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A la traición para el asesinato de Emiliano Zapata el 10 de abril de 1919 en Chinameca, municipio de Ayala, el gobierno mexicano comenzó a apoderarse del símbolo histórico del líder de la Revolución Mexicana que siempre le preocupó y que no terminó el zapatimos con su muerte, pero cuya apropiación inauguró el gobierno de Alvaro Obregón el 10 de abril de 1922, cuando lo ingresó en el panteón heroico de la Revolución (S. Rueda y L. Espejel, 1993).

Esta apropiación y preocupación de Zapata y el zapatismo lo llevó a tratar de controlar las elecciones de gobernador del estado y los municipios mediante el uso desmedido y hasta cruelmente brutal de la fuerza del ejército cuando se necesitó. Esto fue lo que llevo a Genovevo de la O de Santa María Ahuacatitlán, comandante zapatista, a exigir y deponer el poder Alfredo Ortega el 22 de septiembre de 1924, dejando de encargado del despacho a Almicar Magaña, y evitar la toma de posesión del gobierno del estado a Ismael Velazco, ex comandante zapatista en los límites de Morelos con Puebla.

El presidente de México, el general Alvaro Obregón, declaró por esto que Morelos era la única entidad del país fuera del orden constitucional. Genovevo de la O, por su parte, expresó públicamente su inconformidad en la Comisión Permanente del Congreso de Morelos: “El estado de Morelos estaba cansado de mandatarios de fuera” (V. López, 1993, 101). Frente a esto, el gobierno federal removió a Genovevo de la O y lo envió a Tlaxcala; el mismo día llegaron a Morelos 600 miembros del ejército en trenes, dos secciones de ametralladoras y una de artillería de campaña” (V. López, 1993, 101) para demostrar hasta donde estaría dispuesto a utilizar las armas para acabar con el zapatismo.

Así pudo tomar posesión Velazco como gobernador de Morelos con la tarea de “meter” al orden constitucional a Morelos. Genovevo de la O había sido gobernador provisional de Morelos del 12 de agosto de 1914 a mayo de 1915, desde luego en plena Revolución y antes de la muerte de Zapata, pero para 1924 con varios gobernadores entre 1919 y 1924, una vez que el gobierno federal se había apropiado del símbolo de Zapata.

Esta preocupación gubernamental para acabar con el zapatismo se extendía no sólo a la gubernatura de Morelos sino a todos sus municipios y perduró hasta el cruel asesinato, en 1962, del zapatista Rubén Jaramillo y su familia (su esposa posiblemente embarazada y tres de sus cuatro hijos, Enrique, Ricardo y Filemón) por por el ejército, posiblemente por el responsable del destacamento del ejército en Zacatepec, en el Ingenio Emiliano Zapata. Un destacamento del ejército en un pueblo de no más de diez mil habitantes. Y es que, en la Cooperativa del Ingenio Emiliano Zapata, el propio Jaramillo había sido el representante de los ejidatarios en el Consejo de Administración de la Cooperativa de Ejidatarios, Obreros y Empleados Emiliano Zapata del ingenio azucarero. Pueblo chico, infierno grande, “todos” vivimos y padecimos de alguna manera de las amenazas de muerte que había sobre varios líderes del Ingenio Emiliano Zapata. Rubén Jaramillo, originario del Estado de México, pero criado en Tlaquiltenango, municipio vecino de Zacatepec, fundó el partido Obrero-Agrario Morelense y fue candidato a gobernador de Morelos en 1945 y 1951, abandonando la lucha guerrillera, después de una supuesta amnistía hasta del presidente que seguramente ordenaría su asesinato, Adolfo López Mateos. De este tamaño y después de tantos años persistía la preocupación del gobierno federal de la Revolución Zapatista en Morelos que no se había extinguido a la muerte de Zapata, por la que nos han tutelado nuestros derechos políticos.

Es bueno recordar en el aniversario del asesinato de Emiliano Zapata también el asesinato brutal de Rubén Jaramillo, 23 de mayo de 1962, y su familia por las ruinas de Xochicalco, siendo secretario de gobernación Gustavo Díaz Ordaz con su secretario particular, Luis Echeverría Álvarez y Adolfo López Mateos presidente de México. Todo esto fue vox populi en muchos de los pueblos de Morelos con amenazas de muerte, sobre todo para los líderes de la cooperativa del Ingenio, también de los obreros. El ex presidente Díaz Ordaz nos mostraría que tenía alguna fijación por llevar a cabo estos macabras masacres en nuestras ruinas prehispánicas, como ocurriría con la Matanza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968.

Es indispensable recordar todo este control de la gubernatura de la entidad y de los gobiernos municipales de Morelos a propósito de las elecciones para gobernador (a) de Morelos el próximo 2 de junio. No hay que olvidar esto en la pauperización de nuestra clase política y de nuestra entidad que ha desembocado en que tengamos un Estado tan débil, frecuentemente capturado por la corrupción, el tráfico de poder político y nuestra inseguridad. Morelos permanecería fuera del orden constitucional hasta 1930, pero sin perder la preocupación y tutelaje de nuestros derechos político, casi como hermano menor, que ha impedido que se fortalezca una clase política local y nuestros gobiernos locales.