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Alma Karla Sandoval*

“Tenemos al Cónsul”, le digo. Tenemos un volcán expresándose a cada rato. Tenemos una novela que, según Juan Villoro, junto con los Detectives salvajes, es de las mejores obras que se han escrito sobre México. Tenemos los delirios de un personaje que entra en una cantina de cuento para intentar morirse de veras y a su autor, más inseguro que desesperado, quemando la primera versión de Bajo el volcán. Tenemos un soneto de Alfonso Reyes en cuya hamaca revisaba sus traducciones donde Aquiles vencía a Héctor. En esa “pausa de libertad y esparcimiento/a la breve distancia de un suspiro” tenemos la sensación de crear burbujas irrompibles, quiero decir, de soplar un campo de fuerza alejado del vértigo de una de las ciudades más pobladas del mundo. 

    En Cuernavaca, sea realidad o fantasía, la ruina tropical propone un retiro floreado en la copa de los árboles que luego sueltan frutos. También eso tenemos, el chance de romantizar lo que está roto, empantanado o detenido en una frontera infranqueable. Rubén Darío tuvo que ver gallinas famélicas en los corrales de los patios de Granada o León e imaginarlos cisnes para esculpir el modernismo. En dicha distorsión se juega la pulpa del lenguaje literario. No sólo se trata de llevar las palabras a su máxima tensión como exigían los formalistas rusos, leyendo a Tolstoi o a Dostoievski queda muy claro.

    Cuernavaca, como todas las ciudades literarias que se precien de serlo, como el Moscú de Marina Tsvieáieva, la Santa María de Onetti, el Yoknapatawpha de Faulkner, Comala o Macondo, posee una buena dosis de decadencia con la cual olvidarse del tiempo de la historia que no es el de los cuentos de hadas. Es preciso mirar por debajo de los días calurosos de este mes con flamboyanes impúdicos para asumir la dimensión desconocida que nos circunda. 

    Escritores como José N. Iturriaga se han dedicado alregistro de vida y obra de extranjeros ilustres que habitaron la capital morelense. Desde Carlota de Habsburgo pasando por Erich Fromm, Miles Davis o Humboldt, muchos se han detenido a contemplar aquí el vuelo reyista de una nube, el tiempo que se suspende y dura, pero que también puede ser asfixiante, de vida más onettiana que breve, de precarización cada vez más subdesarrollada en una identidad de pueblo grande, de satélite girando alrededor de los fines de semana cuando cierto brillo económico despierta. 

    Por lo demás, el sueño cuernavaqueño nos vence, ralentiza las formas, los vínculos, se aferra a las aristocracias paseándose en jardines porfiristas, a una mentalidad de guayaba en conserva cediendo el poder a los bribones para que ellos se ensucien gobernando. El aspiracionismoprovincial de esta región resulta cortés y palaciego, de casa grande o hacienda donde todos deben comprender el lugar que ocupan. Incluso muchos de los miembros de la comunidad artística piensan de esa forma. Su desprecio por los logros de los y las activistas culturales oriundos de Morelos, propositivos con compañías de teatro, de danza, colectivas de pintura o editoriales independientes es realmente atávico, se rinde a lo que proviene de afuera, ni en sueños van más allá de Cuernavaca, no pierden su tiempo de reloj decimonónico visitando otros municipios morelensesdonde la vida burbujea más íntegra.

    Por ejemplo, Jojutla acaba de cumplir 150 años de su nombramiento como ciudad, pero con todo y el resurgimiento de un fénix en forma de escultura polémica luego del sismo de 2017, es la organización ciudadana de una república de las letras lo más revolucionario que he palpado en Morelos. Hablo de gente que asiste a un café literario semanalmente, que compra libros y los lee, de jóvenes que visitan con frecuencia una pequeña sala de lectura feminista, la primera en todo el país en una biblioteca pública, y pasan horas husmeando entre libros escritos por mujeres. Luego te los topas, refieren pasajes, frases, preguntan por tal o cual poema. Entonces Cuernavaca queda lejos. Cuando vuelves, le dices a alguien, estamos cambiando la historia, “tenemos al Cónsul, tenemos feministas y también la periferia”. 

*Escritora

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