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José Martínez Cruz y Marco Aurelio Palma Apodaca

El futuro de la humanidad será posible si se cambia el actual sistema capitalista depredador que nos coloca al borde del colapso. Los derechos humanos plenos únicamente pueden ser garantizados en un sistema donde no prevalezcan los intereses económicos por encima de la vida de la mayoría de la población. Nuestras vidas valen más que sus ganancias. Rumbo al Primero de Mayo, cuando se cumplirán 50 años de aquella jornada de lucha en Cuernavaca en 1974, cuando se rompió el desfile oficial y se reivindicó la independencia de la clase trabajadora frente al poder gubernamental. Para ir a fondo en un programa de transición que parta del nivel de conciencia actual hacia la necesidad de transformar este sistema, continuamos retomando las alternativas que actualmente se analizan desde las filas de la IV Internacional en un manifiesto donde se abordan los siguientes temas. Desafortunadamente ninguna candidatura aborda estos derechos en el proceso electoral actual.

Trabajar menos, vivir y trabajar mejor, vivir una buena vida. Reducir radicalmente el consumo final de energía eliminando la producción/ consumo inútil y nocivo tiene lógicamente el efecto de reducir radicalmente el tiempo de trabajo social asalariado. Esta reducción debe ser colectiva. El despilfarro capitalista es de tal magnitud que su supresión abrirá sin duda la posibilidad concreta de una reducción muy importante del tiempo de trabajo semanal y de una disminución significativa de la edad de jubilación. En parte, esta tendencia a la reducción se verá compensada por la necesaria reducción de los ritmos de trabajo, así como por el aumento del trabajo de reproducción social y ecológica necesario para cuidar de las personas, incluso socializando parte del trabajo doméstico realizado gratuitamente de forma mayoritaria por las mujeres, y de los ecosistemas. La planificación democrática será esencial para articular en el tiempo estos movimientos en varias direcciones. La ruptura ecosocialista con el crecimiento capitalista implica una doble transformación del trabajo. Cuantitativamente, trabajaremos mucho menos. Cualitativamente, creará las condiciones para hacer del trabajo una actividad del buen vivir –una mediación consciente entre los humanos (por lo tanto, también entre hombres y mujeres), y entre los humanos y el resto de la naturaleza. Esta profunda transformación del trabajo y de la vida compensará con creces los cambios en el consumo que afectan a las capas mejor pagadas de la clase trabajadora, principalmente en los países desarrollados.

Por la liberación y la autodeterminación de los pueblos; contra la guerra, el imperialismo y el colonialismo. Defendemos un programa internacionalista basado en la justicia social, en una transición ecosocialista dirigida por fuerzas liberadoras y colectivas, y a favor de la paz entre los pueblos, haciendo frente a las políticas opresoras. Nos oponemos a la OTAN y a las otras alianzas militares que conducen al mundo hacia nuevos conflictos interimperialistas, luchamos contra el aumento de los presupuestos militares, por el desmantelamiento de la fabricación y las existencias de todo el armamento nuclear, químico y bacteriológico y de las armas cibernéticas; por el desmantelamiento de todas las empresas militares privadas. Las armas no deben ser mercancías, su uso debe estar bajo control político dirigido a la defensa y protección contra cualquier agresión. El único camino hacia la paz pasa por las luchas victoriosas a favor del derecho a la autodeterminación y poner fin a la ocupación de tierras y la limpieza étnica. Como internacionalistas, nos solidarizamos con los pueblos oprimidos que luchan por sus derechos, por ejemplo, en Palestina y Ucrania.

Garantizar el empleo para todas y todos, asegurar el reciclaje necesario en actividades ecológicamente sostenibles y socialmente útiles. Las y los trabajadores que se dedican a actividades derrochadoras y perjudiciales en la extracción y producción de combustibles fósiles, en la agroindustria, la gran pesca y la industria cárnica no tienen por qué pagar el precio de la gestión capitalista. Hay que establecer una garantía de empleo verde para asegurar su reconversión colectiva, sin pérdida de ingresos, en las actividades del plan público para satisfacer las necesidades reales y restaurar los ecosistemas. La garantía de empleo verde animará y motivará a los trabajadores y trabajadoras de los sectores afectados a movilizarse para, en diálogo con el público beneficiario, encargarse activamente de la realización del plan, destinando sus conocimientos, sus competencias y su experiencia a una actividad rica en sentido, emancipadora y verdaderamente humana por preocuparse por la vida de las generaciones futuras.

Expandir los bienes comunes y los servicios públicos contra la privatización y la mercantilización. Agua: la actual privatización, despilfarro y contaminación del agua es un desastre social y ecológico. La escasez de agua y las inundaciones debidas al cambio climático son grandes amenazas para mil millones de personas. El agua es un bien común y debe ser gestionada y distribuida por los servicios públicos, bajo el control de las personas consumidoras. Los paisajes y las ciudades deben hacerse permeables al agua y capaces de almacenarla para evitar inundaciones masivas.

Es necesario unir fuerzas en un polo social y unitario independiente que recoja éste tipo de demandas, como se muestra en la resistencia de sindicatos del Pacto Morelos por la Soberanía Alimentaria y Energética como el SITIMTA y su lucha por el derecho humano al agua mediante la preservación del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua como organismo público descentralizado o el Sindicato Mexicano de Electricistas y el derecho humano a la energía eléctrica mediante su reinserción laboral en la Comisión Federal de Electricidad. Ir más allá de la coyuntura electoral para no quedar atrapados en lo que interesa a los de arriba, sino levantar la dignidad y resistencia desde lo profundo de la clase trabajadora.