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El potencial minero del nuestro estado ha vuelto a estar en la mira de algunas empresas internacionales que han buscado la forma de reactivar la minería metálica en su territorio.

Morelos tiene una gran riqueza tanto en minerales no metálicos -para cuyo procesamiento mantiene en operación 122 plantas de transformación-, como metálicos, cuya explotación se concentraba en el distrito minero de Huautla, en el municipio de Tlalquitenango, hoy inactivo, pero que producía plata y plomo, cercano a Tilzapotla en donde se ha encontrado oro, como se asienta en el “Panorama Minero del Estado de Morelos” elaborado por el Servicio Geológico Mexicano, dependiente de la Secretaría de Economía.

El caso es que la minera Esperanza Silver de México -subsidiaria de la canadiense Alamos Gold– se apresta desde hace tiempo a reactivar la minería metálica en Morelos, para eso, desde hace más de diez años ha logrado la concesión de miles de hectáreas para este propósito. La profesora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Aideé Tassinari Azcuaga, publicó en estas páginas que “hasta 2021, se habían concesionado para la extracción minera en el estado de Morelos 22,178 hectáreas (Geocomunes, 2022). Esperanza Silver de México posee13,900 hectáreas, el 62.6% de todas las concesiones”.

Entre tanto terreno, la empresa canadiense tiene concesionado el 55 por ciento del territorio del municipio de Miacatlán. La empresa pretende extraer oro, plata, arsénico, antimonio y mercurio, de acuerdo con los datos que proporcionó en 2012 en su manifestación de impacto ambiental.

El problema es que no hay iniciativa comercial humana que sea más perniciosa para la naturaleza que la minería. A nivel global, es ésta la causante de la producción de entre el 4 y el 7 por ciento de los gases de efecto invernadero. Durante las operaciones mineras, se contamina el aire y el agua con productos químicos tóxicos, como el cianuro, el plomo, el arsénico, el cadmio, el mercurio y el ácido sulfúrico, causando la enfermedad y muerte en toda la biodiversidad de la zona, incluyendo seres humanos, así como graves afectaciones a la calidad del aire, el agua y la tierra. Una mina tiene el potencial de seguir contaminando incluso décadas después del cese de operaciones, dependiendo cómo se hayan dispuesto sus residuos.

Por otro lado, como la extracción de petróleo, el mundo actual no puede prescindir de la minería y es una actividad altamente rentable, operada por consorcios muy poderosos y con alto poder corruptor. Además, está la necesidad urgente de las comunidades y sus habitantes que ven en la minería una alternativa aunque sea para conseguir trabajo.

Salvo algunas iniciativas para mitigar la huella de carbono de esta industria en Europa y normas muy flexibles y difícilmente verificables de manejo de residuos, la minería es una actividad muy sucia y dañina ambientalmente, por más que la quieran pintar de verde o socialmente responsable.

El problema de la minería no solo es la destrucción del medio ambiente sino también la utilización del agua en un estado ya con problemas para mantenerla limpia. Las mineras utilizan algo así como 216 mil litros de agua por hora y desfoga una cantidad equivalente pero ya altamente contaminada.

La minería trastoca por completo la capacidad autorregulación de los ecosistemas, del clima y microclimas de la región, la orientación de los vientos y la capacidad de recuperación de acuíferos. El ciclo del agua se desequilibraría debido al resecamiento de la zona circundante a los polígonos de las concesiones mineras, mientras la recarga de mantos acuíferos disminuiría a causa de la deforestación y la modificación de los escurrimientos naturales. En el caso de la Esperanza Silver, estos cambios tendrían impactos directos en el volumen de agua del acuífero de Zacatepec, que se alimenta del agua captada en la sierra del sur-poniente de Morelos, y actualmente es el único con disponibilidad de agua en el estado.

La paradoja de la minería en Morelos es si estamos dispuestos a vender el futuro, por algunas cuentas de vidrio en el presente.