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La ciudad de los 15 minutos

 

La ciudad de los 15 minutos fue el eslogan de campaña con que la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, lograría ganar las elecciones de la capital francesa hace ya unos años. Lo cierto es que la idea desarrollada por el urbanista Carlos Moreno de promover una ciudad en donde los servicios de salud, educación, abastecimiento, entretenimiento y empleo se encontraran a un cuarto de hora caminando o en bicicleta desde nuestra vivienda era sin duda muy atractiva.

Sin embargo, un modelo que puede funcionar muy bien para una ciudad como Paris –en donde cada barrio tiene una cobertura bastante robusta si exceptuamos las periferias–, presenta retos históricos para las ciudades latinoamericanas, caracterizadas por grandes extensiones de asentamientos en donde no se han cubierto ni siquiera los servicios básicos indispensables.

En el centro del debate se encuentra la sostenibilidad de las ciudades, en el consumo de combustibles fósiles, la contaminación y su impacto en la calidad de vida de sus habitantes. El modelo de ciudad derivado del predominio del automóvil privado y las redes de autopistas e infraestructuras asociadas a este generó territorios extendidos y dispersos, creando diseconomías y un deterioro acelerado del medio ambiente. El problema de fondo es que las ciudades existentes se extienden ya como manchas urbanas sin los equipamientos necesarios, lo que trataría de revertirse con este modelo de cercanía que busca llevar los servicios a todos los rincones de la ciudad.

Estos objetivos son contemplados en el reporte mundial de ciudades (https://unhabitat.org/wcr/) de la agencia de las Naciones Unidas para el Habitat como ejes prioritarios de desarrollo. No obstante, y por mejores intenciones que tengan estos organismos, tenemos que considerar en primer lugar las cuestiones de escala, en el sentido de que una cosa es pensar en una estrategia de reconversión de las áreas centrales de la ciudad (o incluso barrios) y otra mayor, es la de considerar a la ciudad como un complejo económico y social en donde entran en juego muchos factores que funcionas a distintas escalas.

La ciudad de los 15 minutos es una idea que potencializa las ventajas de la “caminabilidad”, de la proximidad y de las interacciones sociales. Sin embargo, estudios recientes con datos de movilidad (Abbiasov et al., 2024) sugieren que el aumento en el uso local se correlaciona con una mayor segregación experimentada por los residentes de bajos ingresos. Es decir, que el fomentar el uso intensivo de los equipamientos de proximidad podría derivar en que los sectores socioeconómicos marginados tuvieran aún menos movilidad a otras zonas de mayores recursos, lo que podría incluso acentuar su aislamiento socioeconómico. Lo anterior probablemente fue más evidente durante la pandemia de COVID-19, en donde la población de menores recursos quedó más expuesta que el resto a los inconvenientes de esta, como la imposibilidad de quedarse en casa, de seguir las clases en línea en una computadora personal o de tener servicios de salud cercanos y eficientes para atender la contingencia.

En síntesis, la propuesta de la ciudad de los 15 minutos, centrada en la proximidad y la movilidad sostenible, plantea retos importantes al aplicarse a las ciudades latinoamericanas, que tienen características particulares. Aunque la idea de acercar servicios y promover una vida cotidiana más manejable es atractiva, los asentamientos en donde los servicios básicos aún no han sido cubiertos se presentan como desafíos históricos. La sostenibilidad urbana se encuentra en el centro del debate y se ve amenazada por modelos de expansión basados en el automóvil privado y la dispersión territorial. A pesar de las intenciones de organismos como la agencia de las Naciones Unidas para el Habitat, la implementación de estrategias debe considerar la complejidad económica y social de las distintas ciudades.

Ante esto, podemos retomar los principios básicos de la idea en cuestión, que sigue teniendo puntos válidos. Dado que la mayoría de la gente consideramos a las ciudades como nuestro hábitat natural, sería importante asegurar un buen estándar de vida para toda la población. Esto implica facilitar el acceso a instalaciones, empleo y servicios dentro de un ámbito geográfico manejable en nuestra rutina diaria. La ciudad de los 15 minutos, al promover la conectividad y la proximidad, debe abordar preocupaciones como la posible segregación socioeconómica y el impacto desigual en diferentes sectores de la población, además de asegurar la participación pública en la toma de decisiones. En este sentido, es crucial garantizar un estándar de vida equitativo para todos, resaltando la importancia de una planificación urbana inclusiva y sostenible para abordar los desafíos de la cotidianidad en las ciudades.

Imagen cortesía de Claudia Almandoz