loader image

A doña Ofelia no se me hizo entrevistarla. Me citó una vez y llegué puntual.

—¿Qué, no ve que tengo clientes? Véngase más tarde —me dijo.

Y así, tres veces. Por lo menos me permitió tomarle una foto.

Doña “Ofe” —así la llaman sus clientes— a pesar de su edad, todos los días, llueva, truene o relampagueé, desde que amanece hasta que anochece, está ocupada. Ella misma se abastece de toda la materia prima: masa, aceite o manteca, chiles, frijol, habas, tomates, jitomates, papas, longaniza, chales, crema, queso, etcétera. Y ella cocina y prepara todos los ingredientes.

Menuda de cuerpo, hija mayor de doña Félix, la longeva señora que vivió 101 años y por mucho tiempo fue conserje de la primaria Juan Jacobo Rousseau. En los recreos su mamá vendía enchiladas, tortas, tostadas, tacos, aguas frescas. Por eso, desde que era niña, Ofelia se vinculó con la hechura de comida, en su caso, elaboración de sabrosas gordas y picadas.

Haciendo sabrosas gordas, picadas y quesadillas, doña Ofelia ayudó más de la cuenta no solo con la manutención de los hijos, sino en el costeo de sus carreras.

Doña “Ofe” trabaja de lunes a sábado. Suponiendo conservadoramente que día a día vende al menos 50 picadas o gordas, estaríamos hablando de que en todos los años que ahí lleva, ya procesó por lo menos un millón cien mil gordas. Todo un récord.

Con sus deliciosas gordas ya ganó un primer lugar en un concurso estatal de comida tradicional.