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El día de mañana se conmemora el cincuenta aniversario del Palacio de Cortés como museo. Sin embargo, su historia es añeja y fascinante, fue construido entre 1526 y 1529 por Hernán Cortés que a su talante de conquistador se añade ser también el fundador de Cuernavaca y constructor en nuestra ciudad del primer ingenio azucarero de tierra firme americana. Su antigüedad lo hace uno de los edificios civiles más antiguos de México. El conquistador lo edificó sobre las ruinas del palacio del señor de Cuauhnahuac, para residencia de su familia y sede del poderoso Marquesado del Valle de Oaxaca. Sólidas versiones apuntan a que se inspiró en el Alcázar de Colón en Santo Domingo para su construcción.

Su descendencia lo ocupó por varias generaciones, ahí vivió Doña Juana Zúñiga de Ramírez Arellano, segunda esposa de Cortés y Marquesa del Valle. La marquesa dio a luz en la recia casona a su prolífica descendencia, entre quienes se contó a Martín Cortés, el segundo marqués, nacido en 1532 y quien encabezó seguido por sus hermanos Luis y Martín, el mestizo, una rebelión en 1565 para independizar a la Nueva España de la metrópoli. El pasó de la marquesa por Cuernavaca, no fue estéril, desde su palacio, dirigió el más importante mecenazgo que han conocido estas tierras al promover la construcción de la iglesia y convento franciscano de la Asunción de María, hoy Catedral, junto con su invaluable tesoro artístico.

Tras ser residencia de los Cortés, el palacio mutó por edificio administrativo con cárcel y talleres, a su estructura se adosaron viviendas, en una de ellas nació el prócer morelense José Diego Fernández Torres en 1848. Durante su periodo como cárcel estuvo ahí preso el Generalísimo Morelos camino al patíbulo en San Cristóbal Ecatepec. Tras el triunfo de la Revolución de Ayutla, Cuernavaca fue en 1855 brevemente capital de la República y el general Juan N. Álvarez, quien en su gabinete contó a Juárez, Ocampo, Prieto y Comonfort como ministros ocupó también el Palacio de Cortés.

Durante el segundo imperio, Maximiliano visitó Cuernavaca en 1866, de inmediato mostró interés por tener una residencia de descanso en el lugar, pretendiendo halagarlo, los imperialistas locales le ofrecieron el palacio del conquistador, pero el austriaco, respetuoso de las formas lo rechazo pues el inmueble formaba parte de la masa hereditaria de los descendientes de Cortés y se decantó por la finca que fue de José de la Borda.

A partir del triunfo de la República y el nacimiento del Estado de Morelos en 1869, el edificio fue destinado como Palacio de Gobierno. En el porfiriato se agregó un observatorio ya desaparecido y el icónico torreón con el reloj, en este periodo también se levantó el monumento a Carlos Pacheco frente al edificio. Al ocurrir la ocupación de Cuernavaca por el gobierno de la convención en la Revolución, el inmueble fue palacio nacional de los convencionistas. Tras la Revolución, durante el Maximato, Cuernavaca fue el epicentro político del país, gracias a la presencia constante de Calles en su residencia de descanso, figuras destacadas, entre ellos el embajador norteamericano Morrow, siguieron su ejemplo. Morrow a su vez fue el mecenas que logró que Diego Rivera plasmara en 1930 el imponente mural “Conquista y Revolución” que narra la historia morelense, en la terraza del palacio.

Al concluirse la construcción del actual palacio de gobierno, el Palacio de Cortés fue entregado al gobierno federal quien lo destinó como museo regional bajo la administración del INAH. Así nació el Museo Cuauhnahuac, tan querido por los cuernavacenses. Su labor desde entonces ha sido destacada en el ámbito cultural y en la preservación de nuestra memoria histórica, es sin lugar a dudas, el inmueble icónico de Cuernavaca y motivo de orgullo local.

El sismo del 19 de septiembre del 2017 representó la prueba más dura en casi cinco siglos de historia, el edificio estuvo a punto de colapsar y el mural quedó destruido. Después de varios años de trabajos y restauración ha sido reabierto al público y su museografía renovada. En una más de las puntadas de la 4T lo rebautizaron como “Museo Regional de los Pueblos de Morelos” denominación que parece aludir a un recinto de la República Popular Democrática de Corea.

Sin embargo, con la reapertura del recinto no se cubren todas las asignaturas del INAH con Cuernavaca, aún está pendiente que el Instituto proceda conforme a lo dispuesto por la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, para liberar la plaza del palacio y la estatua del “Morelotes” de la anárquica invasión de los plateros.

De cualquier forma, hoy Cuernavaca está de manteles largos, celebrando a su museo y reconociendo a todos aquellos que a lo largo de cincuenta años han hecho posible su vida como museo y recinto cultural.

*Escritor y cronista morelense.

Foto: Susana Carballo