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Hace unos días en una de esas pláticas de billar con un amigo, me puse a filosofar de la forma menos documentada y más movido por la experiencia, le comenté:

Oye: ¿No te parece bizarro, que en nuestros años de educación musical (él por su lado Centro morelense de las artes y yo por mi lado Escuela superior de música), la priorización de los estudios siempre estuvo enfocada a una cultura que poco tiene que ver con la nuestra? Es decir, por un lado en la música clásica europea, y por otro lado el jazz, música de origen estado-unidense. Le dije: Encuentro muy extraño el empeñar cuatro años de nuestra vida (duración de la licenciatura) a reproducir, decodificar y entender un producto ajeno a nuestra cultura/ambiente. Haz el experimento: Sal de tu casa camina cinco cuadras, y dime si en alguna tienda, en algún Oxxo, tortillería, o transporte público, algo de esa música existe en el espacio común. Te aseguro que no. Y a ver, no me malentiendan, a mí me gusta mucho el jazz, pero no fue así desde un principio, me tomó años de educación poder comprenderlo y disfrutarlo. Es algo así como cuando pruebas tu primera cerveza, o comes Taquis Fuego por primera vez, “sofisticar” el gusto toma años de entrenamiento (uy ya, esa frase suena pretenciosa). Lo mismo pasa con la escucha que escapa a la esfera pública.

El entendimiento de una música desde una dimensión política en donde se ponen en juego los procesos de hegemonía y consumo a través de su circulación, da pie para su comprensión como agente cultural desde su categorización, jerarquización y posicionamiento, y esto depende enteramente de su interacción en los procesos socio-culturales.

No es mi intención explicar cómo el jazz acabó en una esfera de élite, hay muchas tesis y artículos que hablan de ello mejor de lo que yo podría explicar aquí, sólo quiero poner algunos ejemplos no de la música en sí, sino de su interacción y posicionamiento que me sigue pareciendo un poco irreal, y no acabo por comprender, espero esbozar con esto una mínima conversación.

Por un lado está la integración del género como un programa de estudio legítimo, tomemos en cuenta que hasta hace sólo unos años el estudio de la música académica se centraba casi únicamente en la música clásica que corresponde a Europa occidental, enmarcada mayoritariamente dentro del período conocido como de la “práctica común” (siglos XVIII y XIX), asociado a nombres como Bach, Mozart y Beethoven, entre otros. Su integración dentro de la academia, considerando al género como un válido objeto de estudio, tiene que ver con la integración y articulación de un cuerpo estructurado, en otras palabras de un aparato pedagógico que encuentre coincidencia con el sistema-forma de educación occidental, y debe hallar cierta asonancia o correspondencia con los valores que catalogaron en primer lugar a la música clásica digna de su estudio, algunos de ellos podrían ser: música que se escribe y se puede entender/analizar a través de la partitura “letrada” por ponerlo de alguna forma, hay predominancia por el desarrollo armónico, improvisación, virtuosismo, música instrumental, etc.

Para que el público consuma esta música ¿se necesita alguna educación auditiva? Yo diría que no necesariamente, pero sí. A ver, la música no pide permiso para entrar, va de golpe en tus oídos y en cuanto menos de das cuenta ya está ahí revoloteado, esto no quiere decir que uno la disfrute o la logre comprender a un nivel más profundo. Como todo lenguaje contiene un código, y al escucha le toca re-significar esa parvada de masa sonora en patrones legibles, y esa recepción está íntimamente ligada con la historia, socio-cultural del escucha – capital simbólico. De la misma manera que un músico estudiado posee otro nivel de ejecución que uno amateur, un escucha podría justificar sus apreciaciones mediante su conocimiento musical en contra de quien no, esto separa por parte al músico y al escucha de otros géneros respaldado por un cierto nivel educativo que le permitió el acceso a ese entorno.

Y aquí viene una de las más grandes paradojas: Se convierte en un género distanciado de la vida común, pero enaltecido en la esfera académica. Sin poner en mesa la idea de que donde algo ocupa legitimidad, otras cosas o géneros la pierden, al menos desde su estudio. También está el fenómeno de la música en vivo, y la escucha pasiva, que requiere ciertos patrones de comportamiento: escuchar atentamente, permanecer callado, apreciar el virtuosismo de los músicos etc. Cada música tiene reglas de convivencia diferentes, ¿esto aleja a los espectadores del músico? Personalmente podría decir que sí, que muchas veces yo quisiera salir de esa estética. También creo hay muchas músicas para cada tipo de lugar, otras reglas operan ahí. Pero esa es otra historia.

No sé si este pequeño esbozo responda a la pregunta de si el jazz se considera de élite, o no. Es muy noche, estoy muy cansado y ya sólo quiero terminar este tema. Ustedes díganme.

*Publicado el 2 de julio, 2023