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OCEAUNZ, tecnología y arte en el mundial femenil

Agustín B. Ávila Casanueva

Debinha avanza rauda por la lateral izquierda y controla el balón en los linderos del área grande. Encuentra a Kerolin, su compañera de la selección brasileña de fútbol femenil, haciendo un corte desde la esquina y le tira un pase. Kerolin devuelve la bola de manera magistral a Debinha de un solo toque hacia la esquina del área grande y Debinha —también en un solo golpe— manda un centro flotado a Ary Borges. Borges, con el dorsal 17, está jugando su primer encuentro como seleccionada brasileña y para este minuto 47 del partido, ya le anotó dos goles a su rival, Panamá. Borges recibe el centro de Debinha en el área chica, de frente a la portera panameña, acomoda el balón mientras dos defensas y la portera se abalanzan sobre ella. Casi sin pensarlo, Borges pisa el balón y lo impulsa hacia atrás donde encuentra a Bia Zaneratto, quien viendo a ambas defensoras y a la portera tendidas en el suelo ante la finta de Borges, manda el balón al fondo de la red en un tiro que parece de entrenamiento, pero con una emoción que cimbra a cualquier fanático del fútbol. Esta ya legendaria jugada duró ocho segundos y se realizó con un balón diseñado para la velocidad, llamado OCEAUNZ.

La Copa Mundial Femenina de la FIFA 2023 comenzó el pasado 20 de julio, siendo Australia y Aotearoa Nueva Zelanda los países anfitriones —el partido entre Brasil y Panamá se jugó el 24—. Esta edición cuenta por primera vez con la participación de treinta y dos equipos, aunque lamentablemente, México no está entre ellos. Y como ya es tradición, los partidos se juegan con un balón totalmente nuevo, diseñado por Adidas, quien ha proporcionado los balones en las nueve Copas Mundiales Femeniles.

Al comparar las dos Copas Mundiales Femeninas anteriores —la del 2019 en Francia y la del 2015 en Canadá—, la FIFA descubrió que en promedio las jugadoras cubrieron una distancia quince por ciento mayor y alcanzaban su velocidad máxima once por ciento más rápido en el 2019 que en el 2015. Así que el balón de esta copa tenía que adecuarse a los avances que estaban teniendo y el juego que estaban proponiendo las jugadoras: la velocidad.

El diseño de OCEAUNZ fue inspirado en los paisajes de los países anfitriones, y fue una colaboración entre la artista aborigen Chern’ee Sutton, y la artista maorí, Fiona Collis. Sutton habló con el portal It’s Nice That sobre su obra, diciendo que su parte del diseño representaba a “las personas de las primeras naciones de Australia. En la pintura, la serpiente representa a las culturas e historia de los aborígenes y de los Isleños del estrecho de Torres que han sido parte de nuestra tierra y cultura desde hace 60 mil años”. También comenta que, aunque hay muchos grupos aborígenes en Australia y cada uno tiene su lenguaje y costumbres, la historia de la serpiente arcoíris es una que casi todos los grupos comparten.

OCEAUNZ está armada con veinte paneles de poliuretano —la FIFA abandonó las pelotas de piel en 1986, ya que al estar cosidas no podían construirse de una manera estándar, además de que aún con un recubrimiento, absorbían mucha agua cuando llovía y modificaban el ritmo del juego—, y según le comenta el físico Derek Leinweber de la Universidad de Adelaida en Australia, al portal Cosmos: “El problema aerodinámico está resuelto. Los balones modernos se mantienen secos, pesan lo mismo, el tamaño es muy preciso y son increíblemente redondos”. OCEAUNZ cuenta con una mezcla de micro y macro texturas que lo mantienen estable. “Tampoco quieres hacer un balón demasiado liso”, comenta Leinweber, ya que el resultado sería una pelota impredecible, como pasó en la Copa Mundial Varonil de Sudáfrica en el 2010 con el Jabulani.

Así que además de un diseño impecable —tanto estética como funcionalmente—, OCEAUNZ cuenta con tecnología de balón conectado, según Adidas, esto implica que: “Un sistema de suspensión en el centro del balón aloja y estabiliza un sensor de movimiento de la unidad de medida inercial (IMU) de 500Hz, proporcionando información sin precedentes de cada elemento del movimiento del balón. El sensor está alimentado por una batería recargable que se puede cargar por inducción”. Es decir, en el centro de cada balón que se utiliza en esta Copa Mundial, hay un medidor que incluye giroscopios y acelerómetros que miden la aceleración lineal y la rotación del balón cada 0.002 segundos.

Además, los balones están conectados con los sistemas de rastreo de cada estadio, dando información en tiempo real del desplazamiento del balón en tres dimensiones y asistiendo al cuerpo arbitral para saber si el balón salió de la cancha o entró a la portería.

Pero bueno, esto solo es una pequeña excusa para picarles un poco e invitarlos a ver los partidos de esta Copa Mundial, que, si bien no tienen el mejor horario, bien valen una desvelada.

*Coordinador de la Unidad de Divulgación del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM y miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia.

 

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