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Esta semana se celebra el vía crucis, la muerte y resurrección, de Jesús de Nazareth en muchas partes del mundo. Esta festividad religiosa tiene un gran significado para millones de cristianos católicos, ortodoxos y evangélicos o protestantes. No solo es el recuerdo del sacrificio humano de Dios hecho hombre en la persona de Jesús; es sobre todo la celebración de la victoria en el mundo espiritual que partió a la historia de la humanidad en un antes y en un después de Jesucristo y que venció por siempre al imperio de la muerte.

No solo es una historia de la injusticia humana; no es solo una historia de carácter religioso; no es solo una historia del abuso de poder de los fuertes sobre los supuestamente débiles; es, sobre todo, una historia de victoria. De vencer por medios pacíficos y humanos al poder político, religioso y a las costumbres culturales de esa época. El sacrificio de Jesús terminó con una gran victoria absolutamente divina, un hecho milagroso absolutamente comprobado: la resurrección de Jesucristo. Una persona murió y esa misma persona resucitó al tercer día tal y como las profecías bíblicas lo pronosticaban.

Los significados de la resurrección de Jesucristo son muchos y tiene impacto tanto en la vida personal o individual como en la vida social o colectiva. Aquí mencionaré por motivos de espacio algunos que me parecen relevantes.

  1. Venció a un sistema político y a un aparato de justicia opresor. El imperio romano era implacable, era un sistema de dominación absoluta política y culturalmente hablando. Su sistema de justicia que fue construido a través de siglos puso el fundamento para siempre de los modelos de aplicación de justicia universales. Y como todo sistema cuando quería aplicarse, aunque fuera injusto, se usaba, funcionaba, aun en contra de lo que supuestamente buscaba. En este caso el declive del sistema de justicia romano se muestra con la injusta crucifixión de Jesús; si bien el método inhumano era totalmente legal, el sistema no podía crucificar a inocentes como fue el caso. La victoria de Jesús en la cruz no solo se da en el terreno religioso sino también en el político y legal exhibiendo a un sistema en decadencia que era capaz de asesinar inocentes. El imperio romano nunca volvió a ser el mismo, el cristianismo lo terminó derrotando culturalmente y todo empezó con el injusto sacrificio de Jesús.
  2. Venció a un sistema religioso viejo, caduco. También Jesús exhibió la inmoralidad, el abuso y la corrupción del sistema religioso. Con tal de conservar su poder, los fariseos fueron capaces de inventarle delitos de carácter religioso a Jesús, como el de sanar enfermos en día de descanso; o como acusarlo de blasfemia cuando con las escrituras en la mano les demostró ser el mesías profetizado y prometido. Sin calidad moral, los religiosos de ese tiempo fueron exhibidos por el humanismo y amor fraternal de Jesús; a partir de ahí, ninguna religión volvió a ser la misma. El sistema de valores se transformó, y en el centro no solo se colocó solamente el amor a Dios sino también el amor al prójimo. Lo importante no eran las reglas religiosas sino como vivías tus creencias, al final “sin amor, eres tímbalo que retiñe”.
  3. Venció la idea de una sociedad dividida y polarizada como algo normal. En los tiempos de Jesús la sociedad estaba absolutamente dividida y llena de violencia. Para mantener el control político de extensos territorios los romanos permitían los gobiernos locales, pero siempre y cuando les rindieran tributo con impuestos y les dejaran tener el control militar. Así las clases políticas locales se entregaban al poder invasor a cambio de mantener sus privilegios políticos y de gobierno. De tal suerte que el pueblo de Israel no solo estaba en contra de la ocupación extranjera implacable sino también de sus gobernantes entregados al imperio. Al utilizar métodos pacíficos Jesús marcó un camino diferente, mientras muchos esperaban un líder político que los abanderara, lo que hizo fue poner un ejemplo distinto: la humildad, la preocupación por los más pobres, por los que no tenían esperanza, por los excluidos social y religiosamente. No fue un príncipe de guerra, sino un Príncipe de Paz, y a partir de ese ejemplo los seres humanos podíamos reconciliarnos entre nosotros mismos. Fue una comunidad de fe en las enseñanzas de Jesús quien pudo romper y restablecer la fraternidad entre los seres humanos y en contra de la división que generaban los gobernantes extranjeros romanos y los gobernantes locales judíos.
  4. Venció al mundo espiritualmente en tinieblas. El problema de la humanidad en esos tiempos radicaba básicamente en su interior. “El entendimiento entenebrecido” los hacia ser sociedades absolutamente individualistas que solo buscaban el interés propio. Satisfacerse personalmente era el modelo cultural, por lo que la opresión social era incluso aceptada. “El amor al dinero” como raíz de todos los males era el objetivo del control político y militar. La ceguera espiritual de la sociedad termina con Jesús, cuando enseñaba que la única manera de recomposición personal y social era “amando a tu prójimo como a ti mismo”; y que nadie tenía más amor que “aquel que daba su vida por sus amigos”. Jesús al resucitar de los muertos demostró que cosas sobrenaturales suceden cuando uno entrega su vida por los demás. A partir de ahí, el velo cayo y la ceguera espiritual del mundo se fue desvaneciendo para empezar una época de reconstrucción basado en el humanismo, el ser humano como centro de la creación divina.

Para aquellos que creen que no es posible cambiar las cosas en nuestro país, la respuesta de muchos de nosotros, de los cristianos, debe ser: sí es posible. Nuestra manera de aplicar nuestra fe es creyendo. Si no somos capaces de creer entonces todavía no hemos vivido nuestra propia resurrección y no hemos entendido el verdadero mensaje de la resurrección de Jesucristo. Tener fe es aplicar en nuestra vida lo que decimos creer. Por eso, hoy a pesar de los grandes problemas que tenemos como nación debemos de creer que un futuro mejor nos espera.

Los que creemos en la resurrección de Jesús también debemos creer que a Mexico le espera una gran victoria si ponemos nuestra fe en práctica. Si creemos que Jesús resucito de entre los muertos, también debemos de creer que primero nosotros en lo personal resucitaremos; y después, que nuestra sociedad y nuestro Mexico también podrán resucitar de lo hoy parece imposible. ¡Mexico resucita!