consumo de esos granos genéticamente modificados.

¿Qué fue lo que sucedió? Gloria dirigió el estudio central y participamos en un grupo de trabajo asesor varias personas, resultando un documento final que por su contenido y extensión justificó publicarse como todo un libro (Pueblo de maíz. La cocina ancestral de México). El indispensable cabildeo ante los miembros del comité de la Unesco lo llevó a cabo la propia Gloria (medio en el que se mueve como pez en el agua, pues buena parte de su vida trabajó en esa organización, donde alcanzó el rango de embajadora).

Lo que no fue posible lograr es increíble: ¡el apoyo de la presidencia de Conaculta! Allí se simuló favorecer la propuesta, pero se le hizo saber al embajador mexicano en Francia que en realidad el asunto no le interesaba a nuestro gobierno y que no merecía mayor patrocinio.

Al fuego “amigo” del más alto nivel de Conaculta se agregó una inercia o conservadurismo de algunos miembros del comité de la Unesco. Hay que recordar que las declaratorias de ese organismo internacional para designar patrimonio cultural de la humanidad se refirieron durante décadas solamente al patrimonio material o tangible: sitios arqueológicos, edificios o monumentos, pueblos o centros históricos de ciudades. Apenas hace unos pocos años, la Unesco abrió sus declaratorias (y su mente) al patrimonio cultural intangible; las fiestas de muertos de México ya recibieron esa distinción. Como ninguna cocina del mundo había sido todavía declarada patrimonio de la humanidad, era de esperarse que a los miembros del comité les temblara la mano para iniciar ese nuevo sendero de reconocimientos con la cocina mexicana. ¿Por qué no primero la cocina francesa?, se habrán preguntado algunos de ellos, recordando que la sede de la Unesco es justamente París.