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Hoy, 23 de abril, coinciden varias celebraciones que llenan de placer los ojos y los oídos: las Naciones Unidas celebran tanto el Día de la Lengua Inglesa, como el de la Lengua Española, ambas celebraciones en honor de los máximos creadores literarios de cada una de ellas.

Por un lado William Shakespeare y, por el otro, Miguel de Cervantes Saavedra, el primero nació el 23 de abril de 1564 y el segundo murió el 23 de abril de 1616, año en el que, por cierto murió el primero, aunque el 3 de mayo. Aquel 23 de abril de 1616 nació Gómez Suárez de Figueroa, mejor conocido por su apodo de Inca Garcilaso de la Vega.

Cumbres de esas magnitudes solo podían dar paso al Día Internacional del Libro, uno de los máximos inventos de la humanidad aunque a algunos no les quepa en la cabeza que el universo existía antes de la Internet.

Ahí, en el librero, la casa de los libros que debe haber en cada hogar que se precie de serlo, Garcilaso, Shakespeare y Cervantes pueden compartir charla con Dumas, Voltaire, Rulfo, García Márquez, Baudelaire, Platón y hasta con Dios y Mahoma.

La poesía no es la misma si no la acaricia antes nuestra mirada y la paladean los ojos. No hay aventura más emocionante que la que uno se imagina sin el estorbo de un casting o de un director de cine y nunca habrá una producción teatral que supere las puestas en escena en nuestro cerebro.

Por supuesto, además de la literatura, en los libreros puede haber muchos otros libros, desde un modesto manual, hasta leyes, enciclopedias y enormes libros técnicos llenos de conocimientos que, quizá, serán superados algún día.

Es un gozo pasear por todas esas páginas y aspirar el perfume que cada libro nos regala en cuanto se separan sus lomos; así es que aprovechemos el domingo y demos una vuelta a la casa de los amigos que nos aguardan en alguna pared, en el buró o en la mesa.

Como escribe Irene Vallejo en su oda al libro “El infinito en un junco”: “No olvidemos que el libro ha sido nuestro aliado, desde hace muchos siglos, en una guerra que no registran los manuales de historia. La lucha por preservar nuestras creaciones valiosas: las palabras, que son apenas un soplo de aire; las ficciones que inventamos para dar sentido al caos y sobrevivir en él; los conocimientos verdaderos, falsos y siempre provisionales que vamos arañando en la roca dura de nuestra ignorancia.”

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