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(Primera parte)

 

Entre 1952 y 1982 Sergio Méndez Arceo estuvo al frente de la diócesis de Cuernavaca, durante su ministerio la iglesia de Morelos se acercó al mundo y a Latinoamérica, así como a los movimientos de la izquierda marxista. El Patriarca de la Solidaridad Libertadora, supo tender los puentes entre dos corrientes de pensamiento aparentemente incompatibles. En esta nota rescato un momento en el que la teoría marxista y el pensamiento cristiano se unieron para generar un documento en 1978 en la ciudad de La Habana. La Reflexión Cristiana en Cuba escrita por Alfonso Carlos Comín miembro del Partido Socialista Unificado de Cataluña, Sergio Méndez Arceo Obispo de Cuernavaca y Ernesto Cardenal sacerdote sandinista de Nicaragua.

De esta manera pretendo recordar un breve fragmento de la acción política de Don Sergio, contrario al olvido impuesto por la curia, a él y al fantasma de la Teología de la Liberación:

Reflexión cristiana en Cuba

Alfonso C. Comín, Sergio Méndez Arceo y Ernesto Cardenal

Nosotros tres hemos coincidido por razones diversas en Cuba. Procedentes de diversos países –México, Nicaragua, España– y con experiencias diversas, compartimos, sin embargo, una misma preocupación por el futuro de las relaciones entre cristianos y Revolución.

Las revoluciones socialistas que se están llevando a cabo en todo el mundo constituyen el gran reto que hoy se le plantea a la Iglesia contemporánea. En América Latina, este reto es decisivo; según sea la respuesta de los cristianos, el proceso revolucionario seguirá un curso u otro y, al mismo tiempo, el significado de la palabra en la historia cumplirá o no el llamado que le asignara Jesús de Nazaret.

En sus orígenes y posterior desarrollo, las revoluciones socialistas han hallado en las Iglesias un enemigo. Vinculadas predominantemente a las clases dominantes, que les concedieron privilegios y cunas de oro –salvo excepciones–, se opusieron a las transformaciones sociales, sueño y esperanza de los pobres de la tierra, aquellos a quienes Cristo amó por encima de toda medida.

También en Cuba las relaciones entre Iglesia y Revolución han seguido un curso complejo, con algunos signos positivos y otros negativos, aprovechados por las fuerzas contrarrevolucionarias para sus objetivos de clases. Aquellos años más difíciles han pasado. La Revolución se ha consolidado y la Iglesia en Cuba se halla ante una situación que la interpreta a una reflexión particular.

Consideramos que las perspectivas que abre el proceso de institucionalización de la Revolución Cubana reclaman una respuesta exigente y audaz por parte de la Iglesia. Ésta no puede prescindir del acontecimiento crucial en que está inmersa y que conmueve a todo el pueblo cubano: la construcción revolucionaria. La suerte de la Iglesia no puede separarse de la suerte del pueblo, que en Cuba vive bajo la constante amenaza del imperialismo, que no ha cesado de hostigarlo, tratando por todos los medios –por suerte inútilmente– de frenar la Revolución.

Recientemente Fidel Castro, en la reunión con los representantes de las iglesias de Jamaica, celebrada a fines de octubre del pasado año, ha señalado «Hay que trabajar juntos para que, cuando la idea política triunfe, la idea religiosa no esté apartada no aparezca como enemiga de los cambios. No existen contradicciones entre los propósitos de la religión y los propósitos del socialismo. No existen. Y les decía que debemos hacer la Revolución. Lo dije sinceramente.»

Por nuestra parte suscribimos estas palabras de primer secretario del CC del PCC, comandante en jefe, Fidel Castro: La alianza entre cristianos y Revolución debe ser estratégica. Unos y otros debemos entenderlos así. Los acuerdos meramente tácticos los pactos diplomáticos, la simple coexistencia, la mera convivencia o en el mejor de los casos la aproximación cautelosa, no son respuesta adecuada al gran reto a que nos hemos referido y que tiene planteado la humanidad: la construcción del socialismo…

* Historiador

Sergio Méndez Arceo y Ernesto Cardenal