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Era la segunda ocasión que Virginia intentaba, ahora con éxito, quitarse la vida en el río Ouse, cercano a su casa de Monk Hause.

Se encontraba deprimida por el estallido de la segunda guerra mundial, su posición pacifista, expresada con elocuencia y maestría en “Tres guineas”, causó mala impresión en su esposo Leonard Woolf y en el grupo de Bloomsbury.

Escuchar los aviones surcar los cielos como si se tratara de la fresa de un dentista acercándose a la boca abierta. Así sentía cada bomba que caía destrozando, en Londres, el que fuera su estudio y las máquinas de la imprenta de Hogarth Press editorial de enormes vuelos literarios y divulgación científica, fue la primera que, en Inglaterra, editó los textos de Freud. Es parte de las leyendas de nuestra escritora la flor de narciso que el padre del psicoanálisis le regaló a su brillante editora.

Con inmenso dolor y angustia Leonard y Virginia recorrieron su espacio destrozado bajo el inclemente bombardeo. Virginia se lamenta de ver los muebles, imprentas, libros rotos, paredes derrumbadas. En su diario se suceden páginas tristes y angustiosas.

Leonard era judío, eso la lleva a pensar y acordarlo con él la posibilidad de encerrarse en el garaje, echar andar el auto y morir asfixiados, temiendo fuera prisionero de los fascistas, para tal objetivo guardaban gasolina.

Le desesperaba que su vida familiar y social, central en su existencia se viera interrumpida. Los viajes entre una casa y otra, incluyendo la de Vanessa su hermana, no se pudieran realizar por falta de combustible. Pero quizá la mayor de sus penas fue la muerte de su sobrino Julián Bell, quien formado en China (donde estudió) lo llevó a ir a pelear por la Republica Española. Tuvo con él un pleito fuerte, le reprochó la cobardía de dejar a su madre. Virginia detestaba las guerras, le parecían una consecuencia de la acumulación del poder en manos de los hombres, educados en Cambridge para la competencia. Las mujeres, incluyéndola, no podían estudiar en las universidades, de allí que ellas fueran extrañas a ese poder. Las extrañas (las llama en “Tres Guineas”) no debían aplaudir los desfiles militares, ni considerar héroes a quién morían por la Patria, la Libertad, valores masculinos extraños a ellas. Las mujeres educadas, deberían formar la sociedad de las extrañas que difundieran sus saberes aprendidos cocinando pucheros, o en la crianza, espacios donde se ejerce el poder femenino, y se crítica los valores de los varones causantes de las guerras. La muerte encontró a Julián conduciendo una ambulancia en tierras de España, lo cual la indigna y sume en el dolor inmenso de su hermana y devastador para ella.

Cuando Leonard da sus cacerolas y enseres de casa para elaborar balas, se desespera. Todas estas situaciones la sumen en otra de sus crisis mentales, comienza a escuchar voces, ve pájaros gritando y hablando, mujeres de cabellos negros la persiguen; no se puede concentrar en escribir, lo que era su potente refugio.

Una mañana se hunde en el río Ouse, había fracasado en el primer intento; en esa ocasión llegó a su casa empapada, Luise su fiel sirvienta la vio y se preocupó por la situación límite de Virginia. La segunda vez se llena los bolsillos con piedras para garantizar su ahogamiento.

El 28 de marzo de 1941, a los 59 años logra suicidarse. Deja una bella carta a Leonard reiterándole su amor, y otra a Vanessa. Concluye así la vida de la más grande escritora inglesa del siglo XX.

Para los intelectuales de izquierda Virginia Woolf no les es grata por: lesbiana, aristócrata y suicida, por lo que suponen que su escritura de tonos íntimos no es digna de tomarse en cuenta. Muchas vicisitudes sufrió la obra abundante, bella y poderosa de Virginia Woolf, va a tardar muchos años en ser editada en su totalidad y ser reconocida como pilar del feminismo académico, por su ensayo “Una habitación propia”, escrita en 1929, muchos años antes del “Segundo sexo” – 1947–, de Simone de Beauvoir que tuvo un impacto inmediato en la lucha feminista.

Mucho hay que leer y amar a Virginia para comprender su dimensión revolucionaria vertida en ensayos, cuentos, teatro. crítica literaria, historia, novelas, cartas, diarios que a ochenta y tres años de su muerte el 28 de marzo de 1941, vale la pena estudiar. Valga este pequeño homenaje como un llamado a no olvidarla.

¡Justicia para Mafer!

¡Libertad para Julián Assange!

¡Alto al genocidio en Gaza!