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Ismael Eslava Pérez *

El pasado 1 y 8 de marzo se conmemoraron dos importantes fechas en el calendario internacional de los derechos humanos: el Día de la Cero Discriminación y el Día Internacional de la Mujer, respectivamente. Ambas fechas conducen a la desaprobación hacia los estereotipos, prejuicios y creencias que pretenden falazmente justificar la vulneración de la dignidad, integridad y derechos de las mujeres, adolescentes y niñas, entre otros sectores poblaciones; representan una exigencia a promover el derecho de las personas a vivir una vida con dignidad como rasgo distintivo de la persona, íntimamente vinculada a su autodeterminación y libre desarrollo de la personalidad que constituye la base y condición para el disfrute de los demás derechos, independientemente de su sexo, edad, religión, condición social, raza, discapacidad, origen étnico, orientación sexual, lengua, condición médica o cualquier otro motivo.

Son conmemoraciones, por tanto, que deben movernos a la reflexión acerca de los desafíos que enfrentan las instancias del Estado y de gobierno, las familias y la sociedad en general para cristalizar los objetivos de desarrollo sostenible, particularmente en lo que se refiere a lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres, adolescentes y niñas a partir de la generación de acciones desde una triple perspectiva: género, igualdad y derechos humanos. Una igualdad que se traduzca en que las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres en los distintos ámbitos político, económico, social y cultural.

Precisamente para 2023, ONU Mujeres ha escogido el tema “Por un mundo digital inclusivo: Innovación y tecnología para la igualdad de género”, a fin de lograr la igualdad de género a través de la tecnología transformadora y el acceso a la educación digital que propicien el empoderamiento de mujeres, adolescentes y niñas, incorporando la perspectiva de género en la innovación, la tecnología y la educación digital a fin de concientizar sobre la importancia del conocimiento de sus derechos y potenciar su ejercicio.

Son tiempos para intensificar las acciones a partir de la escucha activa de las problemáticas que enfrentan mujeres, adolescentes y niñas; para generar conciencia y prevenir la violencia contra ellas; para visibilizar sus derechos; para insistir en la necesaria transversalización de la perspectiva de género, la no discriminación, la igualdad de género, el trato digno, la generación de entornos de no violencia y su empoderamiento.

Sin embargo, no se puede soslayar que México sigue siendo un país de asimetrías, donde la desigualdad de género y la discriminación son caras de un mismo prisma social. En efecto, resulta paradójico que frente a los avances normativos en materia de derechos humanos, existan prácticas cotidianas de discriminación y violencia contra las mujeres, adolescentes y niñas, razón por la cual se requiere un mayor impacto social a partir de los conceptos de inclusión, género y diversidad como ejes bajo los cuales se debe desarrollar cualquier relación humana, capaz de entender que los consensos y los disensos son parte de la esencia cotidiana, sin desconocer que las prácticas de exclusión tienen su origen, entre otros factores, en la falta de información, en la ignorancia y en educaciones intolerantes heredadas, conductas todas que hoy en día mantienen una reticencia social por reconocer que nuestra riqueza cultural y cognoscitiva progresará precisamente bajo esa diversidad.

La prevención y atención de las diversas problemáticas que enfrentan mujeres, adolescentes y niñas, sin lugar a dudas, requiere de estrategias de Estado diferenciadas, de políticas públicas integrales, transversales y permanentes, que articulen la participación de los sectores público, social y privado. Requieren, también, de la inclusión transversal de la perspectiva de género para identificar, cuestionar y analizar las causas de la discriminación, desigualdad y exclusión de estos sectores poblacionales, así como las acciones que deben emprenderse para actuar sobre los factores de género y crear las condiciones de cambio que permitan avanzar en la construcción de la igualdad de género.

Para posibilitar que mujeres, adolescentes y niñas desplieguen su máximo potencial, es indispensable que se respeten, promuevan, protejan y garanticen el acceso y ejercicio de sus derechos humanos e incorporen un enfoque diferenciado que considere la diversidad de identidades, vivencias y opiniones, de acuerdo a su edad, zona geográfica en que residen, roles de género que imperan en su comunidad, así como su condición de salud o socioeconómica de sus familias.

El trabajo transversal entre las autoridades, las familias, las instituciones educativas y las organizaciones de la sociedad civil, permitirá generar un México más incluyente e igualitario, donde las mujeres, adolescentes y niñas puedan sentirse libres y seguras de luchar por conseguir sus objetivos. Por ello todas y todos debemos unir nuestros esfuerzos para contribuir a la erradicación de cualquier forma de violencia y potenciar las actividades que los diferentes sectores público, privado y sociedad civil llevan a cabo para sensibilizar a todas y todos sobre la importancia de erradicar prácticas violatorias de su dignidad y generar alianzas en el ámbito institucional, familiar, laboral y escolar, entre otros, que permitan materializar la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres.

*Profesor universitario y especialista en derechos humanos

Para resaltar:

…México sigue siendo un país de asimetrías, donde la desigualdad de género y la discriminación son caras de un mismo prisma social.

Son tiempos para intensificar las acciones a partir de la escucha activa de las problemáticas que enfrentan mujeres, adolescentes y niñas; para generar conciencia y prevenir la violencia contra ellas; para visibilizar sus derechos; para insistir en la necesaria transversalización de la perspectiva de género, la no discriminación, la igualdad de género, el trato digno, la generación de entornos de no violencia y su empoderamiento.

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