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Estamos en el centro de un huracán en la lucha por el poder en México en todos los niveles y de un huracán de nivel 6. Sólo que la fuerza del huracán no tiene un solo núcleo, un solo centro, un solo ojo, sino muchos, uno nacional y uno en cada una de las luchas políticas por cada gobierno local, en cada estado y cada municipio. En cada uno de esos “ojos” de este huracán político que vivimos en nuestro entorno inmediato, como los ojos de los huracanes, parece ser un área de relativa calma, pero rodeada de los vientos y fuerzas más intensas que nos asustan y nos engañan, pero formando una pared en donde las fuerzas políticas realizan sus acciones más observables: la guerra sucia, el tráfico del poder político como mercancía política, o como en un buen mercado de lucha por el poder político regido sólo por las leyes de la competencia, dejar hacer y dejar pasar, una de las formas más arraigadas en nuestra política para producir corrupción. Esta frase fue acuñada por un francés del siglo XVII en contra de la intervención del gobierno en la economía, “Laizzez faire et laissez passer, le monde va de lui même”. (https://es.wikipedia.org/wiki/Laissez_faire) Esta filosofía política continuaría después con Adam Smith, quien plasmó para el mundo que no interviniera el Estado en la vida económica porque había una mano invisible que guiaba la economía de mercado, “por lo cual la suma de los egoísmos responsables repercutiría en beneficio de toda la sociedad”.

En el huracán de las elecciones, como una continuidad de las formas de gobierno, el liberalismo económico aplicado al liberalismo político, nuestros políticos, solo aparentemente como en el ojo del huracán, dejan que actúen por sí mismo las fuerzas del mercado político y para que el mundo de la política vaya solo. Esto es brutal en un país en donde los mexicanos de 15 años y más respondieron en la Encuesta Nacional de Cultura Cívica del INEGI (2021) que la corrupción es su preocupación más importante.

En el ojo del huracán político de los procesos electorales que vivimos en aparente calma se trafica con la designación de candidatos plurinominales, de candidatos al gobierno de los estados, de candidatos a jefe de gobierno de la Ciudad de México… Y todo esto con propósitos muy egoístas que no nos benefician a todos porque alimentan la corrupción de dos maneras: primero, para darle fuero político a acusados, denunciados y hasta vinculados a proceso a futuros diputados y senadores, pero que dañaran a su partido político; o, segundo, para conseguir votos sin importar la reputación, acusaciones denuncias de los candidatos, lo importante son los resultados que se esperan obtener en las elecciones nacionales del 2 de junio próximo.

En este huracán político, otra manera corrupta de actuar, de corromper, es hacer guerra sucia, léase en realidad cometer algunos delitos electorales. Una de las más famosas guerras sucias fue emprender una campaña de mentiras en el extranjero y en el mundo difundiendo mentiras en contra del presidente de la República y de su candidata a la presidencia de la República, seguramente con financiamiento ilegal.

Ante esto las autoridades electorales —léase INE y el TRIFE—, pero también las federales en sus órganos de fiscalización, como la Auditoría Superior de la Federación, la Secretaría de la Función Pública y el poder judicial, en lugar de intervenir para investigar y sancionar: “dejan hacer y dejan pasar”, no creo que pensando que la suma de estos egoísmos y búsqueda de intereses particulares beneficiará políticamente a la sociedad, sino en realidad para hacerse cómplices de facto del tráfico de poder político y la corrupción. Uno de ellos el Instituto Nacional Electoral, negándose a investigar esa difusión nacional y mundial de esa guerra sucia de inteligencia artificial sucia, como lo hizo el Consejo General del INE aquella última noche del anterior consejero presidente —más otros consejeros— antes de dejar su cargo “dejaron hacer y dejaron pasar”: perdonaron al PRI una multa de más de 500 millones de pesos, sí, aquel mismo ex consejero presidente orador único en la última marcha “rosa” en defensa de la democracia.

Para bien y para mal, en este huracán político, los perpetradores de la corrupción de las diversas fuerzas política que actuaron egoístamente en búsqueda de su beneficio personal y de su grupo, afortunadamente, no siempre obtienen buenos resultados. Su inteligencia “artificial”, sus bots y su inteligencia de la suciedad, resultó no ser tan inteligente, porque el ser humano, a pesar de que se le rodee y alimente mediáticamente de mentiras, impunidad, suciedad y más basura, no produce basura. Por eso, después de toda esta suciedad y delitos electorales las encuestas no lograron minar la aprobación del presidente de la República —de un 73% la más alta desde 2019 y después de la guerra sucia no muy “inteligente”— ni la ventaja de Claudia Sheinbaum —que cuenta con 58% de las preferencias electorales y “X” sólo con 34%, según la última encuesta, ¿de quién creen? Del diario Reforma—. Sin embargo, hay un problema, sí lograron con su tráfico de poder político y “dejar hacer, dejar pasar” la fiscalización y corrupción de nuestras autoridades federales, además de sus candidaturas, de todos los partidos políticos, es alimentar la corrupción y no será bueno para nuestros gobiernos locales y nacionales, ni para la inseguridad y la violencia que padecemos porque la corrupción está vinculada a ese “dejar hacer, dejar pasar”.