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Elsa SanLara*

No es ningún secreto que la lapidación ha sido practicada en diferentes culturas y épocas en la historia de la humanidad, principalmente en contra de mujeres acusadas de delitos como adulterio o actos inmorales.

En el pasado, las mujeres eran arrastradas a la plaza central del pueblo, donde una multitud enfervorizada se agolpaba alrededor, esperando presenciar el acto de pseudo justicia impartida por las autoridades locales.

La mujer condenada yacía en el suelo, con las manos atadas y terror en su rostro, esperando a que alguien lanzara la primera piedra, una de las muchas que acabarían con su dignidad, con su espíritu y finalmente con su vida.

Las voces estridentes del pueblo llenaban el aire, vitoreando “justicia” y exigiendo el castigo máximo, mientras recogían piedras del suelo, formando pequeños montones a su alrededor para poder lanzarlas una tras otra sin piedad. Esas piedras ásperas y afiladas llevaban consigo la carga de la injusticia, el machismo y el odio contra las mujeres que se atreven a ser diferentes, y su peso era suficiente para infligir un dolor mortal cuando la multitud las lanzaba con un frenesí de rabia y odio.

Esta es la triste historia de muchas mujeres alrededor del mundo. Y aunque una escena de lapidación a una mujer pueda parecernos una realidad lejana, hoy en día la tenemos más cerca de lo que creemos y la practicamos diariamente en redes sociales. En lugar de lanzar piedras, lanzamos comentarios hirientes, afilados y que causan tanto o más daño que las piedras.

Hace unos días presencié una lapidación virtual a Yalitza Aparicio, la actriz de la película Roma. Y aunque a muchos les pese su título de actriz, argumentando que nunca ha pisado una escuela de actuación o que solo tiene un filme importante en su haber, la realidad es que Yalitza se ha ganado su lugar por mérito propio. Nos ha dado visibilidad a los miles de mexicanos que compartimos su color de piel y que la sociedad siempre nos ha hecho sentir como ciudadanos de segunda categoría.

Yalitza no necesita títulos, su virtud radica en su grandeza de espíritu, en no quebrarse ante las críticas, en no tirar la toalla y en “aguantar vara”, exponiendo no solo el colorismo, sino también el racismo y el clasismo que aún existen en nuestro México.

La lapidación hacia Yalitza no ocurrió en una plaza de pueblo, sino en todas las publicaciones que mencionaban su aparición en el desfile de la casa Dior en la Ciudad de México. Yalitza no cometió ningún adulterio, la multitud la apedreaba por vestir un pequeño top de encaje negro, con largas tiras que se anudaban a la mitad del su abdomen y una falda corta que contaba con una cola de encaje sobrepuesta en la parte trasera. Ese fue su delito, y las piedras fueron lanzadas una a una, en forma de comentarios denigrantes, gordofóbicos y llenos de prejuicios en las redes sociales.

Personas anónimas, tristemente muchas de ellas mujeres, se escondieron de forma deleznable detrás de sus perfiles para atacarla con palabras hirientes, cuestionando su talento, su apariencia y su valía como mujer y como profesional.

Es preocupante ver cómo la lapidación, aunque en una forma virtual, sigue vigente en nuestra sociedad moderna, como una manifestación palpable de la intolerancia y el resentimiento arraigado en nuestra sociedad. Es un reflejo de la facilidad con la que algunos se sienten empoderados, desde su privilegio, para juzgar y destruir la reputación de otros desde la distancia y el anonimato.

Vivimos exigiendo a nuestros gobiernos que hagan algo para terminar con la violencia. Apuntamos con el dedo a los que legislan y gobiernan, mientras nosotros estamos sentados hiriendo y violentando de forma sistemática al prójimo diariamente desde la comodidad de nuestra casa a través de las redes, con actos crueles y deshumanizantes que solo perpetúan la violencia y el sufrimiento en nuestra sociedad.

«El que esté libre de pecado que tire la primera piedra», dijo el profeta.

*Licenciada en Administración de Empresas, ex atleta de elite, y mi verdadera pasión es contar historias (lo que se conoce vulgarmente como «echar chal») Instagram @curvyzilla

 La imagen de la discordia

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